jueves, diciembre 11, 2008

Pio Moa, Mal fisico y mal espiritual

Mal físico y mal espiritual.
12 de Diciembre de 2008 - 06:05:04 - Pío Moa

Generalmente identificamos el mal con el sufrimiento (no en el sentido positivo de “sufrir”, es decir, soportar con buen ánimo algo desagradable o doloroso --“Todo lo sufren en cualquier asalto. Sólo no sufren que les hablen alto”); también cabría concebir el mal como algo distinto del sufrimiento, aunque manifiesto en él, pero de momento podemos igualar ambos conceptos. Habría males absolutos, padecimientos que no podemos evitar, y otros relativos, algo así como costes de un bien o efectos indeseados e imprevisibles y "daños colaterales" de una acción encaminada a un bien.

En otro orden de cosas, podemos distinguir un sufrimiento corporal y otro digamos espiritual: el moral, el intelectual, el social (nacido del trato en sociedad, del roce con otros yoes), por ejemplo.


El sufrimiento corporal nace del mundo que nos acoge y al mismo tiempo nos hostiga: aparte de los accidentes dolorosos o mortales, de las agresiones climáticas, etc., nos rodean formas de vida que toman nuestro cuerpo como fuente de la suya propia, desde animales peligrosos o parásitos a las mucho más dañinas formas de vida invisible, microbiana, en constante acoso: en un sentido muy real, vivir es defenderse. Y atacar: cada cuerpo exige el consumo de una cantidad de energía procedente del exterior, precisamente de otra materia viva, una exigencia que causa sufrimiento (mal) a otros seres. A la necesidad de alimentarse dedica cada organismo un esfuerzo enorme, en muchos casos el principal esfuerzo a lo largo de su existencia. El éxito en ese esfuerzo causa placer, pero menos que el sufrimiento causado a las víctimas (por ello, quizá, produce también culpa en el ser humano. No es de extrañar que en la Biblia sea Dios quien libera al hombre de esa culpa al autorizarle a matar animales y alimentarse de ellos. Solemos creer también que las plantas no sufren, pero es solo una suposición).


Otra fuente de dolor corporal proviene de los desarreglos causados por la misma complejidad del organismo vivo, en particular los animales superiores: los equilibrios casi milagrosos, la infinidad de reacciones químicas constantes que le permiten funcionar y mantenerse como unidad, en lugar de desarrollarse como un monstruo incapaz de sobrevivir. Los cánceres indican algo, pero lo extraño es su frecuencia no excesiva. Ante la complejidad del organismo y de sus acciones resulta asombroso que lo normal sea su sostenimiento y no su rápido desequilibrio y autodestrucción.


En cuanto al sufrimiento espiritual, tiene una gama enorme, desde el proveniente de las relaciones con los demás, fuente de goce pero siempre acompañado de peligros, choques y roces que llegan a ocasionar gran sufrimiento, hasta el procedente de nuestra propia psique, con sus deseos inagotables o multiplicados, y con su capacidad imaginativa para crear monstruos con repercusiones prácticas. Añadamos la consciencia de la muerte, por lo común apagada pero nunca ausente: consciencia con efectos muy complejos, desde el esfuerzo por sublimar, por elevar la dignidad del tiempo de vida que nos es dado y cuya extensión ignoramos, hasta la sensación de futilidad final de nuestros esfuerzos.



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****He aquí una gran canción (habanera) poco conocida. Es, me parece, de los años 40, época dorada de la canción española, aunque el tema se refiere a finales del siglo anterior. En mucho tiempo no encontré a otro que la conociera, salvo Juan Carlos Girauta. El café de Platerías era uno de los célebres de Madrid, creo que quedaba en la calle Mayor:

http://www.youtube.com/watch?v=nXZzKBpxaZk&feature=related





****Miguel Prol, de Radicales Libres, me envía un gráfico sobre el grado de aceptación, por países, de la teoría de la evolución, con este comentario: “La posición de EE.UU. (Usa, quiere decir) me ha recordado al novelista Juan Valera quien en 1867, por otros motivos, cuando el pesimismo por la situación de España empezaba a extenderse, agradecía que existiera Turquía cuyas desastrosas circunstancias garantizaban que España no estuviera la última entre los países europeos y mediterráneos”

Muy bien, pero ¿se trata de aceptación o de creencia? Habría que pedir a esos aceptantes que explicaran la teoría darviniana con alguna claridad y rebatieran las objeciones a ella. No digo si la teoría puede considerarse científica o no, sino si sus creyentes la defienden con fe (una parodia de fe religiosa) o con verdadero conocimiento de causa.

http://radikaleslibres.blogspot.com/2008/12/aceptacin-pblica-de-la-evolucin-en-34.html

Digamos de paso que Valera estaba muy equivocado: había otros muchos países europeos por detrás de España. Pero la paletería “pesimista” sobre el país, con que muchos quieren hacerse los interesantes, es un mal que más de cien años dura. Y eso que Valera era hombre de mundo. Como también Cánovas, y tuvo que hacer la gracieta palurda: “es español quien no puede ser otra cosa”. ¡Las tonterías que habrán soltado con la mayor desenvoltura tantos listos inferiores a Cánovas o a Valera!





*** Ministerio de la Pederastia, la Droga y el Puterío, so capa de Sanidad. Pues la pederastia no caracteriza solo a quien la practica directa y físicamente; también a quien estimula lo que ese ministerio estimula en los niños, tratando de presentarles como normal lo que no debe serlo. Tratando de empujarlos a imitar a los más macarrillas y grotescos jaimitos que siempre hubo entre ellos, imitando su lenguaje macarra (se ve que les sale de dentro, al ministro y su banda). Incitando también a la droga, aunque los niños no la necesiten para “rejuvenecer”, como sugiere el ministerio a los mayores… Lo que solía llamarse corrupción de menores, muy adecuadamente. ¿Cómo denominar a esta gentuza? Llevan la corrupción, no solo la económica, metida hasta el tuétano. ¿Y no los echará la sociedad a patadas en el trasero? ¿Tan increíblemente bajo va cayendo el país, hasta convertirse en país basura?



****A Trillo le mantiene bien informado Rubalcaba, el portavoz de la corrupción y del GAL. Trillo, emocionado y agradecido. El Futurista, no menos.



****“Fraga: "Eso de partido p'ayudar no es verdad” Bueno, depende: p´ayudar a Zapo sí es verdad. P´ayudar a la Constitución, a las víctimas del terrorismo, a la libertad de expresión, a la integridad de España, a la independencia judicial y a otras cosas, ahí ya no. Pequeñeces, le parecerán a Fraga, que luchaba contra el franquismo desde dentro, si no le hemos entendido mal.




****“Pocos diputados en su enfrentamiento con Salgado. Escaños vacíos para Rosa Díez”. Los dipuvagos haciendo el vacío a quien vale mucho más que ellos. Chusma, más bien que clase, política.





****“Magdalena Álvarez: "Estamos acercando el territorio español a los vascos". La estupidez y la canallería. Indisimulables.





**** Aparentemente ayer me colaron un gol, una posible crítica malintencionada a Luis del Pino. No lo interpreté yo así. Luis del Pino es quien más ha hecho y más persiste en esclarecer la matanza del 11-m. Creía yo que las concentraciones por el 11-m partían de él, pero tanto si es así como si no, están muy bien, contribuyen a la buena causa. Sé que hay disputas y hasta peleas, eso es irremediable, y más en España. Acabamos de ver las del Foro de Ermua, que afortunadamente continúa activo, y ahora mismo tenemos a Rosa Díez, que no une esfuerzos con Ciudadanos porque, asegura, tiene importantes diferencias con ese partido. Pero no ha explicado cuáles.


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De La Vía de la Plata:

"La vista hacia arriba causa pasmo: despeñaderos casi verticales, paredones de cientos y cientos de metros angostándose contra el exiguo lecho del río, oprimiendo el espacio.

Colosales recortes de calizas, breñas y herbazales de un verde clarísimo, grupos de árboles suspendidos sobre abismos: una explosión inmóvil de la naturaleza. Hace un extraño efecto el contraste entre los solitarios, desiertos y en apariencia inaccesibles gigantes pétreos, y la mínima cinta a sus pies, poblada de hormigas bípedas. La extraordinaria visión produce curiosas reacciones en los paseantes. Hay quien canta desafinadamente a pleno pulmón, sin vergüenza, otros hablan a voces. Al viajero le da por soltar carcajadas, como un chiflado.


El viajero no acaba de identificar la canal de La Trea. Las canales son junturas entre montañas, torrenteras o despeñaderos que permiten, con esfuerzo y riesgo apreciables para quien no va preparado, emerger de la hoz por sus costados. Además, La Trea está demasiado cerca de Caín, y el viajero piensa adentrarse por la garganta durante cosa de hora y media. Anda ese trayecto y observa una canal que le parece propicia. Sube por unos pastos con nogales diseminados, recogiendo algunas nueces. Ve un refugio de pastores y, un poco más arriba, el comienzo de una torrentera pedregosa, de la cual se separa una senda de cabras que en zigzag escala hasta una cueva natural, probable encierro de ganado.


Corta el de la mochila pedregal arriba, pues la senda le desvía. Va con cierta ansiedad, pues la subida es realmente dura y no sabe bien dónde se mete. Calcula que desde lo alto se orientará grosso modo hasta la laguna de la Ercina.


Desde una peñas le miran, quietos, unos rebecos. El terreno aumenta su pendiente y obliga a utilizar manos y pies. A veces el viajero pierde pie y se sueltan piedras que

ruedan largos trechos. Al pararse a descansar advierte que de haber ido por la senda de la cueva habría dado con un espacio menos empinado, aunque quizá lo desviara al este.


A poco de reanudar la subida, ve obstruida su marcha por dos paredes verticales, una sobre otra, separadas por un mínimo rellano. La inferior mediría seis o siete metros, y la de arriba unos diez. Paredes resbalosas por los hilos de agua que se deslizan sobre ellas. No hay sino acometerlas o retroceder. Mirando hacia el río, el viajero contempla la larga distancia ya cubierta con tanto trabajo, y se impone proseguir. Prueba a trepar, con la inquietud de si después vendrían nuevos muros inescalables, volviendo baldíos los esfuerzos realizados y forzándole a volver grupas en un descenso peligroso.


Así que se pega a la roca, agarrándose a las grietas y tanteando los asideros. De súbito le resbala el pie izquierdo y, con el impulso, se le suelta la misma mano; el peso de la mochila le desequilibra y pierde también el otro pie. Crispando desesperadamente la mano derecha, consigue reponer los pies y la otra mano contra el peñasco. Mira abajo cuidadosamente y comprueba que se habría desplomado unos cuatro metros,

de espalda, sobre un erizamiento de rocas y una pendiente brusquísima. Sin duda se habría roto el espinazo y otros huesos. Su voz no alcanzaría a la pista, y por aquellos andurriales tal vez no pasara nadie en bastantes días.


Vuelve la vista hacia arriba: faltaba menos de un metro para tocar el rellano, pero era un trozo liso y resbaladizo. Hay que descender. Nuevamente al pie de la pared, reconsidera bajar hacia la senda de cabras. Pero desde donde está casi le da más prevención bajar que subir, de modo que vuelve a abordar el murallón, ahora

por un lado que le había parecido antes menos practicable. Por fin, con mucha precaución y trabajo, consigue alzarse hasta el rellano. Después el segundo muro, si bien más alto, resulta más accesible.


El trepador, aunque ágil, carece absolutamente de experiencia en escalada y a veces sufre de un ligero vértigo. Se echa a descansar y siente un escalofrío al considerar lo

cerca que ha estado de la catástrofe. Le habían aconsejado avisar de su excursión a la Guardia Civil, pero no lo había hecho. En realidad nunca advierte a nadie de por dónde

piensa ir, cosa de carácter, quizá. Se prohíbe nuevas consideraciones. Una vez metido en el fregado, lo mejor es concentrarse en él.


Hacia lo alto y hacia abajo se alarga cientos de metros una franja de pedregal, flanqueada por roquedos inaccesibles. La visión corta el aliento a quien se sienta entre

los pedruscos, semicolgado en el vacío y que reanuda su trepa, siempre gateando, sudando a chorros y con el corazón latiéndole violentamente por el esfuerzo. Le satisface comprobar que domina la sensación de peligro y aislamiento, y también su buena forma física, si bien le duelen las rodillas.


Ha empezado el ascenso a las once y media, y cuando llega al cantil del despeñadero ha pasado tres horas largas de tensos esfuerzos.


Desde la cima, el paisaje cobra mayor esplendor si cabe. Y también se vuelve más amenazante: la vista se pierde por un laberinto de rocas y silencio, montañas y más

montañas elevando sus crestas blancas a un cielo azul con nubecillas. El ser humano se creería un intruso".


http://www.youtube.com/watch?v=hRwj7WUYTnY

http://blogs.libertaddigital.com/presente-y-pasado/mal-fisico-y-mal-espiritual-4191/

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