miércoles, septiembre 24, 2008

Luis Pousa, Lo posible, no milagroso

jueves 25 de septiembre de 2008
LUIS POUSA

CELTAS SIN FILTRO

Lo posible, no milagros

La política es el arte de hacer posible lo imposible, pero no milagros. Estos días el Ministerio de Economía está apurando las negociaciones con las demás fuerzas políticas para conseguir los apoyos suficientes para aprobar en el Congreso los Presupuestos Generales del Estado para 2009. Dado que estamos en un contexto de crisis internacional, es de sentido común suponer que todos, y no sólo quienes gobiernan, son conscientes de ello y consecuentes en sus planteamientos.

A veces, sin embargo, da la impresión de que no es así, y de que quienes no tienen compromisos de gobierno actúan como si la cosa no fuera con ellos y, exentos del marcaje de la responsabilidad, estuvieran imbuidos de una legitimidad especial para criticar, controlar y exigir al margen de las condiciones y de las circunstancias que operan sobre el sistema y alteran sus equilibrios.

Es pura obviedad recordar que en tiempos de crisis los ingresos del Estado disminuyen, porque la recaudación por impuestos y tasas decrece, sobre todo la ligada al consumo -el IVA, por ejemplo-. Al mismo tiempo, aumenta el gasto público, porque una parte de sus recursos se destinan a luchar contra los efectos de la crisis, y ese aumento del gasto obliga a echar mano del superávit, si lo hubiere, y finalmente a endeudarse. Sin embargo, hay que insistir en ello, sobre todo cuando el discurso político se anega en la demagogia de propuestas antitéticas entre sí.

De siempre, la bajada de los impuestos ha tenido buena prensa entre la opinión pública. En términos ideológicos, esa demanda resulta coherente con quienes apuestan por un Estado mínimo, casi residual, cuyas funciones sociales -educación, sanidad, etc.- sean muy limitadas o prácticamente no existan, y su papel de árbitro y control de la marcha de la economía quede reducido a algo meramente testimonial. Aunque luego ocurre que muchos de los que postulan aquello se desmienten a sí mismos, y gastan lo que el Estado no tiene, endeudándolo hasta las cejas, a fin de evitar que la situación acabe llevándose por delante el propio sistema.

De manera que el dinero que se evita recaudar vía impuestos, para no destinarlo a mejorar la calidad de vida de la gente con menos rentas, lo termina aportando el contribuyente para sanear empresas e instituciones privadas que gestionaron a su libre albedrío los negocios ruinosos en los que se metieron.

Cuando en plena crisis, y a la vista de lo que está ocurriendo, hay quien propone bajar los impuestos, debería explicar a cuenta de quién o de quiénes correrá esa factura. El caso de Estados Unidos es paradigmático en el peor de los sentidos, toda vez que la inexistencia de un Estado del bienestar no impide que la deuda nacional roce hoy el 68 por ciento del PIB (9,6 billones de dólares), porcentaje similar al que alcanzó en 1954, cuando era presidente el republicano Dwight Eisenhower, y superior a cualquiera de los años de la New Deal.

Atender la rebaja de impuestos que piden PP y CiU no es compatible con un presupuesto que prime las inversiones, sobre todo en infraestructuras, dirija el gasto social a los sectores de la población más necesitados y ponga un límite al endeudamiento. Tampoco es compatible con apuntarse al bombardeo de toda cuanta reivindicación sectorial surja, y alentar el descontento territorial.

http://www.elcorreogallego.es/index.php?idMenu=13&idEdicion=1017&idNoticiaOpinion=346188

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