lunes, junio 29, 2009

Villacañas, Apuntaciones sobre la crisis, sus efectos y sus remedios

lunes 29 de junio de 2009

Apuntaciones sobre la crisis, sus efectos y sus remedios

Antonio Castro Villacañas

S E llama crisis, utilizando un común denominador a modo de mala capa que todo lo tapa, a una serie de acontecimientos contemporáneos mejor o peor unidos por la grave enfermedad del Estado social-demócrata-capitalista (o a la inversa, que tanto monta, monta tanto) instalado en casi todo el mundo como lógica consecuencia de la victoria yanqui en la última guerra europea.

Para entender lo que pasa aquí y por ahí en esto que llamamos crisis, hay que tener en cuenta varias cosas. La principal de todas ellas es que hemos de elegir entre ser optimistas o pesimistas, es decir, entre creer que las cosas no tienen arreglo o lo tienen muy difícil, o pensar que tanto la vida individual como la colectiva es algo muy parecido a una navegación por un mar sujeto a toda clase de avatares. Es absurdo pensar que el buen tiempo nos acompañará siempre, por lo que parece lógico el estar siempre preparados para resguardarnos lo mejor posible de la lluvia y el viento, y mejor aún si esa preparación incluye el saber utilizar todos los fenómenos atmosféricos en nuestro provecho. Bajando al terreno político, nadie duda de que lo mejor es saber cuanto antes hacia donde sopla el viento e izar velas o replegarlas según nuestras conveniencias. Sin respetables dosis de optimismo no se puede vivir ni ir hacia ninguna parte.

La segunda consideración es que todas las personas, tanto individuales como sociales, necesitan tener un cierto conocimiento de los fenómenos atmosféricos que pueden afectarles. Si cada uno de nosotros sabe, mirando al cielo, si amenaza o no lluvia, cada uno de los colectivos que nos reunen e integran debe tener organizadas las cosas para prever, en la medida de sus posibles, cuanto puede afectar a su existencia. Ello es absolutamente necesario en todas y cada una de las personas sociales que facilitan o dificultan nuestra vida.

Lo que ahora nos pasa, eso que llamamos crisis, es que nos hemos dado cuenta demasiado tarde de que tanto en España como en el mundo ni existían los observatorios adecuados ni las personas expertas en este tipo de nubes socioeconómicas. Leyendo o escuchando a quienes se las dan de "enterados", lo que más llama la atención es que entre ellos no se ponen de acuerdo en cuales son los orígenes próximos o remotos, y mucho menos cuales van a ser la profundidad y la duración, de la tormenta que estamos soportando. Por esa falta de observadores y de observatorios, los pocos que intuyeron el que algo nos podía ocurrir, y se atrevieron a decirlo, apenas fueron escuchados y menos aún creídos.

La tercera consideración a tener en cuenta es que la citada burbuja del desconocimiento tiene por lo menos medio siglo de existencia, ya que es producto de una cándida visión del mundo y de la vida colectiva que no se da ni se consiente respecto de la vida individual. Esta visión sostiene que el mundo se autorregula y se autoarregla por sí mismo; la intervención de cualquier clase de poderes extramundanos o internos produce -según los citados visionarios- una mayor y más duradera perturbación. Cuanto más grave y extensa sea la enfermedad política, social o económica que sufra el mundo, mayor será el número de por ella afectados, y en consecuencia esta suma de intereses individuales generará en breve tiempo -aunque les parezca demasiado a los afectados- un tan intenso interés común que por fuerza autogenerará la deseada solución general. El liberalismo económico, ese "dejad hacer, dejad pasar, que el mundo marcha por sí mismo y si se pone enfermo se cura por sí sólo", se reinstauró -con algunos tafetanes sociales- tras la II Guerra Mundial, y entre otras cosas produjo un gran desarrollo socioeconómico en casi todo el mundo y el predominio político de los Estados Unidos.

No deja de ser curioso y aleccionador que la presente crisis sea mucho más extensa y profunda, también mucho más destructiva, que su antecesora -la Gran Depresión de los años 20 y 30 del siglo pasado- y esté ligada a ella por su estrecha relación con los dos grandes conflictos bélicos sufridos por Europa y el resto del mundo desde 1914 a 1918 y desde 1939 a 1945. Los dos perturbaron notabilísimamente al mundo entero en el aspecto político:-basta con recordar el hundimiento de los imperios germánicos y ruso, y el nacimiento del imperio soviético y de los fascismos, etc., durante y tras el desarrollo del primero de los citados eventos bélicos; y la creación de la ONU y el resto de la red de organismos internacionales, y la extensión del llamado "Estado del bienestar" a lo largo y después del segundo gran conflicto armado. Todos estos acontecimientos y su red de complementarias consecuencias han producido durante los últimos cincuenta años que el "buen vivir" característico de las clases altas europeas y norteamericanas en los últimos quinquenios del siglo XIX y primeros del XX haya podido extenderse a los 500 millones de personas integrantes de las clases medias y altas de Europa y Norteamérica, y de las clases altas del resto del mundo... ¡Lástima que otros 5.500 millones de personas sigan viviendo en difíciles condiciones de existencia o en la más absoluta pobreza o miseria!

Hay quien dice, teniendo en cuenta esa triste realidad, que la actual crisis es en buena parte producto del miedo originado por la desigualdad, la envidia, la ambición y el recelo. Es posible. Procuraré tratar de ello en otras apuntaciones.

http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=5251

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