domingo, noviembre 23, 2008

Carrascal, F. D. Roosevelt Zapatero

F. D. Roosevelt Zapatero

JOSÉ MARÍA CARRASCAL

Lunes, 24-11-08
AHORA resulta que quiere ser el Roosevelt español. Franklin Delano Roosevelt, recuerdan, el presidente norteamericano que sacó a su país de la gran depresión del 29 con el New Deal, un programa de reformas sociales e inversiones públicas elevado a los altares por la izquierda, aunque su izquierdismo fuera tan aguado que ni socialdemocracia podría llamarse. No incluía un sistema sanitario nacional, ni garantizaba los contratos laborales, ni regulaba los despidos, ni nada de lo que ha dado en llamarse «estado social de bienestar». Pero introdujo el Social Security, que ha permitido a los norteamericanos tener garantizada una pensión cuando se jubilan, así como subsidios cuando se quedan en paro y alguna otra asistencia. Nada, desde luego, comparable a lo que tenemos hoy en Europa, pero sin duda pasos importantes para estos trabajadores. Al mismo tiempo, Roosevelt lanzó un programa de obras públicas -autopistas, puentes, escuelas- para superar la depresión y rebajar un paro que llegó a alcanzar el 25 por ciento de la masa laboral.
Zapatero quiere hacer lo mismo, me refiero a las inversiones públicas, pues las mejoras sociales ya las han alcanzado y superado los trabajadores españoles hace mucho tiempo. Pero nuestro presidente confía en las obras de infraestructura, en la rehabilitación de viviendas y en las mejoras del entorno urbano, según sus palabras, para sacarnos de esa crisis que tanto le ha costado reconocer. Lo que en su incultura universal ignora es algo que saben los alumnos de primero de Económicas: que desde el punto de vista financiero, el New Deal fue un fracaso. Las obras públicas de Roosevelt no consiguieron sacar a los Estados Unidos de la depresión. El paro continuó altísimo durante la década de los 30, la recuperación no se produjo y en 1937 los Estados Unidos volvieron a entrar en recesión, que se prolongó hasta principios de los años 40. Lo que realmente salvó a la economía norteamericana fue aquel otro enorme plan de inversiones públicas llamado Segunda Guerra Mundial. Fue el despachar a millones de hombres al frente y poner el resto, con buena parte de las mujeres, a fabricar tanques, aviones, navíos, armas, municiones, lo que puso su maquinaria industrial a pleno rendimiento -los astilleros llegaron a botar un barco tipo «Liberty» al día-, acabaron con el paro y convirtieron a los Estados Unidos en la gran superpotencia de la segunda mitad del siglo XX. Las inversiones gubernamentales civiles nunca lo hubieran logrado por una razón muy sencilla: sirven para superar un bache económico, no una crisis de gran envergadura como fue aquélla y todo apunta que es ésta.
Pero es en las que confía nuestro Franklin Delano Roosevelt, al haberle fallado los 400 euros que nos metió en el bolsillo, y tras habérnoslos quitado. Lo más probable es que no tenga más éxito que su maestro y que deje las arcas del Estado endeudadas por generaciones. De entrada, se anuncia un déficit del 4 por ciento en las cuentas públicas el año que viene. Claro que mientras no se le ocurra llevarmos a la guerra...

http://www.abc.es/20081124/opinion-firmas/roosevelt-zapatero-20081124.html

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