viernes, diciembre 12, 2008

Ignacio Camacho, El bisturí

El bisturí

IGNACIO CAMACHO

Viernes, 12-12-08
POR más contundente que esté resultando la política del Ministerio del Interior a la hora de detener terroristas con implacable y rápida eficacia, y por más saludables indicios que reflejen el regreso del consenso antiterrorista, muchos españoles continúan alentando la sospecha de que el Gobierno no haya cerrado de modo definitivo la puerta a una negociación que, aun con otros parámetros y condiciones que en la desdichada legislatura anterior, ponga de alguna manera un final pactado a la violencia etarra. Y ello es así porque incluso en los momentos de mayor determinación en la lucha contra los pistoleros se mantienen gestos de calculada ambigüedad dirigidos a su entorno político, al que no se termina de achicar el espacio con la misma diligencia que a quienes empuñan las armas. Esa renuencia llena de casuismos tácticos constituye de hecho un lenguaje paralelo que emite signos alternativos de leve esperanza en una salida política.
Gestos como el acercamiento de presos supuestamente hastiados de la vía violenta o la perezosa reluctancia a disolver los ayuntamientos controlados por ANV parecen destinados a mantener la expectativa de un posible diálogo con los elementos menos atroces de la banda y su red de apoyo. El rebuscado estrambote retórico del «bisturí» que extirpa ¡células cancerígenas! -¿dónde habrá estudiado medicina el escribidor de discursos de Zapatero?- sin rozar el «corazón del pluralismo», no puede ser interpretado más que como un guiño en esa dirección. Salvo que el presidente considere que los cómplices de los terroristas son dignos de integración en la pluralidad democrática carecerían de sentido semejantes retruécanos, algo ridículos en su solemnidad pretenciosa y tan parecidos a los que ya conocimos en la época del Proceso.
En el lenguaje no verbal de la política, y a veces hasta en el explícito, que acompaña cada detención de etarras subyace una suerte de mensaje cifrado: por el camino de la violencia se va directo a la cárcel, mientras que por el de antes se llega a los ayuntamientos o, al menos, a una cárcel más cercana a casa. En ese sentido, no deja de sorprender que la intensa presión policial sobre los intentos de reorganización operativa de los asesinos haya olvidado a los Ternera y otros elementos presuntamente más moldeables que protagonizaron la anterior intentona negociadora. El bisturí de Rubalcaba parece, ciertamente, muy afinado.
Este Gobierno no sólo no ha entonado jamás la palinodia por su fracasado diálogo, sino que acaso continúe convencido de que el presentido final de ETA no debe producirse por consunción silenciosa, sino con un hecho visible que sirva para escenificar el papel del presidente como pacificador histórico. Si a ello se une el tacticismo de perfil bajo que aparca la presión sobre ANV para no alborotarle las expectativas a Patxi López en el escenario preelectoral vasco, obtendremos el diseño del guión con que sueña Zapatero: una estrategia de presión selectiva instrumental para llegar hasta un final que se reserva para él solo. Con la zanahoria en una mano y el palo -o el bisturí- en la otra. Y quizá olvidando de nuevo que cuando después de un largo combate se negocia con un enemigo acorralado, el resultado se llama armisticio en vez de victoria.

http://www.abc.es/20081212/opinion-firmas/bisturi-20081212.html

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