jueves, septiembre 04, 2008

Miguel Martinez, Ese misterio llamado "Economia"

jueves 4 de septiembre de 2008
Ese misterio llamado ‘Economía’

Miguel Martínez

R EPETIDAMENTE, desde estas y otras páginas, un servidor de ustedes ha rajado sin conmiseración alguna sobre nuestro sistema educativo, defendiendo que cuando los de mi generación estudiábamos, se nos exigía muchísimo más de lo que se les exige a las generaciones actuales, y que aquella exigencia hizo que nos dotáramos de una culturilla de la que los chavales de hoy andan más bien escasos. Recordarán mis queridos reincidentes aquel artículo donde les comentaba un programa de televisión en el que unos adolescentes, estudiantes de ESO, ignoraban quién había escrito El Quijote, o aquel otro en el que les comentaba el experimento doméstico de preguntar a estudiantes de básica qué era El Pisuerga, u otro más reciente en el que quien les escribe acabó atacado de los nervios tras asistir a unas oposiciones donde licenciados no eran capaces de ubicar el Coliseo. Si recuerdan éste último, les comentaba también las conversaciones con amigos sobre el tema, y cómo alguno de ellos restaba importancia a estos hechos, considerando que no es que tuviesen menos cultura, sino que su cultura era diferente, menos enfocada a la memoria y más dirigida a dotarse de las técnicas que les permitieran adquirir los conocimientos a medida que los fuesen necesitando, acercándolos a las nuevas tecnologías y preparándolos para obtener los datos que su curiosidad o su necesidad les solicitara.

Y, al menos en parte, creo que no le falta razón, porque estos días anda uno ciertamente confuso intentando comprender las reacciones de la Economía y cómo ésta afecta a nuestro comportamiento diario, y es entonces cuando uno echa en falta la asignatura de Economía que algunos de los adolescentes de nuestros institutos de secundaria tiene la posibilidad de estudiar, imaginando que quizás, de haber recibido clases de Economía en sus años mozos, un servidor ahora no estaría, día sí, día también, dándole la murga a su sabio amigo Google preguntándole qué narices es un “interés tipo Flat”, o para qué demonios sirve un “Fondo Paraguas”. En cualquier caso, les confieso que una vez leídas las explicaciones encontradas por la red, no siempre le queda a uno claro el concepto. Vean si no la definición que un diccionario financiero “on line” atribuye al susodicho Fondo Paraguas: “Fondo de inversión compuesto por varios subfondos. Ofrece al partícipe la posibilidad de moverse por esos subfondos sin generar nuevos gastos, es decir, sin abonar comisiones de cancelación o suscripción, y sin tener que tributar por las plusvalías del subfondo que se abandona para entrar en otro”. Y digo yo ¿Qué es moverse por un subfondo? ¿Alguno de ustedes se ha movido alguna vez por uno? ¿Se hunde si se pisa? Y si se hunde… ¿se convierte en un infrafondo?

Pero no es necesario recurrir a complejos conceptos y logarítmicas definiciones para darse uno cuenta de que esto de comprender los entresijos de la economía no está al alcance de cualquiera porque según parece, estamos en crisis y la economía está fatal. Entonces, si esto es así, cómo se explican las caravanas que éste que les escribe se ha tenido que tragar cada vez que ha decidido ir a la playa este verano. Se supone que si la economía está tan mal, la gente contiene el gasto. ¿O no? ¿Dónde estaba la gente este agosto? Porque, como cada año, en la mayoría de ciudades no ha quedado ni el gato. Pues si hacemos caso a lo que leemos y a lo que nos dicen deberemos concluir que andaba todo quisque economizando, desde luego.

Experimento sociológico doméstico. ¿Salimos a cenar? Venga, que me han hablado de un restaurante que dicen que tal y que pascual, que si esto y que si lo otro.

El primero:

-Es que a estas horas, si no ha reservado mesa el señor…
- ¿El Señor? ¿Qué Señor?
- Usted, caballero.
- ¡Ah! Yo… sí, claro. Disculpe. Pero oiga… ¿No notan ustedes la crisis?
- ¡Uffff! Muchísimo.
- Pues antes de la crisis, pillar aquí una mesa debería de ser Troya, ¿no?
- Bueno, no… los sábados… ya se sabe… la gente sale a cenar…

El segundo:

-Si se quieren tomar una cervecita en la barra, calculo que en tres cuartitos de hora quedará libre alguna mesa.
-Gracias, pero mi estómago no aguantaría tanto.
-Les puedo poner unos cacahuetes.
-¿Y no nos podría poner una sopita de pescado y unos filetitos en la barra?
Fue que no.


Tres o cuatro restaurantes después, desisto. Llamada telefónica.

-Telepizza, ¿Qué desea?

Cada vez que en Telepizza me hacen la preguntita de marras, les confieso que lo que me pide el cuerpo es decir: “Una bolsa de magdalenas y kilo y medio de pistachos” a ver qué me dicen, pero siempre me acabo conteniendo y sólo les suelto lo de:

-Pues quizás le sorprenda, pero hoy creo que voy a pedir unas pizzas. (les ahorro diálogo sobre ingredientes, ofertas dos por uno y alitas de pollo en promoción)
-A ver… Andamos algo liadillos de faena, pero calculo que en una hora o así le llegará, si eso.
-Si eso ¿qué?
-Pues eso, que en una hora o así le llega.
-¿Y no puede ser antes?
-Me temo que no.
-Pues mire, déjelo. Otra vez será porque ya he empezado a comerme el cable del teléfono…

Noticia en todos los periódicos: La venta de vehículos ha descendido un mogollocientos por cien este año. ¿Alguno de ustedes ha intentado comprar un coche últimamente? Tiempos de entrega de diversos concesionarios: Audi, según modelo entre cuatro y seis meses. Nissan, según modelos entre tres y ocho –sí, han leído usted bien, ocho- meses. Chrysler/Jeep/Dodge entre mes y medio y cuatro meses, claro que si quiere éste verde oliva metalizado, con tapicería de cuero blanco que ya tenemos matriculado, se lo puede llevar mañana mismo… Del resto de marcas, de lunes a martes… ¿Motivo? Mucha demanda -o al menos eso fue lo que repitieron en más de tres a un servidor- “este coche se está vendiendo como churros”. O que los sistemas de producción –me contaba otro, éste con bata blanca- intentan converger al máximo con las expectativas de venta que no siempre son exactas. Que, digo yo, debe ser algo así como tú dime qué coche quieres y cómo lo quieres, yo lo encargo y cuando te lo hayan fabricado te pasas por él. O lo que es lo mismo, que si necesitas un coche con urgencia porque te has quedado sin, vete a buscar uno de segunda mano o quédate el verde oliva metalizado con tapicería blanca, que no se ensucia tanto como dicen y te regalan las alfombras y los triángulos. Economía de producción, creo que se llama.

Aunque lo que de veras me trae del todo desconcertado es lo del precio del dólar. Por lo visto si sube, malo, porque nuestras importaciones se ven afectadas, así como el precio del crudo que cotiza en dólares, mientras que si baja, malo también porque entonces lo que se resienten son nuestras exportaciones que pierden competitividad y, en cualquier caso, sube el petróleo de nuevo, y, por consiguiente, los carburantes y el transporte, y, consecuentemente, el precio final de los productos.

Que se le inflama el flemón al Jeque tal de Arabia, diez dólares más el barril de Brent y diez céntimos más el litro de súper. Cuando, hábilmente tratado el jeque con penicilina semisintética -de amplio espectro sobre los microorganismos gram positivos y gram negativos- le desaparece el flemón, el crudo baja los diez dólares, la gasolina baja céntimo y medio y la barra de pan, que también subió como consecuencia de la subida del crudo se mantiene si es que no vuelve a subir. Vaya pedazo de Mercedes que se ha comprado –se lo juro- mi panadero. A él sí le debe ir bien la economía .

Ruego a mis queridos reincidentes disculpen mi ignorancia sobre el tema, y, yo no sé ustedes, pero un servidor alberga la sospecha de que en esto de la economía no nos lo han explicado todo, que, como poco, faltaría añadir a los complejísimos diccionarios económicos y financieros, terminología mucho más empírica: El que tiene padrino se bautiza, dime con quién andas y te diré quién eres, a perro flaco todo son pulgas, dame pan y dime tonto, tanto tienes tanto vales. ¿No se entiende mucho mejor así?


http://www.miguelmartinezp.blogspot.com/

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