viernes, octubre 28, 2011

Jose Manuel G. Torga, Ilusionismo democrático y partitocracia

viernes 28 de octubre de 2011

Ilusionismo democrático y partitocracia


José Manuel G. Torga

A L repasar un anaquel de estantería con publicaciones variadas, he dado con un ejemplar de revista que dejó de publicarse hace un par de años, después de una continuidad de dos decenios, en los que llegó hasta el número doble 83-84. Su título era Archipiélago; el subtítulo, “Cuadernos de crítica de la cultura”; y la diagramación, limpia y elegante. Sólo conservo el número 9, del año 1992, que debí de adquirir porque, en la portada, exhibía, como llamada atrayente del contenido, una frase ambigua: “La ilusión democrática”. Luego, en verdad, lo que descubría la lectura de bastantes de sus páginas eran trucos de ilusionismo, de prestidigitación.

Firmas como la de Agustín García Calvo o la de Ignacio Fernández de Castro –que ha fallecido hace poco- destacaban en el recorrido editorial de Archipiélago (Conjunto –proclamaba- de islas unidas por aquello que las separa). Esos y otros nombres de colaboradores daban idea de unas aportaciones heterodoxas de amplitud libertaria.

Como, actualmente, los medios dominantes imponen la agenda temática, considero saludable no acatar sus dictados y ampliar el panorama con otros itinerarios extramuros. Que tampoco significan extravío puesto que cada vez crece más un coro con el estribillo de que nuestra democracia actual es de baja calidad.

Pues, veamos cómo algunas plumas de aquella revista extinta efectuaban críticas en profundidad. Y, por supuesto, no resultará necesario insistir, lo hacían sin resabio conservadurista alguno.

Tomás Ibáñez titulaba su trabajo “La increíble levedad del ser democrático”. Resaltaba el hecho paradójico de que la pregonada legitimación mayoritaria de la teoría democrática se traduce, realmente, en que una minoría del pueblo y, muchas veces, una minoría del cuerpo electoral, decide qué partido político cuenta con el peso suficiente para optar a formar Gobierno. << No digo –añadía- que esto esté bien o esté mal, ni que exista un procedimiento mejor o que no exista. Lo único que vuelvo a decir es que la Democracia es esto y no otra cosa, que quien pretenda defender la Democracia debe estar dispuesto a defender este funcionamiento ultra-minoritario en lugar de hablarnos de cosas tales como la “voluntad popular” o “el sentir mayoritario”>>. A su vez, la contradicción entre el funcionamiento minoritario y la proclamación constante del apoyo popular implica el ejercicio del doble discurso y la utilización del engaño.

Jesús Ibañez era otro de los articulistas y, bajo el enunciado de “Nada para el pueblo, pero sin el pueblo”, venía a insistir a su manera: “La participación de los ciudadanos en un rito electoral debe limitarse a responder a las preguntas que les hacen; a elegir entre los candidatos que les proponen, sin que ellos participen para nada en la propuesta. Ni siquiera los militantes de cada partido participan: las listas son cerradas por la cúpula de cada partido”. De tal suerte –es un decir- ese autor se tomaba la licencia de parafrasear, a la baja, la formulación distintiva del despotismo ilustrado.

Los males de la partitocracia, cada vez más reconocidos, aunque su denuncia, durante bastante tiempo, la ejerció en España, Ismael Medina, casi como un Llanero Solitario, ocupaba espacio entre aquellos textos de Archipiélago, por obra de Martín-Miguel Rubio Esteban (“O partidos o Democracia”). << La democracia ateniense –evocaba- siempre persiguió, con toda su fuerza, a los hetaireiai, especie de sociedades de “niños bien”, “barbatuli iuvenes”, en el sentido de clubes políticos, antecedentes claros de nuestros partidos políticos>>. Tenía que ser el individuo el que actuara, efectuara propuestas y se definiera. Sólo cabía establecer alianzas ocasionales entre particulares, pero sin compromisos de permanencia.

Algún especialista nos da idea de la participación en el Ágora cuando calcula que, a reuniones de la Asamblea ateniense, concurrían unos seis mil ciudadanos, de los cuales tomaban la palabra hasta más de trescientos.

Las metamorfosis posteriores de la democracia han llevado a matizaciones terminológicas que muchos no quieren reconocer: democracia formal, democracia substantiva, democracia representativa, democracia participativa… Un presidente de la Sociedad de Lectores de Le Monde, Alain Minc, publicó un libro para alertar sobre “La borrachera democrática”, animada por el licor espirituoso de los sondeos de opinión.

Cada vez necesitamos tener la cabeza más serena para entender lo que pasa.


http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=6272

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