viernes, noviembre 28, 2008

Felix Arbolí, Ha muerto Franxo, ¿Se habia enterado ya ?

viernes 28 de noviembre de 2008
Ha muerto Franco. ¿Se había enterado ya?

Félix Arbolí

N O sé el por qué, este año se ha puesto de moda hablar de la muerte de Franco en estas fechas, sin tener en cuenta que el suceso luctuoso para unos y festivo para otros, tuvo lugar hace treinta y tres años, los mismos que tenía Jesús cuando los judíos o el pueblo de Israel de entonces, lo condenaron y crucificaron y José Antonio Primeo de Rivera cuando los antecesores de los que hoy gozan de certificados de buena conducta lo ejecutaron. Hasta este año el ambiente se removía algo en estas fechas concretas y los franquistas y detractores movilizaban a sus huestes para armar un poco de jaleo. Algaradas callejeras sin ninguna trascendencia. Desfogue juvenil y ganas de armas jaleo.

Pero este año entre la “desmemoria histórica” y las ansias del señor Garzón en abrir tumbas y remover restos humanos, el anti franquismo parece alcanzar cotas altísimas y sorprendentes. Ahora quieren hacernos creer que esa época que ahora juzgan y condenan con la “valentía y decisión” que entonces no tuvieron, -el miedo es libre y humano-, no ha existido nunca en España. Y se empeñan en destruir, derribar, omitir en textos y eliminar en monumentos y fachadas toda alusión a ese periodo de nuestra Historia, que quieran ellos o no, fue un hecho real. Como si el ayer y sus circunstancias pudieran cambiarse al libre albedrío de cualquier loco o visionario.

Y todos aquellos que se inclinaban servilmente ante el “odiado dictador” de ahora y “glorioso caudillo” de entonces, permanecen callados mientras lo insultan y ocultan su pertenencia y adhesión a ese régimen con la misma vehemencia y cobardía que Pedro negó tres veces su condición de discípulo de Cristo, aunque éste se arrepintió y rectificó al instante y los amnésicos actuales morirán con la vergüenza de su perdida dignidad, si es que alguna vez la tuvieron..Sus uniformes engalanados con tantas cruces, medallas, flechas y galones, la mayoría de ellas compradas en chamarilerías o conseguidas de mala manera, los tienen guardados en el arcón más escondido de la casa para que nadie pueda descubrirlos en un posible registro, pero conservándolos en alcanfor por si alguna vez cambiaran las cosas y fuera necesario desempolvarlos y lucirlos. Que las lealtades de los políticos y la gratitud de los enchufados son tan efímeras que no merecen la pena tenerlas en cuenta.

Me tocó vivir ese periodo de pleno. Mis ideas y juicios no son de oídas, ni asimilados, sino experiencias personales como funcionario secretario en el Juzgado Central de Marina, -entonces cada Ejército tenía su ministerio y sus ministros eran generales y almirantes, y la verdad todo funcionaba a las mil maravillas, lo cual no quiere decir que ahora con tantas faldas tenga que ir peor, simplemente que era distinto-. Era un destino bastante idóneo para estar al corriente de todo cuanto acontecía en la política y el gobierno. Los militares solían ser muy conversadores y a mi juzgado llegaban comentarios y noticias que no se oían en otras dependencias. Estábamos muy bien conectados y considerados, incluido el que suscribe, porque era una dependencia con la que todos pretendían llevarse amigablemente. Intervine entre otros casos y en la forma confidencial y documentada que se realizan las cuestiones judiciales, en lo relacionado con el 23 de febrero, con visitas y toma de declaraciones a la cárcel militar de Alcalá Meco. Allí se encontraban el general Armada, al que veía pasear solitario por el patio y jardines de la dependencia, -por lo visto no se reunía ni alternaba con ninguno de los otros implicados-; el comandante Pardo Zancada, que fue con una compañía a repeler el golpe y se unió a los amotinados, el capitán de navío don Camilo Menéndez, al que conocía del ministerio y fue el único de la Marina que se sumó y otros actores de ese evento, a los que tuvimos que tratar dada nuestra misión. Por cierto al figurar en mi DNI, la profesión de periodista, que entonces era obligatorio que constase en este documento, tuve algunos problemas para que me dejara pasar el control de la prisión. Hubo de bajar el director y convencerse a través de mi Juez, un Coronel Togado, que iba en calidad de miembro del Juzgado exclusivamente. Una vez dentro, estuvimos con los protagonistas de ese suceso y al intentar abonar las consumiciones en el bar de la prisión nos dijeron que todo estaba pagado, ya que todas las consumiciones corrían por cuenta del comandante Pardo. Por cierto, hablando del Juez Togado, esta mañana, casualidades de la vida, me lo he encontrado y hemos hablado largo y distendido sobre tiempos y hechos pasados. Aunque ya estaba en la reserva, había alcanzado el grado de general y Ministro Togado.

En aquellos tiempos y en ese destino donde estuve veinticinco años, tuve un material de primera mano sobre aquel caso y otros no tan famosos, pero bastante importantes también y jamás traicioné la confianza y lealtad del juez y mi lealtad a la Marina, en utilizar esos datos e informes secretos de primera mano y que tenía en exclusiva como periodista, ni siquiera bajo un seudónimo. Y eran asuntos que hubiesen alcanzado un enorme impacto para mi carrera y se hubiesen cotizado espléndidamente. Esta es la deontología profesional que yo comentaba en mi artículo sobre las confidencias de la Reina publicadas por Pilar Urbano.

También me cogió en este destino el asesinato de Carrerro Blanco, que fue una auténtica sorpresa para todos y causa de una gran confusión en las altas y menos altas esferas militares, que no sabían como reaccionar ante la gravedad del hecho. Estuvimos todo el día acuartelados esperando consignas y sin poder utilizar el teléfono para nada. Se oían algunas voces animando a coger las armas y acabar con los asesinos, los sospechosos y hasta sus allegados sin distinción. Hubo exaltados que hablaban de una solución militar y también los que pedían calma y esperaban instrucciones del mando. Yo creía que se iba a armar, pero al final de la tarde permitieron mi salida y la de todos los civiles y al día siguiente el agua había regresado a su cauce aunque se advertía que llevaba flotando numerosas muestras de la tormenta pasada.

Y también me cogió allí el seguimiento de la enfermedad y posterior muerte de Franco. Una auténtica bomba de relojería que nos tuvo con el alma en vilo sin saber cuando podría estallar y las consecuencias de su estallido. En aquella ocasión si tuve algo de miedo, ya que la Marina siempre ha sido, ahora lo ignoro, muy conservadora y monárquica y entonces muy franquista. Hubo un oficial amigo que había iniciado la guerra como cabo y terminó su vida militar como capitán, que se hizo tres turnos seguidos de guardia nocturna y con uniforme de gala ante el túmulo de Franco, por propia convicción y demostrada devoción. Se empeñó en estar ante su Caudillo muerto el máximo tiempo posible quieto y firme y así lo hizo esa noche tristísima y algo larga para él. ¡Cuantos de los que entonces se rasgaron las vestiduras y llevaron sus lutos hasta en las pestañas se vendieron posteriormente a los que habían entrado camuflado en un nuevo Caballo de Troya ocultando sus ansias de revancha y sus sentimientos llenos de rencores!. Si se publicaran los datos familiares y cargos ostentados por los antecesores de los actuales políticos, incluidos muchos de los gobernantes y algún comunista rezagado, nos llevaríamos una auténtica sorpresa al advertir y comprobar el camaleonismo y cambios de chaquetas que descubriríamos.

¿Dónde están esos millones de personas que esperaron largas colas para pasar ante el cadáver y hasta santiguarse en público?. ¿Es que hemos sufrido una epidemia o algún terremoto que los ha barrido de la faz de la tierra?. ¿Por qué son tan frágiles de memoria y tan contrarios a reconocer los méritos de una persona o a perdonar y olvidar sus desaciertos cuando se encuentra muerta e incapaz de defenderse?. ¿Y por qué han esperado para demostrar sus quejas e insultos a que el adversario haya desaparecido y estén seguros de que no podrá volver?. En mi tierra llamamos a esto cobardía.

Estamos viendo a los mismos perros o a sus cachorros, aunque con distinto collar. Antes lo llevaban azul, porque era el color de moda y las influencias y ahora lo lucen rojo porque es el que se ha impuesto para poder vivir apoltronados y bien servidos. Todo es cuestión de cambio, ese cambio del que tanto hablan los políticos para esconder sus fracasos y mantener “ilusionados a los ilusos”.

http://www.vistazoalaprensa.com/contraportada.asp?Id=1846

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