jueves, septiembre 18, 2008

Manuel Montero, Derechos humanos identitarios

Derechos humanos identitarios

18.09.2008 - MANUEL MONTERO

JOSÉ IBARROLAH a llegado la hora de las extravagancias, como fruto final de los entusiasmos soberanistas. No tiene otra explicación la ocurrencia de acudir al Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo tras la sentencia del Tribunal Constitucional que asegura que nuestro ansiado referéndum no es constitucional, en lo que por otra parte había (y hay) general acuerdo, excepción hecha del Gobierno vasco, de sus adláteres y de sus asesores jurídicos, y de éstos, no todos.
Sólo tendría interés la propuesta nacionalista de una excursión por Europa en un caso: si el Gobierno vasco se comprometiese a aceptar la sentencia de Estrasburgo cualquiera que fuera, y a que si no le diese la razón (e incluso si no admitiese la demanda) se olvidaría de estas zarandajas. No sucederá así. Si el Tribunal de Estrasburgo (o cualquier otro que en el mundo hubiere) rechazase su reclamación, sería descalificado por los reclamantes, debido a la particular noción política de los nacionalistas, que, primero, se sienten poseídos por la verdad universal y, segundo, entienden los caminos judiciales como armas de lucha. Para el nacionalismo, un tribunal es justo si le da la razón. Injusto en caso contrario. Sus postulados ideológicos los entiende como derechos humanos.
La idea de que los organismos internacionales y las instancias europeas tienden a compartir las querencias de los nacionalistas tiene algo de papanatismo. Subyace la idea de que sus propuestas de parte son verdad en lo absoluto, sólo negables por los españoles, «democracia de ínfima calidad». Como si Europa (y el mundo) se construyesen sobre criterios similares a los del nacionalismo vasco, en función de obsesiones identitarias: casos ha habido, y aún los hay (afortunadamente, ya apenas en la Unión Europea), pero no son del todo edificantes ni precisamente de prestigio democrático.
El recurso al Tribunal de Derechos Humanos a cuenta del referéndum tiene mucho de sarcasmo. En primer lugar, porque es obvio que hay derechos humanos que se incumplen de forma sistemática en el País Vasco, pero no son éstos los que se reclaman. Pongamos por ejemplo, «todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona» (artículo 3 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos), que resulta básico y cuya comprensión no requiere sofisticadas redacciones de asesorías jurídicas al servicio de una causa política. Pues bien, a todas luces falta en la sociedad vasca, en la que cientos de personas las tienen amenazadas día a día.
No resulta achacable a los poderes autonómicos que la vida, la libertad y la seguridad de estos vascos (por ejemplo, la de toda la oposición democrática) estén amenazadas o coartadas. Sin embargo, resulta sangrante que el Gobierno de los vascos tienda a olvidar tales circunstancias y a suponer que forman parte del paisaje, de la 'normalidad': no se le conocen grandes desgarros públicos para sostener estos derechos humanos. Mientras, presenta como derechos humanos sus postulados políticos y organiza toda una parafernalia, que pretende internacional, para sostener lo suyo, olvidando las violaciones de los derechos humanos más elementales que se producen ante sus narices año tras año. ¿Dos varas de medir? Sólo una, la que anota presuntos agravios a los nacionalistas, que son infinidad habida cuenta su hipersensibilidad en este punto; la otra vara es para atizar. La movilización política y el despliegue de sentimientos por parte de los nacionalistas acerca del derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de los vascos que están amenazados - si han existido alguna vez- resultan sustancialmente inferiores a la insistencia en los (presuntos) derechos humanos de los nacionalistas, que es lo que se presenta en este trance como derechos humanos a reclamar en Estrasburgo.
Ésa es la otra. El fondo del cuento nunca fue que la consulta/referéndum sirviese para acercarnos a la paz, al final del terrorismo. Ésta fue la coartada ideológica. El propósito era asentar de rondón la idea nacionalista de la 'construcción nacional'. Es decir, establecer a golpe de referéndum y de deslegitimación del Estatuto un nuevo punto de partida para seguir con la construcción identitaria de la sociedad vasca, por la vía de socavar la lengua, cultura, derechos. de quienes no comparten tal identidad. ¿Puede entenderse como 'derecho humano' un proyecto político que busca dificultar o imposibilitar las expresiones públicas de una parte de la sociedad? ¿Existe el 'derecho humano' de reducir los derechos humanos de los demás? ¿Es un 'derecho humano' dificultar (o impedir) que los hijos estudien en el idioma de sus padres? Se dirá que nada de eso figuraba en el finado proyecto de consulta, pero a estas alturas todos sabemos de qué va la historia, y que el referéndum no buscaba mejorar la convivencia de los vascos, sino asegurar la hegemonía nacionalista, y por lo visto hasta la fecha ésta consiste en tal presión identitaria. Sus 'derechos humanos' son 'derechos identitarios', una contradicción en sus términos.
tro ejemplo. El artículo 21 de la Declaración Universal de Derechos Humanos asegura que «toda persona tiene el derecho de acceso, en condiciones de igualdad, a las funciones públicas de su país». ¿Se cumple en la Comunidad Autónoma Vasca? Se podrá justificar como se quiera, incluso presentar como algo agradable, positivo, irrenunciable, expresión de derechos humanos identitarios, pero lo de 'en condiciones de igualdad' se incumple. Los objetivos del referéndum nacionalista no consistían en atenuar tales discriminaciones. A juzgar por los precedentes, se trataba de lo contrario.
Así que nos vamos a Estrasburgo como otro paso dentro de la secular lucha de los vascos por su libertad e identidad. Se reclama de matute el derecho humano de rebajar los derechos humanos de quienes no sean identitariamente correctos. Al paso, se olvidan los derechos humanos de quienes ven amenazadas su vida, su libertad y su seguridad, que quedan perdidos en la hojarasca: su quebranto es de tal calibre que hoy en día ya ni se considera un problema político, se da por bueno. ¿Todo ello para qué? Dos ideas: o bien para continuar acentuando la división entre los vascos; o bien para, vía victimismo, ganar unas elecciones y continuar así acentuando la división entre los vascos. No hay otra.

http://www.elcorreodigital.com/vizcaya/prensa/20080918/opinion/derechos-humanos-identitarios-20080918.html

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