martes, septiembre 14, 2010

Felix Arbolí, Las siete maravillas del mundo

martes 14 de septiembre de 2010

Las siete maravillas del mundo

Félix Arbolí

NA maestra de Primaria, quiso conocer el nivel cultural de sus alumnos, y les pidió que expusieran a su juicio las siete maravillas del mundo. Tras unos momentos de vacilaciones y consultas, los alumnos escribieron sus contestaciones y las entregaron a la profesora. En su mayoría, con alguna que otra variación respecto al lugar donde habían colocados a unas y otras, las más destacadas fueron : “Las Pirámides de Egipto”, “El Taj Mahal”, El Cañón del Colorado”, “El Canal de Panamá”, “El Empire State”, “La Basilica de San Pedro de Roma” y la Gran Muralla China”. No obstante, la maestra observó que una de sus alumnas aún continuaba escribiendo en su pupitre. Al preguntarle la causa de su demora, la niña contestó “ –Es que no puedo terminar de decidirme, pues hay muchas maravillas”. Intentando ayudarla en su indecisión, le pidió que leyera las que tenía puestas hasta ese momento. Con cierta turbación, al verse blanco de las miradas de sus compañeros, la niña inició su lectura. “Poder ver, poder oír, poder tocar, poder probar”, poder sentir, poder reír y poder amar”. Estas son las que se me han ocurrido por el momento, pero sé que hay otras muchas que ahora no recuerdo, por ejemplo, poder recordar, perdonar y hasta disfrutar de las numerosas cosas bonitas que nos rodean”. En la clase se hizo el silencio y la profesora, sin hacer un mínimo comentario le recogió el trabajo y lo puso con los del resto de sus compañeros.

La historia, a pesar de su sencillez y debido a su evidente veracidad, me pareció realmente convincente.. Pasamos el tiempo buscando la felicidad de la manera más absurda y dejándonos sorprender y alucinar por la belleza y la ostentación que están fuera de nuestro entorno, y cuando llegamos a esa etapa en la que ya no hay vuelta atrás y sólo nostalgias y recuerdos, nos damos cuenta que hemos perdido los mejores años de nuestra vida persiguiendo una quimera y pasando de largo ante esos maravillosos detalles y favores que nos ha otorgado la Naturaleza para nuestro exclusivo disfrute. Esos dones y privilegios que están a nuestro alcance y cuyo valor ignoramos hasta que por una u otra razón los perdemos.

El hombre es un ser inconstante, egoísta, fatuo y exigente que reclama continuamente unos derechos y privilegios que la mayoría de las veces ya tiene y no sabe utilizarlos y disfrutarlos. Su desmesurado ego nunca se siente satisfecho y busca el más difícil todavía, la manera más complicada, de conseguir una espiral de ambiciones que jamás logra superar. Como si para llegar a esa meta, siempre inalcanzable, que se ha trazado, tuviera que caminar sobre un difícil y arriesgado alambre, rechazando incomprensiblemente la comodidad de un suelo firme. Su vida se convierte en una continua serie de aventuras y desventuras en una sucesión ilógica e interminable y cuando cree ver cumplidos sus caprichos, en lugar de detenerse para gozar con su logro, inicia una nueva e irracional carrera tras otro complicado reto por el simple hecho de demostrarse que es capaz de superar la línea que se ha trazado. Y entre carreras sin sentido, objetivos innecesarios y superaciones sin límites pierden su tiempo, malgastan sus aptitudes y se entregan a un continuo desaliento y obcecación que les hacen vivir amargados y no les ofrece la oportunidad de reflexionar sobre todo cuanto poseen y no han sabido aprovechar tras esa estéril persecución.

He estado varios días con una enorme infección y alta fiebre. Incómodo, sin apenas poderme mover y sin ganas de hacer nada. Como vulgarmente se dice, bastante fastidiado. Hoy es el primer día que me puedo acercar al ordenador, leer el correo, las noticias, los comentarios del foro y algunos artículos de compañeros. No todos, pues no quiero prolongar excesivamente mi reencuentro con la normalidad, aún no del todo conseguida. Me siento aún un poco débil. Pensé no mantener mi contacto semanal con ustedes, dadas las circunstancias, pero la lectura en uno de mis correos de esa historia de la maestra, me ha decidido a intentar realizar esta corta reflexión. Me he dado cuenta en estos días de inactividad y dolor lo mucho que se echa de menos lo cotidiano e incluso rutinario, cuando se siente uno incapacitado para llevar su vida habitual. Echaba de menos mis tiempos de ordenador, paseos callejeros y hasta la siempre ilusionada salida mañanera de los domingos para ir al Rastro. Hasta el hecho de leer o ver la televisión me resultaba molesto, pues cuando el ánimo está conturbado, el cuerpo dolorido y la mente febril, se siente uno incapacitado y todo cuanto intenta le resulta nada apetecible. Y es en estos momentos cuando uno se da cuenta del inmenso tesoro que posee cuando se tiene en forma y pleno funcionamiento todas sus facultades y sentidos.

¿De qué servirían esos magníficos monumentos que destacamos como maravillas del mundo, si uno no tuviera la oportunidad de visitarlos, verlos y hasta poderlos tocar?. ¿Qué importancia tendría la música y el canto más sublime y armonioso, si careciéramos de oído?. Sin olfato perderíamos la inigualable sensación de oler ese casi imperceptible, pero agradable aroma a lluvia o primavera, el perfume de la mujer amada y hasta “degustar” por anticipado el sabor de un manjar antes de que el sentido del gusto nos proporcione su grata realidad. ¿Qué sería del ser humano una vida sin sentidos?. Soledad, oscuridad, indiferencia y apatía.

Estas son las auténticas e inapreciables maravillas del mundo: el goce de nuestros sentidos en su plenitud y la facultad de poder pensar, perdonar, recordar y amar, sin que ninguno de aquellos o de éstas tengan orden de preferencia respecto a los demás. Gracias a ellos podremos contemplar y gozar con esas otras maravillas creadas por los hombres, aunque nada comparables a las que puso en nuestro interior y a nuestra entera disposición el Artífice Supremo de todo lo creado. Una pequeña alumna de Primaria en un anónimo colegio español definió con exactitud lo que ella consideraba como las mayores maravillas del mundo y en ninguna de ellas figuraba monumento u obra de arte creados por el hombre.

Perdonen mi brevedad, pero aún no estoy para más largo empeño.

http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=5833

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