lunes, septiembre 13, 2010

Por la prohibición de la mafia de los piquetes

lunes 13 de septiembre de 2010

Por la prohibición de la mafia de los piquetes

EDITORIAL

Los sindicatos quieren parar el transporte público para que haya más trabajadores que no puedan ir a sus puestos, quieran o no hacer huelga. Es un chantaje inaceptable, que ninguna sociedad libre debería permitir.

Los preparativos para la huelga general del miércoles 29 de septiembre demuestran hasta qué punto son responsables UGT y CCOO de la desastrosa situación económica que nos asola y, especialmente, de lo mucho que ésta se refleja en el paro. Los llamados "sindicatos de clase" han dedicado sus mejores esfuerzos a mantener inalterable el mercado laboral, que no sólo condena a una buena parte de la población activa a no tener empleo, sino que divide a quienes sí trabajan en dos grandes grupos: una aristocracia laboral que disfruta de todo tipo de privilegios y prebendas, a los que resulta casi imposible despedir hagan lo que hagan, y un enorme conjunto de personas que viven entre el paro y el empleo temporal, sin estabilidad y con muy escasos ingresos.

Esta situación es, en buena parte, herencia del franquismo, bajo el cual se instauró una mentalidad que equiparaba la empresa con una gran familia de la que, claro está, no era cuestión echar a nadie. Naturalmente, y dado que los bastiones del sindicalismo están entre los aristócratas del empleo, UGT y CCOO se han mostrado siempre contrarios a desmontar esta estructura dual. La reforma laboral iba en esa dirección, pero se ha quedado a medio camino. Ideológica y electoralmente, el PSOE de Zapatero sigue creyendo en esa herencia de la dictadura, por más vehemente que sea su promoción de la histeria histórica.

Entre los muchos asuntos que no se han tocado en todos estos años está el funcionamiento de los sindicatos y, sobre todo, de las huelgas. Nos hemos acostumbrado, pero resulta de todo punto ridículo que se considere imprescindible el derecho a organizar una huelga "general", es decir, que se emplee una herramienta diseñada para defender al trabajador de los posibles abusos de su patrón para que los sindicatos metan la nariz en algo que no les compete: la política. La democracia dispone de mecanismos, aun imperfectos, para que cualquier voz se haga oír. Que los sindicatos dispongan de este arma y que consideremos normal su empleo demuestra hasta qué punto nos hemos distanciado de la racionalidad.

Durante estos últimos días, los sindicatos se han mostrado dispuestos a emplear todos los privilegios que les concede la ley para mostrar su oposición de pitiminí a un Gobierno que se ha mostrado de acuerdo con ellos en todo. Ha empleado el dinero de las subvenciones para movilizar a miles de sus liberados, personas que cobran no por trabajar para quienes les pagan sino para los sindicatos, si es que hacen algo, claro. Y ayer hemos sabido que pretende emplearse a fondo impidiendo mediante piquetes que funcione el transporte público, servicio en el que además tienen toda la intención de incumplir los servicios mínimos.

Ningún partido ha hecho en estos más de treinta años ni el más mínimo ademán de reformar la Ley de Huelgas. La primera medida, y la más urgente, es la prohibición de los mal llamados "piquetes informativos". La excusa bajo la que operan es la de informar a los trabajadores de la existencia de una huelga, para que éstos decidan si se suman o no. En la práctica funcionan exclusivamente como grupos mafiosos decididos a imponer por la fuerza o el chantaje su santa voluntad. Y la razón original de su existencia, en el mundo de los móviles e internet, está más que desfasada.

El derecho de huelga no es, desde luego, un derecho básico como puedan ser la vida, la libertad o la propiedad. Tampoco lo es coger el autobús para ir a trabajar. Cuando colisionan ambos intereses corresponde a la administración, en cumplimiento de la ley, marcar unos servicios mínimos que reduzcan al mínimo ese conflicto. Los sindicatos quieren parar el transporte público para que haya más trabajadores que no puedan ir a sus puestos, quieran o no hacer huelga. Es un chantaje inaceptable, que ninguna sociedad libre debería permitir.

http://www.libertaddigital.com/opinion/editorial/por-la-prohibicion-de-la-mafia-de-los-piquetes-56216/

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