viernes, septiembre 12, 2008

Primo Gonzalez, El aplauso de los capitalistas

viernes 12 de septiembre de 2008

El aplauso de los capitalistas

Primo González
En las últimas semanas hemos escuchado a algunos analistas y expertos económicos afirmar que esta crisis económica en la que nos encontramos tiene algunos rasgos muy diferenciales respecto a otras. Uno de los primeros y más inequívocos, y que la convierten en única aunque repetible, es que se trata de la primera crisis de ámbito realmente global, lo que no quiere decir que todo el mundo y en todos los rincones del Planeta la estén notando e identificando por sus efectos negativos (véase si no lo que podrían decir al respecto los exportadores de materias primas y más precisamente los de petróleo). Tampoco se puede decir que esta crisis de ámbito global esté afectando de plano a economías emergentes como China o India, que sin ser exportadores de materias primas crecen al ritmos del 10% anual o similares y nada tienen que ver con el estado de ansiedad que recorre fundamentalmente los despachos de las grandes corporaciones del mundo occidental.
Una segunda seña de identidad de esta crisis ha empezado a agudizarse en las últimas semanas aunque ya mostró sus primeros indicios hace unos meses. Se trata de la forma en la que han reaccionado los países más genuinamente centrales de lo que se ha venido llamando desde tiempo inmemorial el mundo capitalista, es decir, Estados Unidos y Gran Bretaña. En ambos países se han adoptado decisiones que no dejan de resultar sorprendentes para quienes se hayan asomado alguna vez a las páginas de la literatura que cuenta la Historia Económica universal.

Los dos países, con la responsabilidad de los respectivos Gobiernos a la cabeza y la anuencia, cuando no el aplauso entusiasta, de los medios económicos en su sentido más amplio, han adoptado decisiones descaradamente intervensionistas son la disculpa de que era el mismo sistema el que corría peligro. Hemos visto nacionalizaciones de entidades bancarias importantes tanto en Gran Bretaña como en Estados Unidos. Y puede que a la vuelta de unos pocos días veamos aún alguna otra intervención de campanillas (¿Lehman Brothers?) destinada, según los principios que se invocan en estos casos, a salvar al sistema de sus peores demonios.

¿Cómo encontrar coherencia entre estas decisiones y los principios que se habían invocado como inalterables hasta la fecha en los países rectores del capitalismo mundial? Es posible – no probable, por fortuna – que nos encontremos al final del ejercicio de las tentaciones y que el intervensionismo estatal encuentre justificación solamente en entidades financieras y nada más que en ellas, ya que al fin y al cabo las entidades financieras son algo más que fábricas de intermediación monetaria (es decir, transformadoras del ahorro y la liquidez en crédito), en la medida en que son depositarias de la liquidez y el efectivo de los ciudadanos, familias y empresas. Y es necesario preservarlas de toda sospecha de insolvencia porque de no ser así los propios fundamentos de la convivencia y de la sociedad se verían severamente alterados.

Lo que sucede con estos procesos es que, por desgracia, se suele saber cuando y dónde empiezan pero no en dónde terminan. ¿Quién nos dice que detrás del sector financiero, declarado implícitamente como sector estratégico por Gran Bretaña y por Estados Unidos, no vendrán otros sectores igualmente estratégicos para otros países? ¿Qué decir de esa inmensa y permanente subasta de fondos líquidos con la que los bancos centrales de Estados Unidos y de la zona euro riegan a diario las arcas de los bancos de ambos lados del Atlántico para impedir su colapso, sustituyendo con ello los canales propios de la financiación interbancaria, es decir, los préstamos entre los propios bancos que, a la altura actual, ya no se fían uso de otros y han delegado en los bancos centrales la tarea de insuflar dinero al sistema?

Los sistemas bancarios de la Eurozona y de Estados Unidos viven un auténtico estado de excepción, una crisis de liquidez que en realidad es algo más que eso pero que está disfrazada por los imperativos de la emergencia. Lo que pasa es que estas situaciones, si se perpetúan en el tiempo, como parece que así empieza a suceder, acaban por degradar el papel y las funciones de los agentes económicos y del propio sistema. Con razón el Banco de Inglaterra acaba de decir que ya no va a prestar más dinero a largo plazo a los bancos, que para eso está el ahorro de los particulares. ¿Y si estos se niegan, dejará en BoE caer a sus bancos uno detrás de otro?

http://www.estrelladigital.es/diario/articulo.asp?sec=opi&fech=12/09/2008&name=primo

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