miércoles, septiembre 10, 2008

Villacañas, Apuntaciones sobre la mentalidad occidental y la astrología

jueves 11 de septiembre de 2008

Apuntaciones sobre la mentalidad occidental y la astrología

Antonio Castro Villacañas

L A evolución de la mentalidad humana ha sido siempre impelida por un impulso heroico: su pasión para forjar una identidad humana racional y autónoma, separándola de su unidad primordial con la naturaleza. Es verdad que los griegos no lo entendieron antiguamente así, ni desde hace algún tiempo tampoco lo entienden así nuevas corrientes modernas.

El logos, la razón, era desde el principio de los tiempos la trascendental fuente de todos los arquetipos o esencias primordiales, ya se tratara de formas matemáticas, ya de opuestos cósmicos, ideas, deidades inmortales, entes sacralizados, o personificaciones míticas. En función de dichos arquetipos, y como expresión ordenada de todos ellos, la cosmovisión griega interpretaba el cosmos. Ese logos universal operaba al mismo tiempo en el seno de la mente humana y dentro del mundo natural. No había entonces dualismos de mente y mundo, o interior y exterior. Todo pertenecía a una misma razón arquetípica de universo, la que se reflejaba en la mente humana infundiéndole la capacidad para reconocer el orden cósmico. Dicho de otro modo: la naturaleza humana lo penetraba todo y la mente humana no era otra cosa que una expresión del ser esencial de la naturaleza.

La mente occidental ha peleado durante siglos y con pasión por lo que creía era su independencia y su luz, forjando su yo autónomo individual, la posición epistemológica cartesiano-kantiana que en los últimos siglos ha sido el paradigma dominante del pensamiento moderno. Pero ahora, en este siglo nuevo, vuelve a reunirse con el fundamento de su ser apelando a una perspectiva epistemológica más refinada: los principios subjetivos que determinan nuestro conocimiento del mundo no pertenecen al sujeto humano aislado, son en realidad expresión del ser propio del mundo. La realidad no es ni fenoménica ni objetiva, ni interior ni exterior: es el propio ser del pensar humano. El "a priori" es nuestra pertenencia al cosmos. Casi al mismo tiempo que la Ilustración llegaba a su climax filosófico con Kant, comenzaba a surgir una perspectiva epistemológica completamente distinta, perceptible primero en Goethe con su estudio de las formas naturales, desarrollada en nuevas direcciones por Schiller, Schelling, Coleridge y Hegel, y expuesta sistemáticamente en el siglo pasado por Rudolf Steiner. A la psicología profunda de Freud y Jung le tocó, por fin, el destino y la carga de mediar el acceso de la mente moderna a las realidades y las fuerzas arquetípicas; disolver, con ello, la cosmovisión dualista y volver a conectar el yo con el mundo.

Platón, que fue el teórico defensor más eminente de aquella "peculiaridad asombrosa" con que el mundo griego interpretó el cosmos mediante intuiciones arquetípicas, recomendó el estudio de los astros como particularmente importante para la adquisición de sabiduría en este sentido. Ello ejerció una decisiva influencia sobre la evolución de la cosmovisión occidental; quizá fue su factor más importante, tanto por el dinamismo como por la continuidad que dio a su esfuerzo para comprender el cosmos físico. El "misterio de los planetas", como lo llamaba Platón, y la larga y ardua lucha por desvelarlo, culminarían dos mil años después con las obras de Copérnico y Kepler y con la revolución científica que ellos iniciaron.

El pensamiento moderno tiene que abordar la crisis del yo y de su contemporánea cosmovisión, para lo que ha de introducir un corpus de evidencias, un nuevo método de investigación y una emergente perspectiva cosmológica, con lo que esperan poder ayudar a vencer la crisis de hoy. No se necesita tener visión profética para saber que estamos en uno de esos raros momentos de la historia, como el final de la antigüedad clásica o el comienzo de la edad moderna, que a través de gran tensión y lucha alumbraron una transformación verdaderamente seria y fundamental de los supuestos y principios subyacentes como arquetipos a la visión del mundo. Contamos con recursos sin precedentes para abordar creativamente nuestros problemas, pero el gran enigma del momento actual es que parece como si al iniciar ese abordaje se nos negara, sin embargo, algún contexto de mayor alcance o más profundo para hacerlo; como si una fuerza invisible nos negara capacidad y decisión para ello.

En los momentos más creativos de su historia, el mundo occidental siempre ha tenido en cuenta la astrología. Por ella anduvieron Aristóteles, Platón, Dante, Goethe, Yeats, Jung, Kepler... Al propio Newton los astros le condujeron hasta las matemáticas. En el momento actual un pensador norteamericano llamado Richard Tarnas, académico de máxima altura, se ha sentido atraído por un hecho evidente: la correlación existente entre la era axial -así se llama al periodo comprendido entre los siglos VI y V antes de Cristo- y determinadas configuraciones planetarias produjo una formidable eclosión de pensadores que todavía influyen en la personalidad humana. Buda, Confucio, los jainistas indios, Laot Tse, Pitágoras, los profetas hebreos, Sócrates, y Zoroastro, por ejemplo, vivieron cuando Urano, Neptuno y Plutón se alineaban de modo casi perfecto. Según Tarnas, las alineaciones entre dos de estos tres planetas siempre han coincidido con revoluciones de pensamiento y conciencia. Ahora se alinean Plutón y Urano. ¿Será necesario que se alinee Neptuno también para que se produzca una eclosión semejante a la antes citada?

La verdad es que los astros no son causa de nada. Simplemente señalan lo que está sucediendo en el cosmos, igual que las manecillas del reloj no hacen el tiempo aunque marquen las horas más vacuas o más arquetípicas de cada persona. Las cartas astrales indican algo seguro: el momento en que se encuentra el movimiento de una parte del cosmos, aquella que recoge cada carta; y algo dudoso o interpretable: el modo y el grado de transformación psíquica que puede estarse produciendo en esa parte del cosmos. Para Tarnas y sus seguidores no existe una psique dentro y un cosmos fuera, sino una dinámica cósmica integrada por lo que retrata la carta astral y "la procesión" que cada uno de los elementos retratados lleva por dentro y contribuye a crear con los demás hacia fuera. La astrología, según tales pensadores, puede en consecuencia trazar diagramas sobre el ayer, el hoy y el mañana, porque cosmos y psique son dos formulaciones de una misma realidad. Toda la vida que existe en un determinado momento respira si no al unísono sí armónicamente. Hay una dinámica cósmica, una melodía que cada yo, cada ser, entona, reproduce o interpreta a su estilo. Cuál es la entidad de esa dinámica, y cómo funciona, son hasta ahora dos misterios que la ciencia no ha podido desvelar.

Tarnas y los "tarnasianos" se empeñan, mediante su "Astrología arquetipal", en descifrar cómo las conjunciones de los astros visibilizan la dinámica cósmica o la arquetípica dinámica de la psique. En ello concuerdan con los actuales enfoques de la psicología transpersonal, la física cuántica, la teoría del caos y de los fractales, la ecología, la teoría de Gaia, la filosofía holística, y todos los demás esfuerzos científicos que hoy se hacen para encontrar una teoría unificada del Cosmos.

La astrología arquetipal sirve para intuir el movimiento profundo de la evolución humana, de igual modo que el buen surfista, al salvar y usar el movimiento, la fuerza y el impulso de cada ola está en condiciones de intuir y utilizar mejor la siguiente. Claro es que la astrología arquetipal no es una ciencia exacta. Pero, ¿quién de verdad puede negar que sea una puerta abierta a un nuevo camino de ilusiones y realidades?

http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=4813

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