martes, septiembre 23, 2008

Rescate con consecuencias

Rescate con consecuencias

Miércoles, 24-09-08
EL plan Paulson, diseñado para sanear el sistema financiero americano mediante el intercambio de activos tóxicos por letras del Tesoro, amenaza con empantanarse en el debate político. Si hay dudas legítimas sobre su conveniencia y sobre aspectos concretos de su diseño, no hay ninguna de que su fracaso precipitaría el sistema financiero al desastre y la economía internacional al colapso. Una vez que inversores y ahorradores han sido alertados oficialmente de que se necesita un mínimo de 700.000 millones de dólares para garantizar la viabilidad del sistema, no se quedarán tranquilos sin esa cantidad. Tiempo habrá para discutir aspectos concretos del proyecto, pero los mercados necesitan su aprobación inmediata. Es cierto que el coste para el contribuyente no está tasado: no lo puede estar en este tipo de operaciones, pues el resultado final depende de cuántos activos y a qué precio se puedan recuperar. También lo es que otorga poderes discrecionales absolutos al secretario del Tesoro, incluida su inmunidad judicial, consecuencia del complejo sistema legal americano. Pero también es cierto que situaciones extraordinarias requieren medidas extraordinarias, y estamos ante una situación extraordinaria en la que todos los intentos anteriores de contener el estallido de la burbuja financiera han fracasado porque no han devuelto la confianza en la solvencia futura de sistema.
La Reserva Federal ha bajado los tipos de interés en pleno repunte inflacionista, ha inyectado masivamente liquidez desde hace un año, ha extendido su red de cobertura a los bancos de inversión, ha nacionalizado las dos grandes entidades de crédito hipotecario, ha reflotado la principal aseguradora del país, ha ampliado la lista de activos de garantía a descuento y, aun así, no ha conseguido que el mercado de crédito retorne a la normalidad, que los bancos se presten entre sí y a sus clientes, ni que se detenga la caída en su valor de mercado hasta precipitarlas a la quiebra técnica. Es precisamente en estas circunstancias cuando la función de prestamista de última instancia del banco central cobra su verdadero valor. No ha sido un fallo de mercado, sino un fallo político -de política monetaria excesivamente líquida, de política de regulación financiera demasiado complaciente, de política de supervisión estrecha- el que nos ha llevado a esta situación.
El contribuyente norteamericano pagará una factura cuantiosa que puede estimarse en varios puntos del PIB durante una década, pero podría ser más caro dejar caer todo el sistema y precipitar el mundo a una recesión económica sin precedentes. No se trata de socializar pérdidas privadas, ni de salvar a los ricos una vez que los inversores en las entidades financieras y en sus arriesgados productos han perdido todo el valor de su inversión, sino de permitir que el sistema financiero pueda volver a funcionar con normalidad, aunque con reglas diferentes que aseguren mayor prudencia, para que la economía pueda iniciar su lenta recuperación. Debería haberse evitado llegar a este punto, sin duda, pero esa ya no es la cuestión. La cuestión es que el mundo no puede permitirse más dudas y vacilaciones. Y la cuestión es también que la actuación de la Reserva Federal americana pone sin duda el foco en las instituciones europeas y españolas. Las estimaciones disponibles hablan de que aproximadamente la mitad de esos activos tóxicos podrían estar en manos de bancos e inversores europeos, si bien es cierto que nuestro sistema bancario es de los más saneados. Aunque sea una exageración interesada, la atención de los inversores -si la actuación de la Reserva Federal tiene éxito en extender una efectiva red de seguridad a las entidades norteamericanas- se volverá inmediatamente sobre las instituciones europeas y amenazará su solvencia, más aún en aquellos países que por su elevado nivel de endeudamiento externo y por su burbuja inmobiliaria están en la mente de todos. Conviene, por tanto, que nuestras autoridades económicas preparen un plan de contingencia, y que hayan aprendido que en caso de tener que actuar ya sólo valen medidas masivas, sistémicas y no discrecionales.

http://www.abc.es/20080924/opinion-editorial/rescate-consecuencias-20080924.html

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