jueves, septiembre 25, 2008

Miguel Martinez, A lineas revueltas...

jueves 25 de septiembre de 2008
A líneas revueltas…

Miguel Martínez

D ESTACABA en mi nostálgica columna de la semana anterior, aquellas apacibles tardes de antaño, anteriores a cuando las compañías telefónicas empezaron a fulminar nuestra intimidad y nuestras siestas a golpe de timbrazo para ofrecernos las más generosas ofertas a condición que nos pasásemos al lado oscuro de la línea y cambiásemos de operador telefónico. Un servidor cayó hace años en los cantos de sirena -o quizás debiera decir telaraña, habida cuenta del calvario que le supuso tramitar la baja- de Orange, entonces Wanadoo, en los tiempos de la génesis de las nuevas compañías de telecomunicaciones, y salió escaldado pagando por servicios que no recibió, y cotizando dos meses en los que no disfrutó de línea bajo la amenaza de incluirlo en la lista de los más buscados del FBI, o quizás fuera en otra similar pero más peligrosa, en la que se entra con facilidad pero de la que se necesita de la ayuda de los GOES –entonces GEOS- para que lo borren a uno. Desde entonces, un servidor se ha jurado no moverse de Telefónica -pese a las jugarretas que le han gastado y de las cuales ustedes han sido puntualmente advertidos en estas páginas- y por aquello de que más vale loco conocido, sigue en su convicción de no cambiarse de compañía hasta que encuentre una barbería, una ferretería o cualquier otro negocio gobernado por gente honesta y cerca de casa para ir a dar la murga cuando algo no funcione, que sea capaz de garantizarme que si descuelgo el teléfono tendré línea, y que cuando le diga a este ordenador que conecte a Internet, obedezca sin peros ni excusas.

Así, cuando día sí día también un servidor conocía de los dislates y despropósitos a los que las diversas empresas de comunicación sometían a casi todos sus amiguetes, se creía a salvo de desconexiones telefónicas, usurpaciones telemáticas, facturas duplicadas y demás choriceo inmisericorde relacionado con las transmisiones de voz y de datos. Y empleaba hasta aquí el tiempo pretérito, porque hoy, después de que en mi círculo cercano se hayan producido varios expolios a traición de datos y líneas, este que les escribe se siente igual de indefenso que se sentiría un perro rodeado de una manifestación -no autorizada, que son más peligrosas- de pulgas hambrientas, sabiendo que es cuestión de tiempo que una u otra compañía se le eche a la yugular y le chupe a traición la sangre. Les cuento.

Llamada telefónica de un amigo que, además, vive en la calle de al lado:


- Oye tío. ¿Te funciona Internet?
- Espera que lo miro. Sí. Aquí sí va.
- Jo, pues aquí no. Pensé que serían las cuatro gotas que han caído, como la última vez. Voy a llamar a Timofónica –textual en la conversación- a ver qué es lo que se les ha roto ahora.
- Será poca cosa porque yo sí tengo conexión. Lenta, pero tengo. Venga, que sea leve.
- Luego te cuento.

Veinte minutos más tarde:

- ¿Qué pasa Manolo? -ventajas del servicio de identificación de llamadas por las que Telefónica ya cobra- ¿Qué se les ha roto esta vez? ¿La junta de la trócola de algún cable?
- Calla, calla, que dicen que me han dado de baja porque me he cambiado de compañía.
- ¿Y te has cambiado?
- Qué co(piiiiip) me voy a cambiar. Dicen el día 18 me di de alta en otra compañía y yo el día 18 no estaba ni en España. Y les pregunto que en qué compañía se supone que estoy ahora, y me contestan que no saben, que sólo les consta que me han portabilizado. ¿Tiene o no tiene co(piiiiiiiiip) la cosa?
- Sin duda los tiene. ¿Y ahora qué?
- Pues nada, que tendré que ir llamando a todas las compañías a ver cuál es, pero como no tengo Internet no sé dónde buscar los números.
- Espera, que te los busco yo y te los paso. Empezaremos por Orange, que son los más pesados y seguiremos con Ya punto Com, que me quisieron colar una parecida a la tuya hace unos meses (Véanlo en la edición 297 de esta misma publicación).

Y así, un servidor que sí tiene Internet - y toca madera- busca en los diferentes espacios Web y le facilita a su amigo Manolo los números de atención al cliente de todas las empresas de comunicación que se le vienen a la cabeza.

Se olvida del tema y al día siguiente en el trabajo se encuentra con un compañero al que le ha sucedido más o menos lo mismo, y a otra compañera a la que le han cobrado tres euros de “roamning” por una llamada recibida desde Andorra, como si ella se hubiese encontrando en el extranjero, habiendo recibido la comunicación mientras estaba en casa, con los rulos puestos, planchando la ropa, recordando incluso el contenido: “Niña, que no hay LM Light. ¿Te traigo del normal, o te compro otra marca de pitillos?”. Ambos subiéndose por las paredes porque los distintos servicios de atención telefónica no sólo no le solucionan el problema, sino que, encima, los llaman mentirosos dudando que el primero no haya solicitado realmente el cambio de compañía y que la segunda se encontrase efectivamente en el cuarto de la plancha con la bata y los rulos, y no de compras por Andorra.

Manolo, que sigue sin desfacer el misterio, sabe al menos que ha sido Orange quien le ha captado como cliente, quienes afirman tener una grabación que demuestra que, desde su teléfono, se ha solicitado el cambio, grabación que se niegan a mostrarle alegando una presunta confidencialidad en los datos (¿Confidencialidad en los datos las compañías telefónicas? Me parto de la risa), por mucho que Manolo dispone de los billetes de avión y los talones de hotel que demuestran que en el día en el que supuestamente se hizo la llamada solicitando el cambio, tanto él, como toda su familia se encontraban en el extranjero. En Disneyland Paris, para más señas. Telefónica no sabe/no contesta y para causar baja en Orange y retornar a Telefónica, le solicitan más papeles que para una hipoteca. Mientras, sigue sin ADSL y dándose paseos arriba y abajo cual precio del barril de Brentz. Ora en la Oficina del Consumidor, ora a Correos a poner un fax, ora a la agencia de viajes a recoger duplicados de los billetes.

Picándole a uno la curiosidad, teclea en Google “baja Telefónica” + “sin consentimiento” y encuentra docenas y docenas de entradas en las que multitud de clientes, se quejan amargamente de que Orange -la mayoría- y Ya punto Com –otro buen puñado- les han “portabilizado” a la fuerza, a traición y sin que mediara ni solicitud ni consentimiento, lo que les ha supuesto a no pocos clientes –encima-, el pago de indemnizaciones por incumplimiento de contrato con las operadoras primitivas. Ante esto, Telefónica, se lava las manos como Sócrates. (Aquéllos de mis queridos reincidentes que estén pensando que confundo Sócrates con Pilatos, decirles que no, que existe abundante documentación al respecto que constata que Sócrates se lavaba las manos varias veces al día, la mayoría durante las comidas, pues al no usar cubiertos se las lavaba diligentemente entre plato y plato).

Y uno, que cuando tiene tiempo gusta de darle la murga a Telefónica, y que, además, se queda del revés si se imagina de la noche a la mañana sin Internet con el que hacerles llegar mis artículos de manera puntual semana a semana, se le ocurre llamar al 1004 de Telefónica para preguntar si existe forma humana de protegerse de los ladrones de líneas y de contratos, y una tal Beatriz, muy simpática, y con la que he conseguido hablar después de varios intentos de que una grabación me entendiera, no se sorprende en absoluto de mi petición, y me informa de que enviando un fax al 900 21 03 23, con una fotocopia del DNI, y añadiendo un texto solicitando que se deniegue toda portabilidad sin mi expreso consentimiento por escrito, nadie podrá -al menos en teoría- deshacer a mis espaldas mis vínculos contractuales. Por probar no se pierde nada, se dice un servidor, aunque ahora, que acabo de hablar de nuevo con Manolo, me comenta que solicitó lo mismo y que le han contado otra cosa totalmente distinta, o sea que váyanse ustedes a saber...

Manolo ha denunciado ante la OCU a Orange. Mis otros dos compañeros han hecho lo propio, respectivamente, con Ya punto com y con Vodafone, y si se dan un garbeo por Google preguntándole por “quejas a compañías telefónicas” comprobaran cómo ninguna compañía pasaría la prueba del algodón y la que más y la que menos acumula denuncias como para alicatar tres veces todos los baños de la Preysler, pero en cualquier caso, lo que está claro, clarísimo, es que a líneas revueltas ganancia de operadores.

http://www.miguelmartinezp.blogspot.com/

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