domingo, noviembre 23, 2008

Paulo Coelho, Aprendiendo a ver

lunes 24 de noviembre de 2008
APRENDIENDO A VER

Cierta vez preguntaron al escultor Miguel Ángel cómo hacía para crear obras tan magníficas. «Es muy sencillo –respondió él–. Cuando miro un bloque de mármol, veo la escultura adentro. Todo lo que tengo que hacer es retirar los sobrantes.» En el fondo, la vida es el arte de ver más allá de las apariencias. La obra de arte de nuestra existencia está, muchas veces, recubierta por años de miedos, culpas e indecisiones. Pero si nos decidimos a retirar estos sobrantes, si no dudamos de nuestra capacidad, podremos llevar adelante la misión que nos fue destinada. A continuación, algunos relatos sobre el arte de ver mejor lo que está sucediendo:

El rostro invisible
Un emperador dijo al rabino Yeoschoua ben Hanania: –Me gustaría mucho ver a vuestro Dios. –Es imposible –respondió el rabino. –¿Imposible? –replicó–. Entonces, ¿cómo voy a poder confiar mi vida a alguien a quien no puedo ver? –Muéstreme el bolsillo donde tiene guardado el amor por su mujer y déjeme pesarlo, para ver si es grande. –No sea tonto: nadie puede guardar el amor en un bolsillo. –El Sol es apenas una de las obras que el Señor colocó en el universo y, sin embargo, usted no puede verlo directamente. Tampoco puede ver el amor, pero sabe que es capaz de enamorarse de una mujer y confiarle su vida. ¿No le parece evidente que existen ciertas cosas en las que confiamos sin ver?

Viéndose a sí mismo
–Cuando estés delante de tu compañero, procura mirarte a ti mismo –dijo el maestro japonés Okakura Kakuso. –Pero ¿no es esto una actitud egoísta? –cuestionó un discípulo–. Si nos preocupamos por nosotros mismos, jamás veremos lo que los otros tienen de bueno para ofrecer. –Ojalá siempre consiguiéramos ver las cosas buenas que están a nuestro alrededor –contestó Kakuso–, pero, en verdad, cuando miramos al prójimo, estamos sólo buscando defectos. Intentamos descubrir su maldad, porque deseamos que sea peor que nosotros. Nunca lo perdonamos si nos hiere, porque creemos que jamás seríamos perdonados por él. Conseguimos herirlo con palabras duras, afirmando que decimos la verdad, cuando apenas estamos intentando ocultarla de nosotros mismos. Fingimos que somos importantes para que nadie pueda ver nuestra fragilidad. Por eso, siempre que estés juzgando a tu hermano, ten conciencia de que eres tú quien está en el tribunal.

Cara a cara con el peligro
El discípulo dijo al maestro: –He pasado gran parte de mi día viendo cosas que no debía ver, deseando cosas que no debía desear, haciendo planes que no debía hacer. El maestro invitó al discípulo a dar un paseo. Por el camino señaló una planta y preguntó al discípulo si sabía lo que era. –Belladona. Puede matar a quien coma sus hojas. –Pero también es verdad que no puede matar a quien se limita simplemente a contemplarla. De la misma manera, los deseos negativos no pueden causar ningún mal si tú no te dejas seducir por ellos.


http://www.xlsemanal.com/web/firma.php?id_edicion=3627&id_firma=7630

No hay comentarios: