miércoles, enero 27, 2010

Felix Arbolí, Historias cortas que nos hacen reflexionar

miercoles 27 de enero de 2010
Historias cortas que nos hacen reflexionar

Félix Arbolí

H AY veces que las pequeñas lecturas y anécdotas son muy eficaces para comprender y asimilar hechos y circunstancias y que un texto largo o excesivamente descriptivo no lograría porque pasaríamos de él olímpicamente. Soy asiduo de lo que llamo “píldoras literarias” o espacios cortos, y huyo de los llamados “tochos” como el ratón del gato o el elefante del primero, según dicen. El aforismo de “ lo bueno, si breve, dos veces bueno”, lo intento seguir como norma en mis actividades literarias, aunque no siempre lo consiga. Soy propenso a dejarme llevar por la imaginación y muchas veces cuando me pongo a escribir sobre un tema determinado, no soy consciente de que estoy invirtiendo tiempo y espacio en devaneos innecesarios o al menos prescindibles y ajenos al verdadero contexto. Admiro a esos autores que son capaces de llenar cientos y hasta miles de páginas con un contenido capaz de interesar al lector y tenerlo “enganchado” desde la primera hasta la última página. Almudena Grandes es una de mis referencias en este aspecto, sin olvidar por supuesto a mis “monstruos” favoritos el buenazo de José Luis Sampedro y el estilista y ameno Miguel Delibes. Dos injusticias palpables de la arbitraria y polémica concesión del Premio Nobel.

Confieso modestamente que en la actualidad la mujer se lleva la palma en el arte y la facilidad de escribir, con obras que honran y prestigian a nuestras letras. Eso de “ama de casa” y de profesión “sus labores”, ha pasado afortunadamente a considerarse un defecto de pasadas y nefastas épocas donde la cultura y la mujer no parecían ser muy compatibles. Lo cual no es óbice para que siga creyendo que el mayor triunfo de la mujer está en su inapreciable don de la maternidad, origen y fundamento de nuestra existencia y la expresión del amor más sincero y desinteresado. No existe cariño comparable. Me resulta fácil el relato corto y el artículo de contadas páginas y me asusta adentrarme en la escritura y desarrollo de una novela que exceda los límites marcados en los anteriores. Me parece que no voy a ser capaz de desarrollar y relacionar tantas páginas alrededor de una idea o argumento que sacude mi mente en un momento de feliz inspiración. Mi record lo tengo establecido en cuatrocientas ochenta folios a dos columnas y por una sola cara, como es lo habitual. La extensión de mi nueva novela, policiaca, suspense y algunos alicientes más, con la que he pasado muy buenos ratos mientras la escribía. Hay de todo, menos título aún. Me da pánico volver a leerla para hacerle la corrección final. Aún no me explico como he sido capaz de esta proeza, en cuanto a sus dimensiones me refiero, pues ignoro su destino final.

Soy lector de entre líneas. Es decir, de ese escrito que por su título me parece interesante y si es corto me lo leo sin pestañear, con paradas en las comas incluidas. Si por el contrario es muy extenso realizo una panorámica visual y entresaco aquello que me parece interesante e ignoro lo que estimo innecesario. Me considero lector impaciente y si no me engancha una lectura en sus primeras veinte páginas, aunque se trate de un libro de los más recomendados, lo dejo por imposible. Confieso humildemente que entre mis libros inconclusos se encuentran títulos tan destacados como “El perfume”, “Cien años de soledad”, “La sombra del viento” y otros títulos que se han hecho millonarios en ventas y lo han hecho a sus autores. Al primero no fue su número de páginas lo que me impidió continuar, ya que está dentro de lo normal, sino la excesiva proliferación de perfumes y aromas que me tenían un tanto atufado. De este mismo autor, leí “El Contrabajo” y “La Paloma”, que muchos de sus incondicionales no se atrevieron más allá de la sexta página. Cuestión de gusto y costumbre.

Atendiendo pues al criterio expuesto, he dividido mi artículo en una serie de anécdotas o historias cortas, aunque cualquiera de ellas con algo de imaginación y buena maña, podría convertirse en un relato tan extenso como se quisiera.

LA ENTREVISTA DEL PPA Y EL RABINO

DE Juan Pablo II, el Papa en proceso de canonización y una figura inolvidable para todos los católicos e incluso para los que no lo son, se cuentan infinidad de anécdotas. Una de ellas se refiere a la visita que realizó el gran rabino de Israel, Meir Lavi al Vaticano. Durante su entrevista con el Pontífice, en términos cordiales y afectuosos, el rabino le contó que durante la segunda guerra mundial, una familia católica de Cracovia, (Polonia), adoptó a un niño judío, cuyos padres habían sido internados en el campo nazi de Auschwitz, del que ya no regresarían. Antes de su obligada marcha habían expresado a los adoptantes que su hijo supiera su ascendencia judía y que si lo así lo deseaba, cuando acabara la guerra, pudiera trasladarse a Israel. Los padres adoptivos que lo habían llevado a su parroquia para bautizarlo contaron al sacerdote estos detalles y al oírlos el cura optó por respetar estas decisiones y no bautizar al pequeño, hasta que éste pudiera decidir libremente sus creencias. Era Karol Wojtyla y el pequeño de nuestra historia el gran rabino de Israel con el que conversaba. Se daba asimismo la circunstancia de que en aquellos trágicos años, su tío era el rabino de Wadowice, la ciudad natal del Pontífice. Unos dirán que el mundo es un pañuelo y otros que los designios de Dios son inescrutables.

LA ÚLTIMA VOLUNTAD DE ALEJANDRO MAGNO .

POCO antes de su muerte, el gran Alejandro reunió a sus generales y les dio las instrucciones que deberían seguir a su muerte. La primera, que su féretro fuera portado por los médicos que le habían atendido; la segunda, que se fueran esparciendo los tesoros que él había reunido,a lo largo de su trayecto hasta la tumba y la tercera que sus manos quedaran balanceándose fuera del ataúd a la vista de todos. Uno de sus generales, sorprendido por lo insólito de tales peticiones, le preguntó las causas de ese extraño ceremonial. El genial caudillo que aún hoy día sigue asombrando por sus portentosas proezas, se las expuso: Quiero que los médicos más eminentes de la corte carguen con mi féretro para demostrar que no tienen el poder de curar ante la muerte; que el suelo se cubra con mis tesoros en oro, plata y piedras preciosas, es para que mis súbditos se den cuentan que los bienes que se han conquistado se quedan aquí y que mis manos se balanceen para que vean que nacemos con las manos vacías y con las manos vacías nos encontramos cuando morimos.
Toda una lección de humildad y sabiduría del hombre más importante de su época, cuya fama y grandeza permanece a través de la Historia.

ELVALOR DE UN VASO DE LECHE

EL protagonista de esta tercera historia, se refiere al doctor Howard Kelly, que llegó a ser unos de los más célebres y prestigiosos ginecólogos de los Estado Unidos. Siendo muy joven recorría las casas vendiendo objetos baratos con los que poder atender a sus necesidades y estudios. Un día, con unos centavos en el bolsillo como único capital y teniendo hambre, se decidió a pedir algo de comer en su siguiente visita. Sin embargo, sus planes quedaron chafados al encontrarse ante una joven muy atractiva y con una sonrisa encantadora. Sin tiempo a reaccionar y tremendamente cortado ante esa inesperada y bonita aparición, sólo se atrevió a pedirle un vaso de agua. La joven regresó ofreciéndole un vaso de leche. Había intuido que el azarado joven necesitaba algo de alimento. Howard bebió casi con avidez y al terminar, temiendo la contestación, le preguntó qué le debía. “Mi madre nos ha enseñado que estas obras no deben cobrarse”. Ambos se despidieron, con mutua satisfacción, aunque por distintos motivos. El detalle impactó en el joven y lo tomó como un ejemplo de que en cualquier parte se puede uno encontrar con esa persona o circunstancia que nos hace confiar en la bondad humana y mirar al futuro con esperanza.

Pasados los años, ya convertido en un famoso y acreditado doctor, acudieron sus colegas para que les ayudara a descubrir el origen y posible tratamiento de una extraña enfermedad padecida por una mujer. Cuando le dijeron de donde procedía, le vino a la mente sus años de adolescencia y necesidad. Nada más entrar en la habitación reconoció en la enferma a la joven que le había obsequiado llena de amabilidad con aquel vaso de leche tan oportuno. Sin darse a conocer, le dedicó su máxima atención y logró curarla. Fueron muchos análisis, pruebas, días de hospitalización y medicinas empleadas y en un hospital de tanto renombre, donde él ejercía y dirigía. Los gastos debían ser enormes. El doctor Kelly se hizo cargo de todo y cuando llegó el momento del alta, mandó que le pasaran la factura ya abonada a la paciente, pero antes escribió una nota en el margen y la dobló cuidadosamente para que no se viera sin abrirla. Ella la recibió muy nerviosa y preocupada, pues temía y con razón no poder hacer frente a la misma. Cuando la abrió, quedó emocionada y sorprendida ante lo que el famoso médico había escrito: “Totalmente pagada hace muchos años con un vaso de leche”.

Su recuerdo y agradecimiento al doctor fue doblemente emotivo y entrañable. Se convenció una vez más
de la razón que tenía su madre cuando les inculcó desde pequeñas que el amor y la generosidad de Dios se hace ostensible a través del de los hombres de buena voluntad que agradecen los pequeños detalles con valiosas recompensas. . . . .

Tres cortas historias que nos pueden ayudar a reflexionar y cambiar el rumbo de nuestra vida y el comportamiento hacia nuestros semejantes. Sean quienes sean. A mí, al menos, así me han parecido. Hechos y anécdotas que no deben permanecer ocultas e ignoradas porque son las que nos hacen ver la convivencia con nuestro prójimo de una manera diferente a como la teníamos programada. Historias para no dormir, sin antes haber hecho un detenido examen sobre los actos realizados a lo largo de cada jornada. Y así las pesadillas desaparecerán de nuestros sueños.

http://www.vistazoalaprensa.com/contraportada.asp

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