miércoles, septiembre 24, 2008

Ladron de Guevara, ¿Miedo o degradación moral?

jueves 25 de septiembre de 2008

¿Miedo o degradación moral?

Ernesto Ladrón de Guevara

E STA misma mañana, camino al trabajo, me he encontrado con una persona a la que estimo mucho por sus valores humanos. Es una alavesa con una buena componente de formación académica y una capacidad de análisis muy por encima de la media. Me decía con una gran dosis de escepticismo y de decepción que no merece la pena vivir en Vascongadas, que la sociedad está enferma y que la situación política está tan deteriorada en todos los sentidos que no tiene remedio. Que había decidido irse con su familia y empezar una nueva vida fuera, puesto que la vida es corta y no merece la pena gastarla en resolver imposibles.

Esta tarde, en la concentración contra el terrorismo, un compañero de batallas cívicas me ha venido a pedir que cogiera el otro extremo de la pancarta, que no encontraba quien le acompañara en tan liviana labor. Eso me ha recordado cuando yo mismo me veía en la misma situación y me costaba siempre encontrar quien se pusiera tras la pancarta, pues ello significa salir en primera línea en las imágenes de aglomeraciones cívicas contra el terror. Esta vez, como otras similares que protagonizaba yo mismo, al final ha aparecido alguien, siempre del entorno ya archiconocido en estas lides, para sostener una frase pegada al plástico que predica lo que ya es un tópico de por la libertad y contra ETA.

Así es, aunque parezca mentira: últimamente yo había decidido pasar a un segundo plano puesto que estoy demasiado visto, y no porque los etarras puedan quedarse con mi cara: a estas alturas yo estoy ya bastante fichado y no precisamente por resultarles simpático. Sin embargo, no he podido sustraerme a una obligación tan sencilla y a la vez, por lo visto, tan comprometida.

Aunque resulte sorprendente he tenido experiencias de todo tipo. Un día uno de esos que miden a los demás por su propio esquema de valores, me preguntó que cuánto me pagaban por ponerme en la pancarta contra ETA. Me sonreí con una mueca entre lastimosa y triste y no le contesté.

Hoy, como en una concentración en la que estuve el sábado por razones de derechos humanos elementales, poca gente. Y siempre más o menos los mismos, sometidos a un rutinario rictus. Por delante de las concentraciones, paseantes impávidos como sombras, siempre igual. Como si la cuestión no fuera con ellos.

Y yo la verdad es que ya me estoy cansando. A lo mejor tiene razón mi amiga, y esta sociedad está desensibilizada, impermeabilizada, enferma por acción u omisión. Y no merece la pena. Y lo mejor sea que pida un cambio de nacionalidad, o irme a una región donde nadie me pretenda obligar a hablar ni a hacer o pensar lo que no me da la gana, y la gente sea sensible a la aflicción ajena, con capacidad para mirarse a los ojos limpiamente y comportarse con naturalidad sin remilgos ni resquicios mentales. ¿Merece la pena vivir aquí? ¿Merece la pena ponerse en la línea de fuego para defender a quienes no quieren que se les defienda pues al fin y al cabo no hacen nada por su propia dignidad y por conservar sus libertades?

Creo sinceramente que estoy perdiendo el tiempo y el coste personal ha sido excesivamente elevado.

¿Diré en breve plazo de tiempo: ¡que les den puñetas?

http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=4835

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