lunes, septiembre 15, 2008

Maria Maizkurrena, Ciencia

Ciencia
16.09.2008 - MARÍA MAIZKURRENA

L a ciencia, para el profano, es como la magia. Hace portentos y no sabemos cómo. Viajamos a grandes velocidades, nos comunicamos a distancia, podemos ver imágenes de varios mundos en una pantalla e incluso obtener detalladas imágenes de nuestra columna vertebral, aunque luego nadie nos la arregle, salvo que tengamos dinero para pagarnos el arreglo en Alemania o en Estados Unidos. Llamaríamos magia a todo eso (sobre todo a que nos arreglen la columna vertebral) si no supiéramos, mal que bien, qué es la ciencia. Por lo mucho que la ciencia influye en nuestras vidas (y en la economía en general), aunque no sepamos mucho de ella estamos dispuestos a concederle la importancia que tiene. Podemos desdeñar el saber sin aplicación práctica, pero no el sistema de conocimientos que hace posible la existencia de artilugios tan valiosos como las videoconsolas y el mando a distancia. En el fondo de todo ser humano hay un niño al que le gusta la magia, y ese niño está siempre en el punto de mira de las multinacionales, que lo miman, lo abonan y lo riegan en detrimento del adulto. Pero entre lo fantástico y lo sobrenatural sólo hay un paso. Un paso para llegar a las espinosas relaciones entre ciencia, religión y magia. La Iglesia, que durante siglos tuvo el monopolio del sistema de propaganda y difusión cultural, identificó magia con paganismo, error y superchería. En el otro polo, identificó ciencia y verdad revelada. A decir verdad, desde el Renacimiento, y no digamos desde la Ilustración, la ciencia es otra cosa, aunque diferentes iglesias cristianas no lo hayan asimilado todavía. La relación entre el pensamiento mágico y el religioso revela su raíz común cuando alguien pide que se enseñe el creacionismo en las escuelas. En cambio la Iglesia de Inglaterra ha pedido disculpas por la reacción exageradamente emocional y defensiva con que recibió la teoría de Darwin, con quien se cometió el mismo error, admiten, que con Galileo Galilei. El reverendo Malcolm Brown leyó la disculpa en el marco de los actos de conmemoración del 200 aniversario del nacimiento del científico. En cuanto a la Biblia, se puede leer de muchas formas, pero leerla de forma literal es espeluznante. El gran acelerador de partículas que se ha puesto en marcha en la frontera franco-suiza se conoce como 'la máquina de Dios'. ¿Blasfemia? Nada de eso. Si usted es creyente, le permitirá saber cómo hizo Dios las cosas.

http://www.elcorreodigital.com/vizcaya/prensa/20080916/opinion/ciencia-20080916.html

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