martes, septiembre 27, 2011

Ricardo Navas Ruiz, Problemas del español

martes 27 de septiembre de 2011

Problemas del Español

Ricardo Navas-Ruiz

D ESDE la feria del libro en Guadalajara [México, noviembre 2010] vienen apareciendo en los periódicos numerosos artículos sobre el español. Su número se ha intensificado últimamente a propósito de las actitudes nacionalistas catalanas sobre la inmersión lingüística. Es muy grato observar que la prensa se ocupa del idioma y lleva hasta el lector sus problemas y aconteceres.

Muchos de ellos adolecen de lo que adolece la prensa: poca imparcialidad, cierta ignorancia del tema, recurrencia a las mismas supuestas autoridades. En parte son laudatorios, celebrando la posición privilegiada en Estados Unidos, el avance progresivo sobre el inglés en número de hablantes, el interés por su estudio. De vez en cuando dejan caer algunas sombras: la exclusión de su uso en la oficina europea de patentes, la deficiencia de su enseñanza en las escuelas, su precaria situación en Cataluña y Euzkadi.

No sería inapropiado aprovechar la ocasión para discutir ahora algunos problemas de no escasa importancia para el devenir del idioma. No se puede permanecer indiferente ante la lengua. La lengua, después de todo, como han dicho muchos filósofos y lingüistas, es el reflejo del modo de ser de una nacionalidad, de una comunidad humana. El lector lamentará la escasa profundidad, la falta de detalle, que se requerirían. Son apenas sugerencias sin desarrollo.

Comenzaré con algunas reflexiones sobre el nombre del idioma. Los extranjeros lo tienen claro. Donde quiera que uno vaya comprobará que a nuestro idioma lo denominan español, Spanish, espagnol, spaans, lo hable quien lo hable, con el dialecto que sea. Frente a esta certeza, los hablantes no saben cómo llamarlo. Unos le dicen castellano, otros idioma nacional, los más español, como bien aclaró Amado Alonso en “Castellano, español, idioma nacional” [1938]. Recientemente la Academia ha tenido la ocurrencia de inventarse otro inútil cuanto ridículo, español pan hispano.

La situación era la misma en la Edad Media: de los Pirineos para arriba, español; para abajo, cada uno a lo suyo. Sí, español es palabra extranjera, de origen provenzal, como documentó el filólogo suizo Paul Aebischer en “Estudios de toponimia y lexicografía románicas” [1948]. Sobre ello elaboró Américo Castro interesantes consecuencias en “Español, palabra extranjera” [1970]. Mucho ha llovido desde entonces, pero ahí seguimos. ¿Será que esta tierra es impermeable al cambio?

Diacrónica o históricamente hablando, el castellano es el origen mayoritario, no único, del idioma que hablamos hoy casi quinientos millones de personas. Pero con el transcurso de los siglos creció, cambió, recibió múltiples aportes, se extendió por innúmeras tierras, se hizo otra cosa, precisamente español. Sincrónicamente o en la perspectiva actual, dígase hoy, el castellano es simplemente uno más de los muchos dialectos de aquél y no el más importante

Español llaman los países hispanos a nuestro idioma. En Estados Unidos no hay otro nombre. Sólo España consagró en la Constitución de 1977 el castellano como su idioma oficial, se dice que para complacer un trasnochado nacionalismo de vía estrecha. Es urgente la reforma de la carta magna, si España no quiere ser la excepción y quedar aislada en el gran espacio que habla español. Castellano empequeñece y limita, pan hispano ridiculiza, español universaliza en un contexto histórico y geográfico. Español es la designación de nuestra lengua, la palabra que abarca todos sus dialectos, su conjunto incluyente.

Ahora bien, ¿cómo debemos entender lo que hay dentro de ese conjunto?. En su “Curso de lingüística general” [1913] Ferdinand de Saussure distinguió entre lengua, o nivel abstracto e ideal, y habla, o las realizaciones concretas de aquélla. La lengua opera fuera de las contingencias cotidianas y no debe preocuparnos, al menos por ahora. El habla comprende todas las incidencias de la comunicación oral y escrita con sus múltiples variantes, con sus numerosos dialectos, con sus correcciones e incorrecciones. El habla es lo que usamos cada día

Esto son cosas sabidas desde el bachillerato. Pero hay matices que o ignoramos o se nos escapan. El primero de ellos es que todos los dialectos son igualmente importantes, no los hay mejores o peores. Ninguno puede ser considerado superior a los demás. Ya ha pasado la hora en que España se arrogaba ser el modelo y se consideraba incorrecto decir saco y no americana, carro y no coche, frijoles y no alubias. El vos es tan hermoso como el tú. Llamar para atrás significa lo mismo que llamar de vuelta.
Convencionalmente se considera que existe un español culto, quizá mejor formal, bastante uniforme, el de la escritura, la ciencia, la escuela, las comunicaciones, la política. En la educación y la vida social se suele exigir como modelo de corrección. Para él se escriben básicamente gramáticas, diccionarios, normas ortográficas. Pero aun dentro de él existen no pocas variantes. Quien lea “Los pazos de Ulloa” de Pardo Bazán se topará con un sinfín de galleguismos. Quien, en cambio, lea “La región más transparente” de Carlos Fuentes, tendrá que lidiar con muchos mexicanismos. Y no mencionaré la enorme diversidad lingüística de la prensa y las televisiones de las distintas regiones.

Fuera de él, hay muchas maneras de hablar, muchos dialectos, que, en realidad, frente a la artificialidad de aquél, constituyen el auténtico español, múltiple y variado, el español vivo. Es el español de los hogares y los prostíbulos, las calles, los pueblos olvidados, los campos y las minas, el que convive con otras leguas como el catalán, el guaraní, el maya, el aymará, el quechua, el inglés, libre, no sometido a reglas académicas, cambiante. Es ese español el que determinará el destino del español como fue el latín vulgar, no el de Cicerón o Virgilio, el que ha sobrevivido en las lenguas románicas.

Es evidente que el español, como las demás lenguas, confronta situaciones críticas a las que debe enfrentarse. Una de ellas es sin duda precisamente ese contacto con otras lenguas. No cabe ser optimista sobre su futuro en Estados Unidos a pesar de las halagüeñas apariencias : la segunda generación de emigrantes apenas quiere hablarlo, la tercera no lo habla. Y el inglés es mucho más fuerte que el español. En Cataluña y Vascongadas tendrá que bregar fuerte para mantenerse si las cosas no cambian.

El futuro es más prometedor en Hispanoamérica. Ha predominado allí la actitud marcada por dos grandes educadores del siglo XX, Gabriela Mistral y José Vasconcelos: el español es la lengua de la comunicación y del progreso; las lenguas nativas deben enseñarse y cultivarse en el ámbito local y familiar. Hasta en países como Bolivia y Paraguay prevalece la norma. Posiblemente se cumple ya la profecía de Vasconcelos: serán los hispanos, no España, los que decidirán el futuro del español. Aunque duela admitirlo, España ha dejado de ser la referencia de nuestro idioma.

Dicen algunos que a las lenguas hay que ayudarlas. ¿Cómo? La historia prueba que una lengua sólo se impone de cuatro maneras: el prestigio cultural [el griego clásico], la conquista militar [el latín, el español], la emigración masiva [el español en USA], la represión política [el catalán, el vasco]. El primer caso sigue vigente. El segundo no existe. El tercero se da en varios países. El último va contra los derechos humanos: no se puede obligar a nadie a aprender una lengua contra su voluntad.

¿Qué podemos hacer por el español? El español será lo que sean las sociedades que lo hablan. De nada le sirven cosas como la Academia de la Lengua arcaica y elitista ni el Instituto Cervantes dirigido a las clases acomodadas. Tiene que luchar solo, porque las lenguas o sobreviven solas o no sobreviven. Lleva de momento una ventaja, la demografía. Necesita dos apoyos esenciales: un cultivo serio mediante una educación programática y convertirse en un idioma técnico. Malo es que lo identifiquen tirando globitos, como hace el Cervantes, en el día de su fiesta o perpetuando la imagen tradicional de tangos y flamenco, toros y fiestas, playas y paisajes, bailes y gritos en la calle, dictaduras y narcos. Decir español debe ser decir tecnología, comunicación, humanismo sólido, descubrimientos científicos, empresas internacionales, seriedad profesional, democracia moderna y estable, esto es, ser imprescindible en la más avanzada cultura de hoy.

http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=6237

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