lunes, septiembre 15, 2008

Leopoldo Barreda, Del teatro a la calle

Del teatro a la calle
16.09.2008

LEOPOLDO BARREDA DE LOS RÍOS| PORTAVOZ DEL PARTIDO POPULAR DEL PAÍS VASCO

JOSÉ IBARROLAC omenzó el verano con la escenificación del apoyo parlamentario del PCTV al señor Ibarretxe; y termina, tras el aval europeo al Concierto Económico y la sentencia del Tribunal Constitucional contraria al referéndum del 25 de octubre, entre esperpénticos anuncios de denuncia testimonial ante Europa. De una a otra fecha, quienes consideran la política vasca como mera representación han protagonizado toda una antología del teatro del absurdo, en la que no han faltado fotos de líderes políticos 'en cuadrilla', ante el Tribunal Constitucional; grandilocuentes amenazas de 'seguir adelante' diga lo que diga la Justicia; o encendidas apelaciones al Tribunal Europeo de Derechos Humanos, carentes -para no variar- de todo aval jurídico.
La pasada semana, el propio Ibarretxe, en el tono de aprendiz de profeta que tanto cultiva, aseguraba que en Europa el futuro es la consulta y el pasado la prohibición; para entendernos todos, que las reglas democráticas son el pasado y que en el futuro cada cual podrá, al fin, hacer de su capa un sayo. Con la misma lógica, conocida la decisión del TC, en declaración digna de tal cabeza de cartel, el lehendakari se descolgaba con tópicos tales como que la vida sigue o que él no se resigna.
En cualquier caso, para quienes asisten al espectáculo, la obra carece de interés; todos saben que no se trata de un estreno, sino de la enésima vez que, con alguna variación en el reparto o los decorados, el lehendakari Ibarretxe emprende la huida hacia adelante, con su 'plan' bajo el brazo, en vísperas electorales. Reedita la vieja función, de espaldas a la vida real de los vascos, pretendiendo ignorar que somos precisamente los vascos quienes ya no estamos dispuestos a seguir esperando resignadamente una rectificación en el último acto de la obra. No es de extrañar, por tanto, que el señor Ibarretxe haya perdido el favor de la afición tras diez temporadas de radicalidad progresiva, tratando de hacer pasar como demanda del respetable su guión de división y enfrentamiento entre vascos, con el objetivo final de la independencia.
Otras son las preocupaciones de nuestra sociedad y otras las soluciones que espera de la actuación de los responsables políticos. Soluciones para hacer frente a la crisis económica y social, cada vez más evidente, y para defender las libertades democráticas frente a ETA; es decir, un escenario de estabilidad, confianza y seguridad para afrontar el futuro. Ese escenario al que ha contribuido de modo decisivo el Tribunal Constitucional, restableciendo la normalidad democrática frente al desafío gratuito de Ibarretxe.
Por el contrario, cada vez que el lehendakari sale a escena siembra incertidumbre y desasosiego, siempre de la mano de los más radicales; abre interrogantes allí donde los ciudadanos reclaman certezas; y, dando la espalda a los vascos, mantiene su discurso de crispación estéril y permanente inestabilidad. A estas alturas, casi todo el mundo sabe que se trata de alguien dispuesto a ponernos en ridículo ante Europa, cuestionar nuestras instituciones y asociar permanentemente el País Vasco con la falta de seriedad o la irresponsabilidad política. Es decir, lo que menos falta nos puede hacer en tiempos de crisis.
El lehendakari constituye, de hecho, un factor agravante, un acelerador de la crisis; un problema añadido y no parte de la solución. De ahí el creciente clamor de voces que piden, también desde el nacionalismo vasco, que caiga definitivamente el telón de la era Ibarretxe. Las obsesiones y planes del lehendakari tienen poco que ver con la Euskadi real; quienes contemplan sus evoluciones sobre el escenario político tienen otras prioridades. En el patio de butacas se habla de cómo llegar a fin de mes, haciendo frente a la cesta de la compra más cara de España; se da vueltas a cómo pagar las hipotecas más altas, para los más disparatados precios de la vivienda, tras cada avance del euríbor; y se comenta el paradero del amigo o la hija que no lograron, como otros miles de vascos cada año, empleo en Euskadi y lo encontraron en Madrid, Logroño o Edimburgo.
ncerrado en el camerino de Ajuria Enea, Ibarretxe vive ajeno a todo esto. En el tripartito nunca falta un personaje secundario para legitimar a los terroristas, limitar de modo sectario las opciones educativas de nuestros hijos o enredar, so pretexto lingüístico, en la función pública o en los comercios. Curiosa 'compañía' ésta en la que abundan consejeros que tardan un año en reconocer la autoría de ETA en los atentados contra la 'Y' ferroviaria; otros dispuestos a dar patinazos con el cupo que pongan en peligro el futuro del Concierto Económico; y otros más listos para hacer el papelón de sacar pecho macroeconómico frente a la crisis, ignorando la situación de las familias vascas o amparándose en aquello de 'mal de muchos, consuelo de tontos'.
Por ello, hace tiempo que el tripartito es un proyecto agotado, ajeno a las preocupaciones reales de la calle; la mejor evidencia del fracaso de la radicalidad nacionalista tras diez años de terca aplicación de los postulados del pacto de Estella. Hoy, la mayoría de la sociedad vasca demanda cambio; cambio de gobierno y cambio de políticas; otros actores para poner en escena otra obra, en la que los intereses, demandas y preocupaciones de los vascos sean el centro de la trama.
En estas circunstancias, resulta insólita la disposición del flamante candidato Patxi López a respaldar los presupuestos de Ibarretxe para 2009; por adelantado, sin exigencia alguna, en blanco; el PNV apoya a Rodríguez Zapatero en Madrid y López vota -como ya hizo en 2005, 2006 y 2007- lo que le ponga Ibarretxe.
Sorprende que, cuando el público abandona la sala y el lehendakari decide -vía referéndum, manifestación o denuncia- que todos estamos obligados a tomar parte en la obra conforme al guión que él nos dicte, los socialistas sean los primeros en aplaudir; están dispuestos a prorrogar la temporada del tripartito, renunciando a su propio estreno. Su voluntad de renovación de la escena política vasca ha quedado en mero gesto para la galería.
La coincidencia de intereses entre Ibarretxe y Zapatero defrauda la ilusión del cambio político en el País Vasco; así, las promesas socialistas se desvanecen, mientras el lehendakari sigue adelante con la función, disparate tras disparate, entre los pitos y chuflas de quienes saben de la urgencia de una alternativa capaz de renovar la escena política vasca.
Porque la demanda de cambio persiste. La formula con claridad una sociedad vasca que se transforma con rapidez. Para dar respuesta a esa demanda de cambio es ya imprescindible sacar el teatro a la calle; recuperar la sintonía con los ciudadanos; hacer de las personas el centro del interés y de la actividad política, y no meros espectadores de planes y experimentos sectarios, más allá de las fronteras de la democracia.
Los vascos sabemos que el fracaso de los más radicales entre los nacionalistas no es, en modo alguno, el fracaso de toda la sociedad vasca. Sabemos que hay opciones de un mejor futuro, desde planteamientos abiertos al conjunto de los ciudadanos, al servicio de las libertades, la prosperidad y la convivencia entre vascos, conscientes de la distancia creciente entre los viejos cánones de la escena sabiniana y la escena cada día renovada de la sociedad vasca del presente. En este final de verano, el alivio con que se ha acogido en el País Vasco la decisión del Tribunal Constitucional es el más claro exponente de esa evolución, que muchos deseamos irreversible.
Y es desde esta convicción que los populares vascos impulsamos una alternativa a las políticas radicales de Ibarretxe compartiendo las preocupaciones y prioridades de los ciudadanos; una oferta renovada, con vocación de gobierno, dispuesta a pasar de las musas al teatro; y, sobre todo, comprometida con la voluntad de cambio y la ambición de futuro de una nueva mayoría de vascos.

http://www.elcorreodigital.com/vizcaya/prensa/20080916/opinion/teatro-calle-20080916.html

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