miércoles, enero 21, 2009

Barack Obama: asuntos militares pendientes

Barack Obama: asuntos militares pendientes

RICARDO MARTÍNEZ ISIDORO General de División (Rva.)

Miércoles, 21-01-09
CON el acceso de Barack Obama al cargo de Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos, parece oportuno realizar unas reflexiones sobre el estado de los asuntos cruciales de índole militar a los que deberá hacer frente con premura, una vez finalizado este modélico periodo previo en el que el nuevo presidente ha optado por el respeto a los que estaban «todavía» en los mandos «de esa gran Nación».
La cuestión es saber el carácter de la nueva estrategia militar que seguirá; si se moverá en la continuidad o si existirán cambios sustanciales que den personalidad propia a este nuevo ciclo estratégico. Es necesario asumir desde el primer momento que la realidad de las operaciones que se conducen y el tipo de estrategia de corte asimétrico que desarrolla el enemigo en ciertos teatros bélicos deja poco margen para los cambios.
Varios conflictos mantienen la profunda atención del Ejército y no es pequeño el esfuerzo que ha tenido que realizar para mantenerse creíble ante las múltiples solicitudes a las que ha sido requerido. Sin ser exhaustivo, pero recogiendo las lecciones aprendidas de su actuación en los distintos conflictos en los que ha participado en esta última década, se pueden observar carencias que es necesario enmendar, en un caso, y características nuevas de su actuación en las que le será preciso profundizar, en otros.
Por ejemplo la culminación de las operaciones en Irak, desarrollando la nueva estrategia operativa puesta en marcha por el entonces Jefe de la Fuerza, General Petraeus, hoy Comandante del Uscentcom, y por lo tanto responsable de todo el Mando Central norteamericano, que incluye también el teatro afgano. Los éxitos de la transición en Irak son incontestables,como demuestran los indicadores de conflictividad, manejados y renovados constantemente en los Cuarteles Generales de la Operación «Iraki Freedom», que apuntan a un grado de pacificación que aún en el año 2007 hubiera sido difícil predecir. Aún queda mucho por hacer pero en este momento se percibe la victoria, la victoria de la lucha por conseguir que la población sea afín al proceso, objetivo que siempre se debió perseguir.
Es precisa la eliminación de los aspectos negativos de las operaciones, tanto los daños colaterales de las acciones realizadas con inteligencia mediocre y fuego inadecuado en relación con el objetivo, como la obtención de información de los detenidos utilizando técnicas que derivan fácilmente en sucesos tan deleznables y de triste recuerdo como el de la cárcel de Abu Graib en Irak. Y precisa es la recuperación y mantenimiento de los valores norteamericanos en las operaciones, como recomienda siempre el General Petraeus, en oposición al concepto de victoria a toda costa.
Todo ello nos lleva también a la recuperación de la tradicional unanimidad de aceptación de la sociedad americana hacia las operaciones que conduce su Ejército, verdadera fuerza moral de su existencia y justificación, como continuidad de la gran tradición de generosidad estratégica de que siempre ha hecho gala Estados Unidos en los diferentes conflictos, en especial en las dos Guerras Mundiales.
No hay que olvidar la necesaria reorganización del Ejército, adaptándole al nuevo tipo de guerra y a las lecciones que ha recibido de las distintas operaciones. El Army y el Cuerpo de Marines han sufrido probablemente, entre los años 2004 y 2007, en Irak y en Afganistán, uno de los periodos más críticos de su historia, que estuvo a punto de dejarlos en k.o. técnico. La disponibilidad de fuerzas, la necesidad de conciliar los periodos de preparación con los de proyección, el elevado número de bajas, no solo fallecidos sino grandes heridos, las nuevas y crecientes necesidades de efectivos en las zonas de operaciones y las retenciones de personal en labores de seguridad interior, frente a las grandes catástrofes sufridas en Estados Unidos en los últimos años, dejaron inermes las reservas para hacer frente a cualquier otro teatro de operaciones que pudiera haberse abierto en otra parte del mundo, aspecto que ante las amenazas actuales, fue muy perjudicial para su disuasión.
Es precisa una dedicación creciente a Afganistán, aprovechando el conocimiento acumulado en Irak y las fuerzas que de allí puedan detraerse. Dos aspectos, al menos, merecen destacarse al respecto: el primero estaría relacionado con la dificultad de aplicación del modelo de transición iraquí a Afganistán, país inmensamente pobre, en el que concurren circunstancias de la lucha contra la insurgencia que sí podrían ser aprovechadas, pero no la voluntad general por estabilizarse que existe en Irak, forzada, si se quiere, por la ocupación anglonorteamericana en la creencia general de que en diez años de calma harían del país un ámbito de convivencia tan próspero como el de sus vecinos, ricos productores de petróleo y grandes inversores en el mundo.
El segundo aspecto diferencial residiría en la necesidad de mantener en Afganistán una estrategia militar única, con un fuerte liderazgo y acción de conjunto, que hoy por hoy no es posible planear ni ejecutar debido al diferente perfil de los mandatos nacionales de los países participantes en la Fuerza Internacional de Estabilización de Afganistán(ISAF) y Libertad Duradera.
Por último, es necesario el desarrollo de una estrategia militar hacia Pakistán, subsidiaria de la estrategia general para con este país y que está en relación estrecha con las operaciones que se producen en Afganistán. La dificultad en el diagnóstico de la situación pakistaní, varada entre la gran islamización del Estado, la existencia de multitud de entes a menudo muy radicales y el interés estratégico permanente para con la India, hipotecan la colaboración transparente con el Ejército del gran país asiático, en una región tan definitiva como la frontera común con Afganistán.
No es ajena a estas reflexiones la mejora sustancial a la que están siendo sometidas las Fuerzas Armadas de la Federación Rusa, sobre todo en calidad, recuperándose de un proceso que, falto de inversiones, había precipitado la obsolescencia de su Ejército. Nuevos sistemas de armas convencionales, moral renovada, aunque sólo sea con las victorias en el exterior próximo, como fue el caso de la ocupación de provincias georgianas, una industria de armamento activada con ventas a países con abundantes petrodólares y una argumentación estratégica agresiva, que llega a poner sobre el tablero el viejo reto del despliegue de misiles de corto alcance, típico de la fría Europa de los años ochenta. Todo ello con la inaceptable y general coacción energética, son señales que no por ser poco comentadas en Occidente son menos susceptibles de ser consideradas como generadoras de las correspondientes alarmas y, por tanto, ser tenidas en cuenta a la hora de planear una estrategia de fuerzas por parte del mejor ejército del mundo.
Por si fuera poco, aunque la proliferación nuclear no se analiza aquí, no cabe duda que la probable creación de una capacidad militar por parte de Irán tendrá una respuesta, en términos de estrategia militar, que no desdeñaría la importante fuerza convencional de ese país islámico.
El ciclo Obama, caracterizado, según sus propias palabras, por «ser fuertes dentro de EE.UU. para poderlo ser fuera», incorpora conflictos anteriores, unos enderezados por la ejecución de buenas estrategias, pero otros, como Afganistán, que deberán recoger toda su sabiduría y destreza para poder encauzarlos.
Hoy se inicia un periodo en la polarización de este mundo globalizado en el que Rusia quiere jugar su papel, como lo hizo en todos los periodos históricos recientes, y en el que ya la economía no podrá ser, a corto plazo, la red salvadora.

http://www.abc.es/20090121/opinion-tercera/barack-obama-asuntos-militares-20090121.html

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