jueves, mayo 14, 2009

Ismael Medina, España "kaputt"

jueves 14 de mayo de 2009
España 'kaputt'

Ismael Medina

M E comprometí en la anterior crónica a comentar el lamentable espectáculo de sumisión al gobierno que protagonizaron UGT y CC.OO. en la manifestación del 1º de mayo. Se cruzaba con este propósito la escenificación parlamentaria del llamado debate sobre el Estado de la Nación. Parecía lo razonable aguardar a su desarrollo para optar por uno u otro tema, pese a las muchas reservas que albergaba sobre la entidad de los conejos que, según los medios, sacaría Rodríguez de su ajada chistera de prestidigitador. Y vaya si los extrajo entre alardes retóricos, gesticulaciones, los trillados ataques a Rajoy y los gobiernos de Aznar y los enfebrecidos aplausos del rebaño pesetero a sus falacias, seguidas con notoria desgana y gesto aburrido por Solbes y algún que otro miembro de la platea socialista que todavía conserva la capacidad de pensar. Pero fueron conejos con signos inequívocos de avanzada mixomatosis. El juicio sobre la intervención de Rodríguez, su gestión durante los cinco años en La Moncloa y sus propuestas lo resumió el portavoz de CiU, Durán i Lleida (en román paladino Durán y Lérida) al acusar al presidente del desgobierno de que sólo le importa el poder por el poder.

Escuchado lo escuchado, y visto lo visto, decidí cumplir el compromiso con los lectores y tomar la esperpéntica manifestación sindical del 1º de mayo, convertida en ovejuna pancarta preparatoria del teatro del absurdo que el martes había de protagonizar el amo.
Dependencia ovejuna que, asimismo, evidenció el agreste y bochornoso comportamiento sindical, secundado por el partido socialista, contra el gobierno autonómico madrileño. Una dualidad esperpéntica por cuanto acusan a Esperanza Aguirre de ser responsable de una crisis económica y social que es de ámbito nacional y culpa en su mayor medida de la incompetencia y los desvaríos del gobierno Rodríguez al que hacen el juego. Una y otra centrales sindicales han traicionado a aquellos que dicen representar, de igual manera que los socialistas de retroalimentación “histórica” han traicionado de nuevo a España.

LA LARGA CRISIS DEL SINDICALISMO DE CLASE

Ya en el periodo de entreguerras mundiales se escribió no poco acerca de la crisis del sindicalismo de clase. Se hacía visible en los Estados Unidos su desviación hacia una suerte de grupos mafiosos de presión en connivencia con políticos, banqueros y grandes empresarios. También su creciente infiltración por las mafias siciliana, judía e irlandesa. De esta última obtendría no poco provecho el padre de los Kennedy, enriquecido con el contrabando de alcohol durante la prohibición. Las mafias sindicales influyeron no poco, conviene recordarlo, en el triunfo electoral de John F. Kennedy. Y pervive la sospecha de que, al sentirse defraudadas, fueron parte, al menos, de la conspiración que desembocó en su asesinato y más tarde en el de su hermano Robert, fiscal general del Estado.

El sindicalismo europeo siguió otro camino tras la segunda guerra mundial. Fiel a su origen marxista y a su condición de instrumento revolucionario de los partidos socialista y comunista, acentuó su dependencia de la estrategia expansiva soviética. Y hasta tal punto, también conviene recordarlo, que, siguiendo las consignas del PCF, no se rebelaron contra la ocupación alemana mientras subsistió el pacto suscrito entre el III Reich y la URSS, negociado y firmado por von Ribbentrop y Molotov.

Los países centroseptentrionales, siempre pragmáticos, adecuaron sus legislaciones en la materia para facilitar e incluso forzar acuerdos entre patronales y sindicatos sin que se llegara a la ruptura y a la huelga. Los convenios en Alemania, por ejemplo, están tan regulados que la racionalidad suele imponerse en las negociaciones. Y hasta el punto de que en tiempo de crisis económica como la actual no son infrecuentes pactos en virtud de los cuales los trabajadores aceptan recortes en los salarios y algunas otras restricciones a cambio de que sus empresas garanticen la estabilidad en el empleo, y los cuadros de dirección mermas en sus emolumentos. Y aunque parezca paradójico, la afiliación sindical, tampoco masiva, es la más alta en la Unión Europea. Ocurre asimismo en Alemania que los sindicatos con mayor asentamiento, he leído que seis, son sectoriales.

Situación distinta se produce en el sindicalismo de la Europa mediterránea. Perduran las tradicionales centrales sindicales de clase y ardorosamente reivindicativas, impregnadas todavía de ideologismo marxista, propicias a seguirle el juego político a los partidos de izquierda de cuyos vientres iluministas nacieron y de cuyas ubres se nutrieron. Y en la medida que en esos países los partidos nodriza han evolucionado, lo han hecho también, aunque en ocasiones para seguir en sus trece, armar jaleo y justificar ventajas.

El caso de Italia es muy particular, debido a la desaparición del partido socialista, el hundimiento de la democracia cristiana, la conversión del partido comunista en socialdemocracia, el desplazamiento hacia la democracia convencional de los misinos y el fenómeno triunfante del berlusconismo, de muy difícil comprensión para quienes no sean italianos.

Acaso los sindicalismos más agrestes y tópicos que todavía restan en Europa sean hoy el francés y el griego, aunque , como el nuestro, se muevan al compás electorero de la matriz socialista y opuestos a todo cambio que afecte a sus privilegios.

DEL SINDICALISMO REVOLUCIONARIO AL BORREGUIL EN ESPAÑA

LO de España, sin embargo, es un caso aparte. Siguen ancladas UGT y CC.OO. en efluvios nostálgicos de un lejano pasado, reactivado por Rodríguez. Y no en vano, pues se declaró “rojo” sin que nadie se lo pidiera y a eso propende en materia política y social, aunque en la económica favorezca con descaro los intereses del gran capitalismo, siguiendo los pasos de su admirado Obama, elegido por la plana mayor del Nuevo Orden Mundial para el cumplimiento de sus objetivos. Y más ahora, con España atrapada por una muy acusada recesión económica que su gobierno ha contribuido a agravar hasta el extremo. Y no por casualidad.

No es cosa de entrar hoy en la historia del sindicalismo en España. Pero sí aportar unos mínimos datos de situación.

Durante el primer tercio del siglo pasado fue la autogestionaria CNT la más poderosa, combativa y radical organización sindical de España. UGT, brazo miliciano del partido socialista, le iba bastante a la zaga y desde un principio, y a diferencia de la CNT, le caracterizó la propensión a una estructura burocratizada y oportunista, muy vinculada, como el PSOE, a la masonería del Gran Oriente. Colaboró con la Dictadura de Primo de Rivera hasta que comenzó la conspiración para su derribo y el posterior de la monarquía. Entre los no pocos beneficios que obtuvo de aquella Dictadura fueron la mayoría de las Casas del Pueblo, un regalo inmobiliario que tras el transaccionismo democratizador reivindicó como propio y expoliado por el régimen de Franco, incluyendo en las presuntas reparaciones no poco de lo que incautaron en zona roja durante la guerra. Parece innecesario recordar las atrocidades cometidas por sus envalentonadas huestes antes de la guerra y durante la guerra. Pero sí que, fieles a su origen, acentuaron su dependencia de la URRSS, se convirtieron en instrumento del PCE, y con él y los “consejeros” soviéticos colaboraron en el descabezamiento y liquidación de la CNT y del POUM.

La raíz marxista del sindicalismo de clase no sólo se manifiesta en su incapacidad de adecuación a los profundos cambios que se han registrado en el mundo tras la segunda guerra mundial. Y en particular, los derivados del hundimiento de la Unión Soviética, el cual tampoco han asimilado. Me refiero al hecho de que el sindicalismo comunista y su primo hermano el socialista se convirtieron en una máquina disciplinada y fuertemente burocratizada al servicio del partido y de su poder totalitario. Incluso en policía social vinculada a la policía política. Fue uno de los temas que traté con Francisco Eguiagaray, algo más que un agudo, brillante y culto corresponsal en la URSS, cuando estuve en Moscú a comienzos de los setenta.

UNOS SINDICATOS MANEJADOS DESDE FUERA Y DESDE EL PODER INTERIOR

ALGUNOS historiadores y politólogos no comprometidos con el falseamiento de la historia han sostenido que ni socialistas ni ugetistas protagonizaron una oposición atendible durante el régimen de Franco. Lo sabemos bien quienes vivimos aquel largo periodo. Conocí a entusiastas miembros de la estructura de la Organización Sindical, no pocos de los cuales fueron procuradores en Cortes por el tercio sindical, que procedían de UGT y de CNT.

Comisiones Obreras comenzó a asomar la oreja a comienzos de los sesenta, parapetada tras otras agrupaciones sindicales, entre ellas las Hermandades Obreras de Acción Católica, el falangista Círculo Social Manuel Mateo o la protección que en Perkins le dispensaba su presidente del Consejo de Administración, a la sazón el ex ministro Joaquín Ruiz Jiménez, a cuyo amparo regresó a España el destacado agente comunista Marcelino Camacho. Una curiosa historia, plagada de traiciones, para cuyo conocimiento verídico remito a “La vida que viví con los demás”, de Ceferido L. Maestú Barrio (Ed. Plataforma 2003). Si a alguno de mis lectores interesa hacer con él lo más aconsejable es que lo hagan por correo electrónico a la siguiente dirección: www. secretaria@plataforma2003.org.

Maestú, siempre fiel al mensaje revolucionario de José Antonio Primo de Rivera, fue un insobornable e incansable luchador sindicalista que, además de la cárcel, conoció muy desde dentro las vicisitudes de los movimientos sindicales de toda índole, los apoyos financieros que determinadas organizaciones sindicales de izquierda recibían de la norteamericana AFL-CIO y de la CIA, amén del socialismo y los sindicatos europeos, en particular de IG-Metal, a las que Comisiones añadía las muy consistentes de la URSS. O como al producirse el transacionismo democratizador, y todavía moribunda
la Organización Sindical, se buscaban desde ésta filiaciones para engrosar las filas de la casi inexistente UGT, cuya existencia como fuerza sindical precisaban los “democratizadores” para respaldar al PSOE y proporcionar crédito obrero al “nuevo socialismo” nacido bajo el amparo del tardofranquismo, comprometido con el futuro monarca y acorde con el deslizamiento del socialismo centroeuropeo hacia una aburguesada socialdemocracia. No obstante, ese neosocialismo se apresuró a enviar una comisión a la todavía Leningrado para firmar un convenio con el PCUS del que no tardaría mucho en desdecirse Felipe González. Por ejemplo, cambiar el “OTAN no” pactado con el PCUS al “OTAN sí” impuesto por el NOM. Una operación táctica aquélla destinada a atribuirse una aureola marxista de la que carecía par seducir a una parte del electorado.

A Marcelino Camacho y a Julián Ariza los conocí en el Centro Social Manuel Mateo, del que era presidente José Hernando y nervio ideológico Ceferino Maestú, ambos joseantonianos que propugnaban un sindicalismo fiel a las ideas revolucionarias del fundador de Falange Española, las cuales no eran precisamente las que, tras el Decreto de Unificación, cuajaron en la Organización Sindical, en cierta medida más próxima al corporativismo que defendía Gil Robles (ver su prólogo de “Corporativismo en España”, de Ruiz Alonso, el único diputado obrero que tuvo la CEDA y de triste memoria con sus Escuadras Negras, antifalangistas, en la detención y asesinato de García Lorca).Y también, a las ideas corporativas que sostuvo el liberalista Salvador de Madariaga y por las que, según se ha escrito, se sintió atraído Franco. Entre ambos, parece demostrado, existió relación personal antes de la guerra.

Las centrales están atrapadas, insisto, por quienes las compraron en el tranco del transaccionismo partitocrático y quienes las siguen financiando con ilimitada generosidad. 30.000 millones de pesetas se repartieron las entonces existentes o promovidas, cuando todavía existía la Organización Sindical. UGT y Comisiones recibieron la parte del león. Y año tras año han engullido subvenciones con cargo a los Presupuestos Generales del Estado y de administraciones periféricas. Rodríguez, siempre agradecido por su colaboración, se las ha recrecido no hace mucho con cientos y cientos de millones de euros. Pero la bolsa las engordaron también apoyos financieros de silenciado origen y que pueden explicar sus sospechosas inhibiciones frente a determinados abusos empresariales. Es lógico que respondan a la voz del amo.

LOS DERECHOS LABORALES SUSTRAÍDOS A LOS TRABAJADORES DESDE 1976 A 2006

RODRÍGUEZ había proclamado de manera incesante y en términos bravucones que se opondría al despido libre y mantendría a ultranza su política social frente a la antisocial de la derecha. Y con esa consigna uniforme salieron a la calle el 1º de mayo Comisiones Obreras y UGT. ¿Pero acaso se puede negar la existencia real del despido libre cuando hemos superado ya la cota de los cuatro millones de parados? Un alto porcentaje de los desempleados procede de los contratos temporales, con indemnizaciones irrisorias e incluso si ellas. Pero también incrementan las colas ante las oficinas del INEM y de Cáritas multitud de empleados y trabajadores con contratos fijos que se creían a cubierto.

“Financial Times” publicó en fecha reciente un severo análisis sobre los virulentos efectos económicos y sociales que para España se han derivado de la nefanda gestión de Rodríguez y sus gobiernos. El autor manejaba incontestables datos coincidentes con los hechos públicos por el FMI, la Comisión Europea, la CEOE, el Banco de España y otros organismos, amén de un crecido número de economistas nacionales y extranjeros, varios de ellos socialistas. Pero “Financial Times” advertía que los trabajadores españoles gozaban de superior estabilidad en el empleo durante el régimen de Franco. Y no marraba.

El Pacto de la Moncloa abrió la puerta a una primera liberalización de la política de empleo del periodo franquista con el respaldo de UGT y Comisiones Obreras. Proceso pretendidamente reformista que ampliaron los Pactos de Toledo, de cuya iniciativa socialista se ha vanagloriado Rodríguez en más de una ocasión. También contaron con el beneplácito de las bien pagadas centrales sindicales. Un paso atrás en varios ámbitos sociales de los que acaso el más dañino fue el contrato temporal.

Lo que ahora reconoce “Financial Times” lo comenta así Maestú: “Es triste, para quienes luchamos contra el sindicalismo de Franco, tener que reconocer que, en 1976, los derechos individuales de los trabajadores estaban definidos y asegurados aunque haya quienes se escandalicen con el recuerdo de la verdad”.

Maestú contrapone para confirmarlo realidades sociales de 1976 y las correlativas de 2006. Por ejemplo:

- En 1976 había 600.000 parados y treinta años después, tres millones.

- En 1976 todos los contratos eran fijos, y treinta años después la mayoría eran temporales.

- En 1976 los derechos eran consolidados y treinta años después, en gran medida, de lo que se pactase en convenio colectivo, negociado siempre a partir de cero.

- En 1976 el plus de antigüedad, como reconocimiento de los años de servicio, estaba garantizado, legalmente, con una revisión automática de la retribución salarial, pero treinta años después ha ido desapareciendo o se mantiene, en precario, en cierto número de convenios colectivos.

- En 1976 se mantenía el derecho de participación en el beneficio, aplicado provisionalmente mediante una paga extraordinaria a expensas de su regulación definitiva. Treinta años después había desaparecido esa paga con carácter casi general o había cambiado de denominación.

- En 1976 aún estaba vigente el artículo 35 de la Ley de Relaciones Laborales por el que se impedía el despido arbitrario de un trabajador. Treinta años después, por causas objetivas o por necesidades técnicas, organizativas o de producción, se puede despedir, individual o colectivamente, a los trabajadores.

- En 1976, la Universidades Laborales promocionaban profesionalmente a miles de trabajadores jóvenes; las residencias de Educación y Descanso estaban abiertas a todos y no solo, casi en exclusiva, a los afiliados a Comisiones Obreras y UGT; muchas empresas tenían la obligación de construir viviendas para su personal y economatos para economizar los costos de la alimentación.

DESMANTELAMIENTO DE ESPAÑA AL SERVICIO DEL NOM

ES llamativo, cuando no esperpéntico, que Comisiones Obreras y otros sindicatos más o menos clandestinos, e incluso tolerados, lucharan en el tardo franquismo por mejorar aún más esas ventajosas condiciones, pero que, a partir de 1976, hicieran causa común con los sectores políticos y empresariales que las consideran estructuralmente contrarias a una economía productiva moderna y de corte europeo. Resulta, sin embargo, que el índice de convergencia con Europa de entonces ha sufrido una intermitente regresión sin que las dos paniaguadas centrales sindicales se hayan revuelto contra sus negativos efectos social. Y cuando se estudian a fondo las tres huelgas generales que convocaron (dos en tiempos de Felipe González y una en los de Aznar), se descubre un sucio trasfondo político, relacionado con la estrategia dominadora del Nuevo Orden Mundial, el cual jugó un papel resolutivo en el magnicidio de 1973, en el armazón constitucional de la democracia parlamentaria, en la caída de Suárez, en el acceso al poder de Felipe González, en su aniquilación y en tantos otros acontecimientos. Y no cabe duda de que ningún personaje más apropiado para sus fines que quien durante varios lustros no había pasado de ser un tal Zapatero, enquistado en las redes burocráticas del partido.

Acertó Rajoy al acusar a Rodríguez de que su “medida social” relativa a la vivienda es un dardo mortal dirigido al corazón de la clase media. Pudo referirse también a otras. Los más de los cuatro millones de parados, y los que vendrán de manera inexorable, así como la brutal y sistemática destrucción de pequeñas y medianas empresa, amén de los cierres, quiebras, suspensiones de pago y ERE de otras de mayor tamaño, desembocan en unas proterva y masiva proletarización de la extensa clase media que se creó bajo el franquismo, fue la gran protagonista del famoso cambio pacífico de la dictadura a la democracia y sirvió, hasta ahora, de colchón estabilizador político y social, pese a los desmanes del totalitarismo partitocráticos, llevado al extremo por Rodríguez, sus gobiernos, su ruinosa red clientelista y las dos centrales sindicales en el papel de mamporreros.

No solo se trata de desmontar por resentimiento sectario todo lo positivo que pudo legar el régimen de Franco. Hay mucho más y perverso en todo el proceso de sistemática descomposición a que asistimos. Se persigue destruir el Estado-Nación, pervertir las instituciones básicas, convertir la sociedad en un generalizado prostíbulo, fomentar la inseguridad y el miedo en todos los ámbitos, inhabilitar los más elementales supuestos de la defensa nacional, aniquilar el legítimo orgullo de ser españoles, incitar los enfrentamientos y, en definitiva, convertir a España en un conjunto de desleídas y contrapuestas granjas orwellianas, manejadas a su antojo por el Nuevo Orden Mundial.

Detrás de lo sucedido en España desde el tardofranquismo hasta hoy, en un permanente crescendo desmantelador, llevado por Rodríguez hasta el paroxismo, estuvieron y siguen estando los brazos operativos del gobierno mundial en ciernes.

Los hechos son los que importan, y no la farfolla retórica del debate del estado de una nación agónica y ya casi inexistente. Es el motivo de que la situación me haya sugerido titular este artículo recurriendo al de la mejor novela de Curzio Malaparte: Kaputt. En este caso España es la víctima.

http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=5193

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