jueves, septiembre 04, 2008

Ramon Sanchez, Las "tomatinas"

jueves 4 de septiembre de 2008
Las ‘tomatinas’

Ramón Sánchez

D ESDE mi punto de vista, la calidad de las informaciones periodísticas ha ido decreciendo, paulatina pero inexorablemente, con el paso del tiempo. Ahora, al margen de las noticias a que obliga la más imperiosa actualidad, todo se reduce a reportajes que saltan periódicamente al primer plano y que, año tras año, suelen ser los mismos. Vamos, lo que en la prensa escrita se ha conocido siempre como ‘lugares comunes’ y que no es otra cosa que un socorrido relleno.

Hasta no hace demasiados años, al menos había una cierta dosis de originalidad y misterio. Recuerdo ese clásico veraniego que era el Monstruo del Lago Ness, el cual llegó a convertirse en algo casi, casi nuestro, y en el que no creían ni los propios escoceses; por no hablar, fuera ya de la temporada estival, del no menos entrañable Yeti, al que muchos decían haber visto de forma más o menos parcial pero del que no podían aportar prueba concluyente alguna.

En la actualidad, todo resulta mucho más prosaico y aburrido. Así, por ejemplo, durante el mes de agosto es inevitable que todos los medios de comunicación aborden la Tomatina de Buñol, en la que, durante una jornada, habitantes y foráneos se dedican a bombardearse festivamente a tomatazo limpio (es un decir), poniéndose perdidos ellos y, de paso, las calles de esa localidad valenciana, aunque justo es reconocer la prontitud y diligencia de los equipos de limpieza, que en pocas horas consiguen que todo retorne a la normalidad.

Días después, siempre sin salir de Valencia, quedamos aturdidos por ‘La Cordá’ de Paterna, que no es otra cosa que una batalla de pólvora en la que, dicen, se consumen 55.000 kilos de ese material y que vuelve a nosotros cada 12 meses.

Claro, que todo ello no es nada comparado con esa gilipollez de nuevo cuño que han dado en denominar ‘síndrome post vacacional’. Resulta que no hace mucho se ha descubierto (?) que todo aquél que se va de vacaciones, sufre a la vuelta al trabajo un estado de postración, languidez y pesadumbre que le dejan turulato. Como si toda la vida no hubieran existido las vacaciones y el consiguiente retorno al tajo. Suena a disculpa de los poco amigos de la faena. Claro, que para explicarnos tales circunstancias, en televisión no dejan de aparecer sicólogos y más sicólogos empeñados en convencernos de lo peligrosa que es la situación y tratando de aportar remedios para sobrellevar la misma. Y es que lo de los sicólogos se ha convertido en una auténtica plaga. Aparecen infatigables en cualquier circunstancia, bien sea una catástrofe, un caso de violencia doméstica, un maltrato infantil etcétera, como si fueran la panacea universal. Un hartazgo.

Después del socorrido síndrome, nos vemos obligados a soportar, lo que se conoce como ‘vuelta al cole’, en la que se da cuenta con todo detalle de lo que cuesta a las familias españolas el proporcionar a sus hijos educación (¡como si no lo supiéramos!), pormenorizando el precio de libros, uniformes y demás accesorios escolares. Y es lo que yo me pregunto, ¿no podrían dejar que los niños apuren tranquilos sus últimos días de vacaciones sin recordarles, un mes antes, que la rutina se cierne amenazadora sobre ellos?

En fin, si fuera sólo durante el verano, la cosa tendría un pase, pero es que es así durante todo el año. Así, a vuelapluma (que decía mi inolvidable compañero y amigo Fernando Vadillo) se me ocurren los gastos navideños, la cuesta de enero, las comuniones, las bodas, los exámenes de selectividad, el veraneo, etcétera, etcétera. Lo dicho, que tenemos que aguantar demasiadas ‘tomatinas’. El único recurso en tales ocasiones es apagar la radio y la televisión o pasar rápidamente la página del periódico. En ello estoy.


http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=4807

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