jueves, septiembre 25, 2008

Luis de Barandiaran, Recomenzar

Recomenzar

26.09.2008

LUIS DE BARANDIARAN IRIZAR| PROFESOR EMÉRITO DE MORAL PROFESIONAL


JESÚS FERREROT ras el corto descanso veraniego todo vuelve a comenzar. Al verano endomingado, relajante y festivo -estación terminal de sueños y sudores represados- sucede el otoño con psicología de lunes de semana en el que se reanuda todo: en las faenas agrícolas y fabriles, en las tareas escolares, en las reuniones cultas y hasta en la liturgia. Dicen los expertos en medicina que una de las más frecuentes causas de la jaqueca es el perfeccionismo en el trabajo y la prisa por terminar y la angustia por no llegar. Comprendo la sabiduría del consejo que hace muchos años recibí personalmente de un médico en una situación de sobrecarga de trabajo: «Usted trabaje, no deje ninguna de las tareas que trae entre manos, pero trabaje con paz». Sabio consejo pero difícil de cumplir. Recuerdo que le repliqué: «¿Y cómo se hace eso?».
Si queremos una existencia armónica hay que salvar los ritmos como en la música, como en la respiración, como en las cordadas de los alpinistas. Y los ritmos -nos los recuerda la Biblia- los marca la vida: «Hay tiempo de arrancar y tiempo de plantar, tiempo de hablar y tiempo de callar, tiempo de coser y tiempo de rasgar».
La vida no sólo, ni principalmente, es antesala para el trabajo tenso, sino, además, disfrute relajante y predisposición para la fiesta de ahora y para la Fiesta -así con mayúscula- de después. Por otra parte, hace falta la calma imprescindible para hacer obra bien hecha, bien terminada.
«La gente -advertía Martín Descalzo- que dice que no tiene tiempo para nada, realmente dice la verdad: que no hace nada, que corre de acá para allá, que tal vez fabrica cosas y monta mandangas, pero... hacer, hacer de veras, no hace nada sino multiplicar sus nervios y los de quienes le rodean».
La máxima sabiduría estriba en vivir al día y vaciar en el molde de cada hora su afán respetando responsablemente los ritmos de trabajo y ocio: «Soy peregrino de hoy, no me importa dónde voy» (Antonio Machado). Vivir no es sólo llegar a la última meta terminal. Cada paso en el camino es ya una cota parcial: «No se camina para llegar, sino para vivir caminando» (Goethe).
Hay quienes, por su agobio en el trabajo, dan la sensación de estar empujando al río para que fluya. Y el río ya fluye por sí mismo. También la vida fluye por sí misma. No empujes. El secreto de pasarlo bien es dejar que lo que pasa... pase. La traducción cristiana sería: «Haz lo que Dios quiere; quiere lo que Dios hace».
Pero hay a quienes lo único que les angustia del trabajo es el trabajo mismo en cuanto 'fastidio', en cuanto galera de forzados. Mientras los unos subrayan en la vida el sentido del 'nec-otium' realizador y constructivo, los otros cargan el acento en el 'otium' sesteante del 'dolce far niente'. A estos últimos habría que recordarles el ejemplo del famoso escritor Nikos Kazantzakis. A los 74 años empezó a presentir que la muerte le pisaba los talones y sintiendo la urgencia quemante de terminar antes de morir su 'Carta al Greco' escribía con tensión incontenible: «Tengo ganas de bajar a la esquina, extender la mano y mendigar a los que pasan: Por favor, dadme un cuarto de hora».
¿Se imaginan ustedes los cuartos de hora que perdemos cada uno lamentablemente en los trabajos no hechos, en los trabajos mal hechos, en los trabajos mal acabados? Yo creo que hay muchos a los que casi les atrapa la muerte sin apenas haber estrenado la vida, sin haber estrenado el alma. «No se puede decir más que con espanto -decía Bernanos- el número de hombres que nacen, viven y mueren sin haber usado ni una sola vez su alma, sin haberla usado ni siquiera para ofender a Dios. ¿El infierno será precisamente encontrarse demasiado tarde con un alma no utilizada, cuidadosamente doblada en cuatro y estropeada por falta de uso como ciertas sedas preciosas que se guardan y no se usan precisamente por ser tan preciosas?

http://www.elcorreodigital.com/vizcaya/prensa/20080926/opinion/recomenzar-20080926.html

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