jueves, noviembre 27, 2008

Juan Urrutia, Veganismo

jueves 27 de noviembre de 2008
Veganismo

Juan Urrutia

C ON total seguridad todos ustedes conocen el término que define a quien basa su alimentación en vegetales, pero quizás no hayan oído hablar de una palabra que se impone con fuerza para denominar a los vegetarianos estrictos, no es otra que veganos. El vegano no come carnes, pescados, ni derivados animales como los huevos y la leche. Se viste con prendas de diversos materiales, en ningún caso de piel. Su lucha es terminar con la esclavitud animal, si nadie come carne no habrá quien encierre y sacrifique reses, por poner un ejemplo. He dedicado tiempo a leer las premisas veganas y, aunque con algunas estoy de acuerdo, he llegado a la conclusión de que quienes siguen estas directrices perciben el mundo animal desde la distancia, a través de un filtro que solamente les permite ver determinados aspectos de la Naturaleza.

No matar animales es respetarlos. Personalmente, no lo creo. Supongamos que, en un hipotético escenario no habitado por humanos, como algunas islas perdidas en el Pacífico o las bibliotecas municipales, todo depredador decidiera hacerse vegano. La cadena trófica se desequilibraría, los animales vegetarianos por naturaleza, no por decisión propia, terminarían pronto con sus recursos alimenticios y morirían de inanición. Esto ha sucedido en múltiples ocasiones y ecosistemas tras el exterminio, por culpa nuestra normalmente, de los depredadores en un lugar concreto. El vegano dice que un animal no tiene conciencia y se ve obligado a alimentarse de otros animales, arguye que el ser humano puede elegir. El animal cuyo aparato digestivo no está adaptado a transformar en elementos aprovechables la materia vegetal, no puede alimentarse de ésta. No se trata de decisiones sino de millones de años de evolución que han dado como fruto unos animales de grandes estómagos e intestinos cortos, los depredadores y algunos políticos, y otros con características antagónicas, los herbívoros.

Las personas podemos, y debemos, consumir vegetales, se puede ser vegetariano –no estricto- y llevar una vida sana. Esto es así porque estamos hechos para adaptarnos a casi cualquier situación, por ello hemos colonizado todo el globo. Sólo existe un problema, hemos perdido el instinto que le dice al animal qué debe comer, vivimos en ciudades y nuestros padres no nos enseñaron todo aquello que aprendimos cuando el pelo nos cubría todo el cuerpo y vivíamos en cavernas. De esta forma, muchos vegetarianos terminan acudiendo al médico por realizar dietas excesivamente estrictas e incorrectas y carecer de hierro, vitaminas del grupo B y otras tantas cosillas intrascendentes. Tengo que decir que tan respetable como criar cáncer a base de tabaco o cirrosis copa en mano, es privarse de los nutrientes esenciales para el normal funcionamiento de nuestro organismo. Cada cual que se mate como quiera y ahí no me meto, lo malo es que, los autodenominados veganos, pretenden convencernos de que su estilo de vida es el único ético por respetuoso hacia los seres no humanos con los que coexistimos. Egocentrismo habemus, presumo.





Los animales nos encandilan, lo hacen porque todo lo que poseemos, incluida la inteligencia, procede de ellos (no se enfade nadie, es la sagrada palabra de Darwin), somos ellos pero algo más evolucionados en determinados niveles. Sin embargo, cada especie está diseñada para velar por sí misma y por eso, lo que los veganos llaman “especismo o infravaloración de las especies no humanas”, está, no sólo en nuestro código genético, sino en el de todo bicho viviente. La unión hace la fuerza y garantiza la supervivencia del grupo, por tanto de la especie. De ahí el éxito del gregarismo, que podemos observar en peces, pájaros, insectos y, a decir verdad, en todo grupo taxonómico dentro del reino animal, el nuestro incluido. Aunque se dan casos excepcionales de niños criados por lobos, gorilas que salvan bebés e incluso grandes felinos que adoptan a jóvenes antílopes, lo normal es que los individuos gregarios de una misma especie se protejan exclusivamente entre ellos y se zampen a los demás. Si no son carnívoros se alegrarán mucho de que devoren a un vecino extraespecífico en lugar de a ellos o a sus camadas.

La doctrina vegana se aleja mucho del respeto al medio y a los seres vivos que lo habitan. Usar zapatos de plástico para evitar la muerte de un animal produce una contaminación que asfixia a nuestro planeta, no sólo por la transpiración excesiva de los pies, también por el proceso y productos químicos utilizados en su manufactura. Esas camisas de lino o algodón que no ofenden a nadie, son decoloradas, para que luzcan un radiante color blanco ecologista, con tóxicos que destruyen la vida acuática. Es diferente parecer respetuoso con los bichos a serlo realmente.
Sé que las condiciones de vida y muerte de los animales que nos alimentan harían llorar a muchos, sin embargo, el sistema actual que se utiliza para su cría es un mal necesario puesto que ocho mil millones de veganos, supongamos que lo somos todos, terminarían con la selva amazónica en dos días y entonces qué comerían, nada, ni siquiera les quedaría un coco. Tan sólo el canibalismo.

Somos una lacra para nuestros rugientes compañeros de viaje, sí, es posible, pero lo llevamos en la sangre y tan malos como somos hemos de aceptarnos.
Hace muchos miles de años que no evolucionamos físicamente, nuestra evolución es cultural. Veo el veganismo como eso, una evolución cultural pero gravemente errónea y, paradójicamente, basada en la ignorancia sobre el mundo animal. Cuando observamos a una leona con sus leoncitos en uno de esos documentales que sólo vemos Fernando Sánchez Dragó, Eduard Punset y yo, lloramos de emoción viendo cómo esos gatitos juegan con su mamá. Si antes ésta no hubiera apretado la tráquea de una gacela con sus potentes fauces hasta causarle la muerte, no tendría con qué alimentar a esos achuchables cachorritos. La gacela sufre, ama a sus crías y desea vivir con todas sus fuerzas. Tanto como el león. Es la eterna lucha por la supervivencia de la que no nos libramos nosotros, los presuntos reyes de la creación.

http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=4936

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