miércoles, septiembre 17, 2008

Marcello, El Pitt Bull sin pintalabios

miercoles 17 de septiembre de 2008

El Pitt Bull sin pintalabios

La diferencia de los pelotas de Rajoy y los de Esperanza Aguirre reside en que los de la presidencia madrileña están a sueldo, o reciben favores de la Comunidad de Madrid, es decir, del erario público, o se van a repartir entre algunos el control del Canal de Isabel II, que es la cueva donde merodea la famosa —estilo Mao Tse Tung— “banda de los cuatro” de la Autonomía de la capital, los González (el chino de la coleta albina), De Miguel, P. A. Martín Marín y Granados, o “granizados”, el hombre del que se dice que sí sabía demasiado de aquello del “tamayazo”, y de otras muchas cosas, vista aquella su afición que descubrimos cuando se espiaba el despacho de Prada.
Granados puede ser una granada de relojería y podría saber mucho o poco del “tamayazo”, como otros sabrán cosas de las islas Caimán, y otros de la innovadora furia privatizadora o acaparadora de Aguirre, empeñada como está en montar un nuevo partido dentro del Partido Popular. Un partido presuntamente liberal, que tiene como modelos inspiradores a Margaret Thatcher y Sarah Palin, sus dos heroínas. Las mismas a las que Aguirre encumbró en sus viajes, uno a Inglaterra —con escala en el dormitorio de invitados de Agag— para asistir al congreso de los conservadores, y otro a USA, para admirar en directo a esa madraza con rifle en ristre que es la Palin y que no sabe hacer la “O” con un canuto.

En lo único en que se parecen Aguirre y Palin es en lo del Pitt Bull, pero la madrileña sin el pintalabios, porque sus afilados dientes de furioso escualo le impiden cualquier coquetería, y eso que la madrileña le dedica mucho tiempo y esfuerzo a disfrazar su rostro de fiero con una presunta máscara de gueisa japonesa, pintadita ella, con polvo de arroz, pestañas de pega y morritos arrugados de pitiminí.

La presidenta, la furiosa lideresa, quiere privatizarlo todo en su favor, o el de su entorno —ya verán cuando salte al escenario lo de la Gil de Biedma—, porque se empieza a temer que, a lo mejor, puede perder las elecciones del 2011. Por eso quiere controlar esa gran tapadera de negocios varios que es el Canal de Isabel II —y su división exterior, Canal Extensia, que merece una auditoría a fondo para ver hasta dónde llega la conexión de la reina Isabel II en América Latina. Y, si la dejan, privatizará Telemadrid e irá a cazar la presidencia de Caja Madrid. Y se montará su propio multimedia personal y político con Federico, para crear, dentro del PP, no ya el partido liberal sino la nueva extrema derecha española, al estilo neocón y catolicón, a ver si consigue, en el 2011, la presidencia del PP, ahora que Gallardón dice que a él sólo le interesa la Olimpiada (sic).

En fin, vamos a ver cómo discurre el congreso a lo Ceaucescu que Aguirre, el Pitt Bull sin pintalabios del PP, ha organizado en Madrid, sólo para ella, para entronizarse como si ella fuera la reina madre de la capital, porque ella no escarmienta ni se cansa de hacer el indio, después del batacazo que se dio en el congreso valenciano del PP, del que difícilmente se va a reponer porque, como dice la canción, en el suelo se le vio que no sabía patinar, se va el Pitt Bull, se va el Pitt Bull, se va para Barranquilla.

Por ese congreso deambularán, como mansos corderitos al matadero, los Rajoy, Gallardón, Cospedal, Arenas, y la corte aguirrista de los milagros, anti-Rajoy y anti-Gallardón. Y sólo falta averiguar si en su discurso, sobre los valores y principios de la Edad Media, va a encerrar alguna puñalada trapera al presidente del PP, o si va a montar el numerito de María San Gil, o subir a José María Aznar a los altares, o a invitar a la ministra de justicia de Francia, Rachida Dati. La que no va a venir a su congreso de Madrid es la Palin, porque está recibiendo un curso acelerado de política nacional e internacional.

En fin, Aguirre está que lo tira. Y está tiesa, y por eso, también, quiere sacar a Bolsa lo del Canal de Isabel II, a ver si recauda algo y monta ese palacio de congresos para hacerle la competencia a Gallardón, y un Guggenheim en Madrid, para competir con el eje de Recoletos, y otras mil cosas más de las muchas que se le ocurren para fastidiar a los demás y para hacerse fotos sin parar, que es su especialidad. Ahora bien, lo del Canal de Isabel II —una operación similar a la que Zaplana estuvo a punto de montar en Valencia, con Buygues— tiene gato encerrado, y de los gordos, y ya veremos si acaba o no por estallar. Sus actuales mandones están muy confiados de que nada va a pasar, y en cuanto termine el congreso madrileño del PP seguro que tienen previsto algún viaje como aquel a Sudáfrica que te contaré. O como los que, discretamente, alguno de entre ellos ha realizado al Caribe en los últimos meses. Pero, por el momento, mucha tranquilidad, estamos en la gran fiesta del Pitt Bull, en su congreso triunfal.

http://www.estrelladigital.es/diario/articulo.asp?sec=opi&fech=17/09/2008&name=marcello

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