viernes, marzo 19, 2010

Felix Arbolí, Las tribulaciones de Eva a traves de la Historia

viernes 19 de marzo de 2010

Las tribulaciones de Eva a través de la Historia

Félix Arbolí

L A mujer, ese dulce amargo, según Ovidio, no ha tenido el reconocimiento que se merece a lo largo de la Historia, a pesar de que sea la madre de la Humanidad. Si hiciéramos un recorrido por la antigüedad advertiríamos que en las leyes que rigieron la vida de importantes pueblos la mujer estaba considerada como un ser inferior, una simple posesión del varón. Aún hay religiones y costumbres entre pueblos primitivos y algunos mal llamados civilizados que no han salido aún de la Edad Media, que la supeditan al varón, desde su nacimiento hasta su muerte. Publio Terencio, comediógrafo latino de origen africano, pues nació en Cartago dos siglos antes de Cristo, que alcanzó gran fama por sus comedias moralistas dirigidas a un público culto y distinguido, definía a la mujer como un mal necesario. Dentro de las costumbres imperantes en su tiempo poco propicias a reconocer las indiscutibles cualidades de Eva, ya suponía cierto halago, afirmar que eran necesarias.

Si seguimos la evolución de la mujer en la sociedad a través de la Historia, llegamos a la absurda conclusión de que a pesar de sus esfuerzos y demostradas aptitudes, continua siendo en muchos casos, más de los debidos, un ser inferior en un mundo donde el varón actúa a su antojo y se considera un privilegiado de la fortuna, que él se encarga de manipular para que bascule siempre a su favor. No me explico cómo se puede considerar superior el hombre a la mujer, cuando sin ella ninguno de nosotros existiríamos. Ni mucho menos comprendo que haya mujeres que puedan considerar un triunfo renunciar por capricho o comodidad, sin causas graves que puedan justificarla, a la función más noble e importante que puede realizar un ser humano: la maternidad. Es inconcebible que teniendo el maravilloso don de crear una nueva vida, renuncien a él y destruyan a ese hijo que se desarrolla en sus entrañas, sin sentir una mínima culpa ante lo que a todas luces, dejando a un lado la moral cristiana, es un asesinato, aunque se encuentre amparado y lo que es peor, alentado por el Estado. Lástima que algunos padres de anteriores generaciones no hubieran sido de esa misma opinión.

La mujer es la única e indispensable para desarrollar y dar a luz ese ser ya concebido. Puestos a razonar hemos de reconocer que la paternidad es un auto de fe, mientras que la maternidad es una certera experiencia. La ciencia con todos sus adelantos no ha podido sustituir a la mujer en la fecundación, desarrollo y nacimiento de una vida, ni aún siquiera en el llamado “bebe-probeta”. Su papel en la vida de la Humanidad no hay quien pueda rebatirlo, ni superarlo, aunque algunas “progres” y lesbianas, no señalo a todas, hagan creer a una juventud un tanto desorientada que esa potestad y privilegio que la Naturaleza les ha legado es más bien una carga y casi un castigo. Les dan a entender que es un “derecho” que ellas arbitrariamente se atribuyen a costa de arrebatárselo a ese hijo que ya existe en su seno y al que privan de su propia vida..

Esta absurda e injustificada sumisión de la mujer al varón es casi tan antigua como la Humanidad. Repasando algunos Códigos, Constituciones y Libros Sagrados de diferentes pueblos advertimos de manera un tanto generalizada la subestimación hacia la mujer. Aunque he de aclarar que a mayor civilización y desarrollo social, menos prejuicios hacia las féminas. Retrocediendo a la antigua Grecia nacer mujer era un infortunio, pues tenían el mismo status social que los esclavos y no gozaban de ningún derecho cívico, ni participación política. Para Platón la mujer sólo era un ser necesario para mantener la especie, desprovista de toda otra condición y consideración. No obstante la estimaba como la más similar al hombre de entre las demás criaturas. ¡Generoso que era el filósofo!. Aristóteles, aunque no se refiere mucho a la mujer, la ve como un ser meramente reproductivo, mientras al varón lo veía como el controlador de todo lo de su entorno. Para este sabio llamado “El Estagirita”, las principales virtudes que deberían poseer las mujeres eran el silencio y la sumisión. Y al no tener voz, carecían de derechos y no eran consideradas ciudadanas. “La Naturaleza sólo hace mujeres cuando no puede hacer hombres. La mujer es, por tanto, un hombre inferior”. No es extraño que con Aristóteles como preceptor, Alejandro Magno, sintiera mayor afinidad e intimidad hacia sus amantes efebos Hefestión y Bagoas, que a sus esposas, aunque una de ellas fuera la hija mayor del rey Darío de los persas. Las mujeres, sólo eran tenidas en cuenta para perpetuar la especie, porque aquellos no podían concedérselo. Cuando murió el primero permaneció todo un día y toda la noche yaciendo junto a su cadáver, se rapó el cabello y ordenó luto riguroso y oficial, prohibiendo hasta la música en todo su reino. :

Según Zaratustra, el filósofo persa del siglo XVII antes de Cristo, “La mujer debe adorar al hombre como a un dios. Cada mañana debe arrodillarse nueve veces consecutivas a los pies del marido y con los brazos cruzados preguntarle: Señor, ¿qué desea que haga?”. No me lo explico, yo le pido a la mía que lo haga una sola vez y me veo teniendo que huir a toda carrera hacia la calle, en pijama y zapatillas, para evitar el impacto de cacerolas, platos y toda clase de objetos que ella encontrara en su airada persecución por el pasillo de casa. Y no presuman de que no les pasaría lo mismo a ustedes. Intenten hacer la prueba.

En la Constitución de Babilonia, el famoso Código que el rey Hamurabi, redactó por inspiración divina, según decían, en el siglo XVII antes de Cristo, se lee: “Cuando una mujer tuviera una conducta desordenada y dejara de cumplir sus obligaciones del hogar, el marido puede someterla y esclavizarla. Esta servidumbre puede ejercerse, incluso, cediéndosela a un acreedor. Y durante el tiempo que durase le es lícito al marido contraer nuevo matrimonio”. No he leído mayor barbaridad y me asombra que este rey “tan inspirado por la divinidad” haya pasado a la Historia como ejemplo de sabiduría.

La Ley Islámica no le quita a la mujer su derecho a trabajar, mientras lo haga dentro de los límites que protejan su honra y dignidad. Aunque los talibanes y otros grupos islamistas fanáticos e intransigentes no quieran reconocerle este derecho y tengan a sus mujeres enclaustradas, a pesar de sus estudios y profesiones ejercidas bajo otros regímenes menos represivos. En ningún caso con la libertad y los derechos que gozan las que no son musulmanas. Tampoco el Islam les permite entrar en contacto físico con hombres ajenos a su familia, para evitar exponerse a ser molestada: “ ¡Oh Profeta!. Dile a tus mujeres, a tus hijas y a las mujeres de los creyentes que se cubran con sus mantos; es mejor para que se las reconozca y no sean molestadas. Dios es absolvedor, Misericordioso”. (Aleya 33:59). Esta ley se implanta como identificación de la mujer musulmana y para evitar miradas irrespetuosas e indiscretas de los hombres. Cada religión, dicen ellos, tiene una característica en particular y la del Islam es la Haya`a , que significa modestia, recato y timidez. Me da la impresión que estas características sólo se las exigen a las mujeres, como si los hombres fueran los ombligos del universo. La justificación de cubrir a la mujer como identificación de su islamismo, yo más bien lo veo como una discriminación racista o religiosa de la islamista, en relación al resto de las que puedan convivir y cruzarse con ellas que no practiquen ese credo. Una clara y evidente manera de diferenciarse de las demás en plan provocativo, ya que no considero correcto hacerlo en un país donde han sido acogidas y al que se deben adaptar, como ellos hacen con las no musulmanas cuando visitan o viven en los suyos, al exigirles modificar su vestuario y costumbres de acuerdo a las normas existentes allí. Un egoísmo por parte del varón que las considera como posesión suya y las obligan a ir encerradas en esas pesadas y opresoras cárceles de tela durante toda su vida y a no poder estar presente donde se hallen hombres, como si fueran indignas de participar en las reuniones sociales de su marido. Una marginación descarada y sin fundamento que las conceptúan inferiores.

No fueron mejores los ingleses con sus féminas, ya que en la Constitución Nacional Inglesa (Ley del siglo XVIII), se dictamina que “Todas las mujeres que sedujeran y llevaran al matrimonio a los súbditos de Su Majestad, mediante el uso de perfumes, pinturas, dientes postizos, pelucas y relleno en caderas y pechos, incurrirían en el delito de brujería y el casamiento quedaría automáticamente anulado”. Si esta ley persistiera en nuestros días, no habría escobas suficientes para sostener en sus vuelos a tantas “brujas”. ¿Cómo se las arreglarían las que hoy parecen pergaminos ante tanta cirugía y potingues acumulados?. Esas señoras de muchos años que con tantos retoques, estiramientos, remiendos y demás, se asemejan a retratos picasianos en su época cubista.

Tampoco los franceses de pasados siglos fueron benevolentes con Eva. En el Tratado de conducta moral y costumbres de Francia del siglo XIV, de Le Menagier, se puede leer.“ Cuando un hombre fuera repudiado en público por una mujer, tendrá derecho a golpearla con el puño o con el pié y romperle la nariz. Para que así, desfigurada, no se deje ver avergonzada de su faz. Y le estará bien merecido, por dirigirse al hombre con maldad y lenguaje osado”. ¡Menos mal que se refería a un Tratado de conducta moral y costumbres!. Como pueden advertir siempre se ha tenido a la mujer metida en el armario y sometida a los caprichos y voluntad del marido sin ni siquiera otorgarle el derecho al pataleo, que también gozaba el marido para romperle la nariz. Dos siglos más tarde, en 1586 y en la misma Francia, se celebra una Conferencia para debatir si la mujer podía ser considerada un ser humano y se llega a la conclusión de que sí era un ser humano, pero creado exclusivamente para servir a los hombres. Sor Juana Inés de la Cruz, la monja y poetisa mejicana que aprendió a leer y escribir a los tres años, cuando las mujeres eran generalmente analfabetas, harta de tanta discriminación escribió en un poema :” Hombres necios que acusáis a la mujer sin razón, sin ver que sois la ocasión de lo mismo que culpáis”.

Aunque soy cristiano y proclame mis convicciones religiosas, he de aclarar que al adoptar los orígenes bíblicos nuestra religión tampoco ha sido una delicia para la mujer. Me refiero a Adán y Eva y su episodio de la manzana, que nada tuvo que ver con la de Newton, aunque sí con la gravedad en el peso y en la culpa. Según esta narración causante de nuestro primer pecado, que en todo caso no fue nuestro, sino de nuestros antiquísimos padres, fue ella la que indujo a él a infringir la ley divina incitándole a comer el fruto prohibido. Es decir, la primera mujer fue colaboradora de Satanás y por tanto, responsable y causante de todos los males y calamidades que ha sufrido y sufre el mundo. Yo debía haber sido un Adán perfecto e inaccesible a la tentación, pues no me gustan las manzanas, aunque sí la exquisita sidra asturiana. Tampoco las tenía en mucha estima el apóstol San Pablo, cuando recomienda que “las mujeres estén calladas en la iglesia, porque no les está permitido hablar. Si quisieran ser instruidas sobre algún punto, que pregunten en casa a sus maridos”. Así pues, el apóstol de los gentiles”, no tenía muy buena impresión sobre la discreción e inteligencia de la mujer, aunque alabó y agradeció públicamente a algunas que destacaron por su valiosa colaboración. Tampoco el reformador protestante Martín Lutero, al declarar que “el peor adorno que una mujer puede querer usar es el de ser sabia”. Sin obviar la prohibición a la mujer para acceder al sacerdocio, por parte de la iglesia católica, que no obedece a ninguna Ley divina, pasajes del Evangelio o palabras de Cristo. Puede que el hecho de que ninguna mujer fuera elegida entre sus discípulos obedeciera a las costumbres judaicas imperantes en la época, donde no gozaban de consideración alguna. “Que las palabras de la Torá (Ley ), sean destruidas por el fuego antes de enseñárselas a las mujeres…Quien enseña a su hija la Torá es como si le enseñase calamidades”. No obstante, Jesús hizo demostraciones deferentes y estimables hacia la mujer, como cuando habló públicamente con la samaritana, no despreció ni se alejó de la mujer durante su periodo de menstruación, como era lo habitual al ser considerada legalmente impura y hasta dejar que una pecadora pública se le acercara, le tocara y le lavara los pies, sin hacer caso a los comentarios y protestas de los espectadores de tan insólito hecho y el perdón de la adúltera a la que libró de la lapidación; más aún, anunció su Resurrección a través de dos mujeres. Es pues la Iglesia cristiana la que más en consideración ha tenido hacia la mujer, aún en épocas donde Eva desempeñaba un papel muy ínfimo.

Afirmo rotundamente que la mujer es la obra más maravillosa y perfecta de la Creación. De ella dependemos todos, no sólo para poder nacer, caso de que opten por la vida y no “su derecho” al aborto infanticida, sino para ayudarnos y protegernos en nuestros primeros pasos y sentirnos satisfechos cuando somos adultos por lo mucho y bueno que sólo ellas pueden ofrecernos. Sin la mujer, al comienzo de nuestra vida, nos hallamos desvalidos; a la mitad de ella, sin placer y al final, sin consuelo. Sinceramente somos nosotros los que estamos supeditados a ellas, pues las necesitamos más que ellas a nosotros. Sobre la inteligencia femenina, tampoco existe la menor duda ya que han sido más de treinta las que han obtenido el Premio Nóbel, a pesar de los absurdos convencionalismos, y una de ellas, Madame Curie, en dos ocasiones.

Hasta el mismo Dios necesitó a la mujer para hacerse humano. Sin María, la Redención de la Humanidad, el acto más importante del Cristianismo, no se hubiera podido realizar. Ella es la persona más importante y trascendental de nuestra Iglesia.

http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=5611

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