miércoles, septiembre 17, 2008

Tomas Cuesta, Tiempo de Esperanza

Tiempo de Esperanza

TOMÁS CUESTA

Miércoles, 17-09-08
PARA los clásicos -que siguen siendo aún el crisol de lo moderno- la primera regla que ha de cumplir un gobernante es saber soportar el odio ajeno. Si el enemigo te alaba, mala cosa. Si te hace carantoñas, estás muerto. El cuajo de un político se forja a martillazos en el yunque del tiempo y se templa en la bilis de sus oponentes (y en la de sus allegados, por supuesto). «Eterna es la amistad; la inquina pasajera», prescribían, también, los antiguos maestros señalando la senda que lleva a la virtud y domestica el asperón de la existencia. Sin embargo, en la palestra del poder, la máxima es tal cual, pero a la viceversa. Las amistades se escabullen en cuanto sopla el cierzo y llueven las puñaladas y la ponzoña humea. En esas circunstancias, unos pocos, los menos, aguantan el tirón y, en vez de menguar, crecen. Son los que han aprendido -después de mucha brega- que el odio es el patrón que mide su solvencia.
Si descontamos la plusmarca establecida por Aznar -que supera los límites de la estratosfera-, doña Esperanza Aguirre es, hoy por hoy, el personaje más odiado del PP, a mil millas del resto. Que sea por muchos años y ustedes que lo vean. Desgraciados aquellos que presumen de haberle caído en gracia a los de enfrente. Los que ponen albarda sobre albarda y, sobre desdichados, son ingenuos. Si es cierto que la fe mueve montañas, no es menos verdad que el conformismo (el conformismo y su progenie: el compadreo, el pactismo, la pachorra, la ausencia de redaños, la falta de reflejos) siempre terminan moviéndole la silla a los que se columpian entre la fe y la indiferencia. En la política, que es un corral de cuernos, los votos son amores y los romances huelgan. Pretender suscitar pasiones ecuménicas, no sólo resulta estéril, es, además, grotesco.
Esperen y verán -porque será de no perdérselo- como llega la hora en la que los adictos al consenso deberán aplicarse la receta que elaboró Lord Chesterfield a fin de que su hijo capease la brusca acometida del deseo. La historia, aún conocida, merece el reestreno. Hallándose el muchacho de visita en París (una plaza famosa por rendir culto a Venus), recibió una misiva en la que el viejo «torie» hacía un diagnóstico genial de los riegos que entraña el frenesí concupiscente: «The pleasure is momentary. The cost is exorbitant. The position is ridiculous» (El placer es fugaz. El coste exorbitante. La posición ridícula) Trasladando el «esprit» dieciochesco al vulgar decorado del presente, ¿cuántos de los que ocupan los despachos de Génova, 13 -la rue del Percebe- se encuentran en la misma posición que el hijo de Lord Chesterfield? Ahí es dónde duele.
A contrapelo de esa derecha-guay que Mariano Rajoy quiere poner en suerte, doña Esperanza Aguirre (en jerga giliprogre, la genuina «lideresa») no se resigna a concederle al adversario ni un pequeño respiro, ni un palmo de terreno. Ella, al cabo, es consciente de que vencer a Zapatero -pese a que constituya un ejercicio de legítima defensa- no resuelve el problema. Lo importante es acabar con la impostura que, amen de sostenerle, le da cuerda. Si existe una batalla decisiva, trascendental y urgente, es la que concierne a las ideas. ¿Qué fue del arsenal de los principios? ¿Y los valores, qué? ¿Demasiada hipoteca? El caso es que los buenos son muy buenos, los malos son malísimos y el menú no se altera: impotencia de entrante, de salida bostezos. ¡Malaya el que no trague! A comerse el marrón o bola negra.
Mientras la izquierda siga sacando lustre al victimismo, mientras exhiba la palma de martirio pese al martirologio que acumula en la chepa, mientras ordeñe la superioridad moral (le va el ordeño y mando, aunque no lo confiese), mientras nadie le obligue a mirarse al espejo, los galeotes del centrismo (¿Conservadores? Vade retro!) habrán de bogar contracorriente: «Amarrado al duro banco / de una galera turquesa...». El poema semeja el contrapunto del sultanato honoris-causa que acaban de otorgarle a Zapatero. «Nobody is perfect», ni Góngora siquiera. Tampoco Esperanza Aguirre, evidentemente. Mas si los giliprogres la odian tanto, es que ha tocado el nervio. Determinados odios, hasta le favorecen.

http://www.abc.es/20080917/opinion-firmas/tiempo-esperanza-20080917.html

No hay comentarios: