jueves, noviembre 20, 2008

Muerte y suicidio, el triunfo absoluto

Muerte y suicidio: el triunfo absoluto

21.11.2008

CARME ALCOVERRO CATEDRÁTICA DE SECUNDARIA Y DTORA. DE LA REVISTA 'ESCOLA CATALANA'

H ace unas semanas, un estudiante de cocina de grado superior finlandés (no era, pues, un fracasado) disparó contra sus compañeros durante un examen y prendió fuego a la escuela. Por segunda vez en su historia, y en menos de un año, se producía un hecho tan luctuoso. Hechos parecidos se habían dado antes en Estados Unidos, Canadá y Alemania. Tenemos, pues, un paradigma. Sin embargo hemos podido leer algunos argumentos bastante burdos al respecto: '¿De qué sirve la excelencia en la educación si no se pueden evitar estas tragedias?'. O 'esto es debido a los divorcios, porque conllevan más desestructuración familiar', etcétera. E incluso en la misma Finlandia, algún político de derechas lo ha atribuido a la elección de materias por parte de los chavales desde muy temprano (lo que es caro), que por lo visto creaba incomunicación. Envidia y mentiras. Son corrientes los prejuicios, y más si el mal proviene de países más desarrollados económica y socialmente que el nuestro, que se transforman en indiferencia, o que nos llevan a justificar lo injustificable cuando el mal sucede en países pobres.
A mi modo de ver, ello ayuda a minar la idea del Estado del Bienestar. Recuerdo a los lectores que la sociedad finlandesa tiene un grado de desarrollo social extraordinario: con políticas educativas (por cierto, con buenos resultados muy anteriores a los informes PISA), con políticas familiares, ayudas a jóvenes y mayores, políticas medioambientales muy avanzadas, entre otras, que han contribuido a la construcción de un país con pocas diferencias sociales, fruto del acierto de un desarrollo capitalista matizado con la intervención del Estado (y que, como comprobamos hoy, continúa siendo imprescindible frente a la codicia del capital especulativo globalizado que ya estamos padeciendo todos). Y ello se ha basado en un fuerte compromiso ético de la sociedad. Piensen además que ya en los 90 los finlandeses supieron salir con éxito de una profunda crisis económica gracias a estas políticas.
Pero volvamos al asesinato múltiple. Hoy, después de profundos debates, tomarán medidas: de momento serán más exigentes con los permisos de armas (por razones históricas y por afición a la caza, es uno de los países en donde hay más licencias, pero paradójicamente tiene uno de los índices de violencia más bajos del mundo). Ahora bien, ¿conseguirán que no se vuelvan a repetir casos similares? Creo que no. Este tipo de violencia puede reproducirse en Finlandia o en cualquier otra parte del Primer Mundo.
Veamos. En un ensayito magnífico, 'El perdedor radical', el poeta y pensador Hans Magnus Enzensberger elabora un concepto, para explicarnos especialmente las causas del terrorismo islámico, que voy tomar prestado. El perdedor radical no es casi nunca un desvalido, pero se siente maltratado, humillado, víctima, aunque no lo sea, porque siempre se compara con los que considera ganadores. Es un hombre solitario, aislado, que va acumulando odio, mientras alimenta quimeras, y espera hasta estallar en un acto de violencia extrema en el que triunfará sobre los demás aniquilándolos y, a menudo, aniquilándose. Si su vida no tiene valor, entonces, ¿qué valor va a tener la vida de los otros? Es un perdedor radical el que asesina a su mujer y se suicida (les recomiendo el dibujo que hace de este personaje la escritora Melania G. Mazzuco en su última novela, 'Un día perfecto'), o el que mata en una discusión de tráfico, el que mata al policía o al adversario político (lean ETA, u otros conflictos locales similares), y por supuesto el que mata al musulmán renegado, al infiel o al judío, como es el caso del terrorismo islámico global.
La energía destructiva del perdedor radical, además, es mayor cuando tiene un programa ideológico colectivo. Pero si carece de programa lo buscará (en su entorno, o en cualquier medio de comunicación) y tendrá publicidad global, lo que alimenta a imitadores, ya que Internet juega un papel decisivo tanto para alentar al que actúa en grupo como al que actúa aislado. En síntesis, es un resentido, casi siempre hombre, hasta con estudios, y como suele estar solo y nunca busca ayuda es muy difícil detectarlo, ya que sabe amoldarse a cada situación. Y si su víctima no es su mujer, lo será el adversario político, el infiel, cualquiera que se cruce en su camino, incluso sus compañeros de escuela. Muerte y suicidio: su triunfo absoluto.
La sociedad contemporánea es una fábrica de perdedores radicales, y ya no podemos considerarlos casos singulares, lo que despierta ansiedad generalizada. Pero por el camino del miedo, que por supuesto será además alimentado por el poder, vamos perdiendo libertades. Mejor vayámonos acostumbrando (que no resignando) a esta nueva figura de la irracionalidad contemporánea, como nos sugiere el pensador alemán. El paraíso no existe ni en Finlandia ni aquí.

http://www.elcorreodigital.com/vizcaya/prensa/20081121/opinion/muerte-suicidio-triunfo-absoluto-20081121.html

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