viernes, julio 16, 2010

Pio Moa, El misterio del beneficio económico

El misterio del beneficio económico

16 de Julio de 2010 - 08:32:25 - Pío Moa

Marx se plantea el origen del beneficio empresarial criticando las teorías corrientes al respecto. El capitalista invierte su dinero para fabricar un producto, por ejemplo tejidos, y al final del proceso, tras pagar a los proveedores y a los obreros, se encuentra con que el valor del producto es la suma de todo ello, sin que haya perdido, pero tampoco ganado:

“Analicemos ahora el valor total del producto. Las 10 libras de hilados contienen dos jornadas y media de trabajo; el algodón y el huso contienen dos jornadas; media jornada ha sido absorbida durante el proceso de hilado. Esta suma de trabajo está representada por una masa de oro de 15 chelines. Por tanto, el precio de 15 chelines expresa el valor exacto de las 10 libras de hilados (…) Nuestro capitalista se queda pasmado: el valor del producto iguala el valor del capital desembolsado. El valor desembolsado no se ha valorizado (…) el dinero no se ha metamorfoseado en capital (…) No hay nada de extraño en este resultado (sin ganancia). El capitalista, que está a caballo sobre su economía política vulgar, gritará tal vez que no ha desembolsado su dinero más que con la intención de multiplicarlo. Pero el camino del infierno está empedrado de buenas intenciones, y nadie puede impedir al capitalista tener la intención de hacer dinero sin producir. Jura que no volverán a engañarle; en adelante comprará en el mercado mercancías ya acabadas, en lugar de molestarse en fabricarlas él mismo sin beneficio tangible. Pero si todos sus compradores capitalistas obran del mismo modo, ¿cómo encontrar mercancías en el mercado?

Sin embargo, no va a comerse su dinero. Se pone, pues, a catequizarnos: ¡debería tomarse en cuenta su abstención! Podía haber andado de juerga con sus 15 chelines y, en lugar de hacerlo, los ha consumido productivamente convirtiéndolos en hilados. Eso es verdad, pero también lo es que tiene hilados y no remordimientos (…) Por grande que sea el mérito de su abstención, no encuentra fondos para recompensarla, puesto que el valor de la mercancía que sale a la producción es exactamente igual a la suma de los valores que en ella entraron. Que se consuele pensando que la virtud encuentra en sí misma su recompensa. ¡Pues no! Sigue insistiendo. No tiene nada que hacer con sus hilados, los ha producido para venderlos. ¡Pues bien, que los venda! O, lo que es más sencillo, que en adelante se limite a producir objetos necesarios para su propio consumo (…)

Hele ahí resistiéndose. ¿Tendría el obrero la pretensión de construir en el aire, con sus diez dedos, de producir mercancías con nada? Y como la mayor parte de la sociedad civil está compuesta por esa clase de desharrapados, ¿no ha prestado con sus medios de producción, con su algodón y sus husos, un inmenso servicio a la susodicha sociedad, y más concretamente al obrero, a quien, por añadidura, ha adelantado los medios de subsistencia? ¡Y no va a cobrar nada por ese servicio? Pero, preguntamos nosotros, ¿es que el obrero no le ha prestado a cambio el servicio de convertir en hilados su algodón y sus husos? Además, aquí no se trata de servicios. El servicio no es más que el efecto útil de un valor de uso, ya sea la mercancía o el trabajo. De lo que aquí se trata es del valor de cambio. El capitalista ha pagado al obrero un valor de 3 chelines. Éste le devuelve un equivalente exacto al añadir al algodón un valor de 3 chelines: valor por valor.

Nuestro amigo, tan henchido hasta hace un momento de petulancia capitalista, adopta de pronto la actitud modesta de un simple obrero: ¿Acaso no ha trabajado también él? ¿Es que su trabajo de vigilancia y de inspección no crea también valor? El director de su manufactura y su capataz se alzan de hombros. Entretanto, el capitalista ha recobrado, con maligna sonrisa, su semblante habitual. Se estaba guaseando de nosotros con sus letanías. A él todo esto le trae sin cuidado. Deja los subterfugios, las fútiles argucias, para los profesores de economía política, que para eso les pagan y es su oficio. Él es un hombre práctico y, si fuera de los negocios no siempre sabe lo que dice, en asunto de negocios sabe siempre lo que hace….”.

Lo que hace, según Marx, es utilizar la fuerza de trabajo del obrero durante más tiempo que el que le paga. De ahí el beneficio, ya que, según Marx, no podría venir de ninguna otra parte.

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****Oigo a un amigo poner verde a César Vidal. Pero creo que es uno de los personajes mediáticos más importantes, más acertados y que más bien hacen al país. Ha escrito libros extraordinariamente oportunos e influyentes, como sobre las chekas, Paracuellos y otros hechos, desvelando la historia real. Cualquier persona que destaca encuentra siempre, aquí y en todas partes, gente que le cobra manía, algo que yo mismo he experimentado abundantemente desde que escribí Los orígenes de la guerra civil. Es inevitable. Me irritan más los ataques de quienes en realidad tienen ideas muy parecidas, pero hacen de asuntos nimios, personales o de estilo, motivo de furibundas críticas. Como puede verse fácilmente en Nueva historia de España, discrepo de César en la cuestión del protestantismo, que para él es, claro está, fundamental, aunque no para mí. Curiosamente, a pesar de ello me parece que coincidimos en un 90% en nuestra visión de la historia y la política, incluso de la vida en general.

****El rock expresa banalidades cotidianas con demasiado énfasis, o rebeldías igualmente triviales y romas. Pero sus letras carecen casi siempre de importancia, lo realmente significativo es su música convulsiva y sus recitales o conciertos de masas. Los gestos de los cantantes y músicos, la multitud a menudo drogada, agitándose y levantando los brazos, tienen algo de religiosidad primitiva, más o menos demoníaca, provocan un estado de comunión colectiva con “algo” indefinible, quizá con pulsiones del cosmos o del yo profundo. Recuerda las orgías etílicas con que los vikingos y otros pueblos entraban en comunicación “con los dioses”, o los ritos dionisíacos. Eurípides describe en Las Bacantes la dificultad y peligros de perseguir tales expresiones, irreprimibles en muchas personas. No obstante, el cristianismo se ha desarrollado contrariándolas en gran medida.

**** Un diputado sociata llamó “maricón” a Rajoy, y también lo hizo, con otra palabra, Alfonso Guerra. El PP ha protestado, pero ¿no quedábamos en que eso era un motivo de orgullo, a promover con fondos públicos? En boca de un progre solo puede ser un requiebro; incluso, aunque involuntario, en boca de un “facha”.

http://blogs.libertaddigital.com/presente-y-pasado/el-misterio-del-beneficio-economico-6666/

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