lunes, septiembre 15, 2008

Pablo Sebastian, Rajoy ante la crisis y Zapatero

lunes 15 de septiembre de 2008

Rajoy ante la crisis y Zapatero

Pablo Sebastián
Sin la desfachatez del vicepresidente Solbes, que ha llegado a decir que la recesión podría no ser mala si “limpia” la economía, olvidando que en esa presunta labor de limpieza podrían destruirse cientos de miles de empleos y muchas empresas, en el Partido Popular el dicho de “no hay mal que por bien no venga” tiene otra lectura interesada, como son los efectos negativos que la crisis está teniendo en el liderazgo de Zapatero y en el deterioro electoral del PSOE a corto y medio plazo. Y puede que incluso hasta en las elecciones generales del 2012 si para entonces la soñada recuperación de la economía no ha dado importantes señales de crecimiento y normalidad.
De hecho, en la alta dirección del PP se considera que la crisis económica va a servir para desactivar el liderazgo populista y de diseño de Zapatero, así como para postergar la escalada nacionalista, que ya sufrió un muy duro revés en las pasadas elecciones generales. De igual manera, en la cúpula del PP se tiene la impresión de que las luchas internas de poder quedaron sepultadas en el último congreso del partido en Valencia, que le otorgó a Mariano Rajoy el liderazgo del PP con el apoyo del 84 por ciento de los votos representados y que, en esa convocatoria, los populares consiguieron algo tan importante como el moderar su discurso, centrar el partido, regenerar los cargos más conflictivos (Acebes, Zaplana y el entorno de Aznar) y, de paso, derrotar no sólo a sus adversarios internos sino también a los poderes fácticos de la derecha extrema —económicos, confesionales y mediáticos— que, como el diario El Mundo y la emisora episcopal de la COPE, lanzaron una abierta y decidida campaña contra Rajoy, que perdieron.

De momento, la paz de Rajoy parece estable y ni siquiera el congreso del PP de Madrid, del próximo fin de semana, parece en condiciones de volver a plantear una batalla abierta y directa a la dirección del partido. Y no sólo porque Esperanza Aguirre, primera instigadora de las luchas internas del PP, ha sido la gran derrotada del congreso valenciano, sino porque a partir de ahora tanto Rajoy como su nuevo equipo directivo y sus poderosos aliados periféricos —los barones de Valencia, Murcia, Andalucía, Cataluña, País Vasco, Galicia, Rioja y las dos Castillas, entre otros— no van a consentir un nuevo desafío que tampoco entenderían militantes y votantes del PP en un momento en el que Zapatero, acorralado por la crisis, se bate en retirada y está ofreciendo al PP una clara oportunidad para recuperar el poder.

A lo más, se podría decir que los demonios internos del PP permanecerán internamente aparcados a la espera de lo que ocurra en las próximas citas electorales, autonómicas (vascas y gallegas) y sobre todo las europeas de la primavera del 2009. Convencidos de que si el PP no sale airoso de esta cita de alcance nacional, en plena crisis económica, ésa será la prueba de que Rajoy carece del liderazgo suficiente para derrotar a Zapatero, incluso en plena recesión y, por tanto, se haría necesario un cambio de liderazgo en el congreso del PP del 2011, tal y como lo insinuaba ayer la propia Aguirre en declaraciones a ABC, o como lo sugieren en el entorno de Alberto Ruiz-Gallardón. Y ya veríamos, en ese caso, cuál sería la posición de los barones periféricos, donde también se dice que está creciendo la ambición nacional del valenciano Francisco Camps.

Aunque puestos a hacer cábalas, podría decirse, y Rajoy ya ha dicho algo en ese sentido, que el líder del PP no tiene la intención de renunciar a nada pase lo que pase en las próximas elecciones, y que mantendrá firme su posición para ser candidato a las elecciones generales del 2012 —así se dice en el mandato del congreso valenciano— y para ganar el congreso del PP en el 2011, si es que se celebra, porque eso también está por ver, por más que Aguirre anuncie que ella lo exigirá y que Gallardón haría lo mismo, según su opinión. Entre otras cosas porque de aquí a esa fecha pueden pasar otras muchas cosas, incluido un adelanto electoral forzado por Zapatero, o por la falta de apoyos parlamentarios para gobernar.

Además, Rajoy demostró a sus adversarios que él no deja de dar sus pasos hacia delante, mientras los otros o no se atreven a dar la cara, o reculan con bastante facilidad. De hecho, la conspiración político/mediática que urdió Aguirre para intentar sustituir a Rajoy tras la derrota electoral de marzo del 2009 se debió a que ella no se atrevió a dar el paso al frente, convencida, al igual que sus compañeros conspiradores, de que Rajoy, deprimido, se iba a retirar tras su segundo fracaso electoral y, además, así entendieron la que fue su emotiva aparición en el balcón del PP, abrazado a su esposa. Pero el político gallego los despistó, articuló una rápida respuesta con la ayuda de los barones periféricos y renovó su poder en el PP, no sin sufrir muy duros ataques y traiciones —Costa, Elorriaga, Arístegui, San Gil, Mayor— entre sus colaboradores y con la especial colaboración del periódico El Mundo, que pretendió, sin éxito, controlar el congreso y el liderazgo del PP.

De ahí la importancia valenciana de la victoria de Rajoy que, sumada a la oportunidad que le brinda la crisis y a su “independencia” —de la que tanto presume— de los fácticos mediáticos y los crispadores, o “inquisidores” de los presuntos valores y principios, como se dice en el entorno del líder, le obligan no sólo a un liderazgo de la oposición centrado y eficaz, intentando conectar con la gran mayoría de los ciudadanos, sino a considerar como una cita muy importante, para el PP y para él, las elecciones europeas del 2009.

Las que, sin lugar a dudas, serán un sonoro test político y electoral, en el que se debe volcar el PP y al que deberían concurrir los mejores líderes “disponibles” del partido —¿aceptaría Gallardón ese importante desafío con el que podría confirmar, si gana, su prestigio nacional?—, porque lo que está en juego para el PP y también para España —además de la crisis económica— en esos comicios es mucho. Y sería sorprendente que algunos dirigentes jugaran al cuanto peor para Rajoy y para él PP, mejor para ellos. Lo que, en todo caso, obligará al relevo de Mayor Oreja como cabeza de cartel del PP, porque no es buen candidato, porque es un claro intrigante y adversario de Rajoy, y porque representa lo contrario de lo que se acordó en el congreso de Valencia (y en el del País Vasco).

Los enemigos internos de Rajoy se lamen sus heridas, creen que el gallego nunca ganará a Zapatero, le acusan al líder de hacer dejación de principios y valores —de la derecha profunda, o extrema—, afirman que su equipo en la dirección del PP es “muy flojito”, esperan o creen que Rosa Díez le quitará muchos votos en las elecciones europeas (lo que está por ver si la crisis de la economía es el tema central), y sobre todo están convencidos de que los agitadores mediáticos de El Mundo y la COPE no cesarán en su empeño por desestabilizar al líder, aunque sea en el beneficio de Zapatero, que es a lo que jugaron en las pasadas elecciones.

Naturalmente, esto puede cambiar si las próximas encuestas y elecciones europeas del 2009 le dan una sólida ventaja al Partido Popular. Para lo que se hace necesaria la “colaboración” del desgobierno de Zapatero y el claro desbordamiento de su muralla mediática, así como el empuje y habilidad de un nuevo Rajoy y un nuevo y cohesionado Partido Popular.

http://www.estrelladigital.es/diario/articulo.asp?sec=opi&fech=15/09/2008&name=manantial

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