miércoles, febrero 17, 2010

Wifredo Espina, Ni rectificar ni perdonar

miercoles 17 de febrero de 2010
Ni rectificar ni perdonar
Wifredo Espina


C OMEDIA no, señores Maragall y Montilla. No intenten confundir más a la gente. Sean serios.

Usted, señor Maragall, hizo unas afirmaciones, con solemnidad, reiteración y por escrito, que ahí están. Dijo lo que dijo, que es lo que quería decir. No venga ahora con excusas de malas interpretaciones. Incluso otros consejeros del gobierno catalán, como Antoni Castells, se adhirieron a sus palabras.

Y como lo que dijo y escribió públicamente y fue jaleado por otros miembros del propio gobierno, indignó profundamente al president Montilla, usted fue consecuente y puso su cargo a su disposición, es decir, presentó la dimisión.

Dijo, básicamente, dos cosas muy gordas para un consejero del gobierno: que éste “no tenía un proyecto de país” y que la ciudadanía estaba “fatigada” de la fórmula tripartita de su gobierno. Difícil una descalificación mayor de un gobierno por parte de un miembro destacado del mismo, con la aquiescencia de otros consejeros. Esto no tiene reparación, si es que hay que reparar algo.

Y usted, señor Montilla, que quedaba gravemente descalificado y desautorizado por aquellas contundentes afirmaciones de un miembro de su gobierno, no podía tragárselas como un sapo más de los que se traga cada mañana. Aquello era demasiado grave.

Vio bien que Maragall pusiera su cargo a su disposición, pero si lo aceptaba no solo admitía que las palabras de su consejero podían ser ciertas, además de auténticas, sino que su gobierno entraba en una grave crisis. Y ya tiene demasiados problemas internos y externos para abrir y afrontar uno más y de tal calado. Y a unos meses de las elecciones. Había que buscar una fórmula para que pareciera que no había pasado nada.

Había que hacer comedia. Simular que Ernest Maragall rectificaba -¡bochornoso!- y que, a cambio, usted le perdonaba -¡grotesco!-. Pero aquí, en el fondo, no ha habido rectificación, porque no se puede rectificar algo que se piensa y de lo que se está convencido profundamente y se le da la máxima publicidad. Ni ha habido perdón, porque no se puede perdonar que otro piense de forma distinta y menos cuando aquel se ha prestado, ridículamente, a hacer el paripé de “rectificar”. Comedia.

Aquí lo único creíble, es que ni Maragall ni Montilla quieren perder su silla en el gobierno. Y para ello están dispuestos, a toda costa, a seguir representando la no divina comedia de un gobierno más que tripartido, cuatripartito, por lo menos.

http://www.vistazoalaprensa.com/contraportada.asp

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