domingo, septiembre 14, 2008

Karen Jespersen y Ralf Pittelkow, La lucha de valores

lunes 15 de septiembre de 2008
ISLAMISTAS Y BUENISTAS
La lucha de valores
Por Karen Jespersen y Ralf Pittelkow
La tradición liberal es mucho más fuerte en Occidente que en los países musulmanes. Este hecho tiene consecuencias significativas sobre el modo de funcionar de la sociedad y sobre la actitud de los ciudadanos ante la vida. (...) la escasa libertad que existe en la mayor parte del mundo musulmán tiene un alto coste.

Los índices de satisfacción ante la vida y de confianza son muy bajos [en el mundo islámico]. Al mismo tiempo, el desarrollo económico padece gravemente bajo la falta de libertad. Estos problemas, sin embargo, están repartidos de forma desigual: les va mucho mejor a los países del Sudeste asiático como Indonesia y Malasia que a los países árabes (si exceptuamos los ingresos provenientes del petróleo). Pero desde un punto de vista general, los resultados económicos de los países musulmanes son desoladores, sobre todo en comparación con Occidente.

Según un debatido informe de la ONU de 2002, tres grandes déficit de las sociedades árabes obstaculizan el desarrollo económico: déficit de libertad, déficit de conocimientos y déficit de igualdad. De hecho, los dos últimos déficit surgen de la falta de libertad: la libertad de adquirir e intercambiar conocimientos, la libertad de pensar críticamente y la libertad de la mujer para decidir sobre su propia vida.

Si la libertad no conquista más terreno en los países árabes y en el resto del mundo musulmán, estos países continuarán siendo económicamente subdesarrollados. Actualmente, algunas de estas naciones se aprovechan de la subida de los precios del petróleo, pero la experiencia demuestra que una alta dependencia de los ingresos petroleros es perjudicial para la libertad y para el desarrollo económico a largo plazo. Esto se debe a que como los regímenes siguen ingresando dinero procedente del petróleo, no ven ninguna razón para hacer reformas destinadas a ampliar la libertad.

Grandes partes del mundo musulmán se encuentran inmersas en un círculo vicioso. La falta de libertad es un gran obstáculo para el desarrollo económico. Un desarrollo económico deficiente refuerza las fuerzas que luchan contra la libertad, y así sucesivamente. Este círculo vicioso influye sin lugar a dudas sobre la relación que existe entre el mundo musulmán y Occidente.

Victimismo y orgullo

La miseria económica de los regímenes autoritarios del mundo musulmán ha ocasionado una gran frustración popular. Esta frustración ha conducido a un despertar islamista de las poblaciones y a una creciente islamización de la sociedad. Los islamistas han fomentado esto insistiendo en la identidad y en la grandeza espiritual islámicas, y de este modo han permitido a muchos compensar su impotencia. Sin embargo esta identidad islámica no ha dado respuesta a los problemas económicos. Al contrario, ya que se caracteriza por una actitud particularmente contraria al pensamiento libre y crítico y a la libre búsqueda de conocimiento. El islamismo combate la autocrítica de los dogmas religiosos de la que tan necesitados están los países musulmanes. En su lugar canaliza las frustraciones hacia representaciones de un mundo exterior hostil que combate a los musulmanes, convirtiéndolos de este modo en víctimas. El enemigo es Occidente y los judíos.

[Hay] una diferencia muy característica entre la población musulmana y la población occidental a la hora de explicar cuál es la causa del subdesarrollo de los países musulmanes. La explicación más comúnmente aducida en los países musulmanes es la política de Estados Unidos y de sus aliados occidentales. Posiciones antioccidentales y un victimismo que se han visto acentuados por el resurgimiento del islamismo. En Occidente, por otro lado, se apunta a factores como la corrupción, una educación deficiente y el fundamentalismo islámico.

Pero la miseria económica del mundo musulmán no sólo ha provocado el resurgimiento del movimiento islamista. También ha originado una importante ola de inmigración musulmana dirigida al enemigo, el tan combatido Occidente, objeto de un odio político y cultural tenaz pero, no obstante, económicamente atractivo. La miseria económica y política existente en Oriente Medio y en otros lugares hizo posible que los islamistas pudieran ejercer presión para obtener una islamización de las sociedades musulmanas. Ahora, la extensa inmigración ofrece a los islamistas la posibilidad de ejercer presión sobre los Gobiernos europeos para obtener una islamización de las sociedades europeas y, en general, de las sociedades occidentales. A medida que el peso de los musulmanes en las sociedades occidentales se va haciendo cada vez más grande, los islamistas podrán trabajar para crear una nueva conciencia de orgullo islámico. El victimismo y el orgullo de los musulmanes europeos son las dos caras de la causa islamista.

Por ello, para islamistas como el jeque Yusuf al Qaradawi y su correligionario Tariq Ramadan, los inmigrantes musulmanes en Europa son la primera prioridad. Dicho en palabras del especialista en temas islámicos Gilles Kepel, son "el centro de la diana" de la actividad misionera de Al Qaradawi. Para Ramadan, los musulmanes de Occidente constituyen la vanguardia de la comunidad musulmana, la umma. Debido a que viven en el corazón de aquello que define la identidad occidental, es tanto más importante para ellos afirmarse en sus valores islámicos.

De esta manera, el conflicto entre la tradición liberal democrática y el antiliberalismo islámico se desplaza a las mismas sociedades europeas, lo que hace que éstas sean, de forma mucho más directa que antes, testigos de enfrentamientos en torno a la libertad. Así, unas banales ilustraciones satíricas aparecidas en un periódico danés suponen para una amplia parte del mundo musulmán un asunto capital. Ahora que la lucha por Europa es el principal objetivo de los islamistas, sacan la artillería pesada cuando los europeos insisten en su tradición liberal. Este análisis no complace a los buenistas que, como siempre, en seguida piensan que nosotros los europeos hemos hecho algo mal que debemos reparar rápidamente. Así, uno de los argumentos aducidos por los buenistas atemorizados en el caso de las caricaturas de Mahoma fue que, haciendo una sátira que ofendía al islam, se estaba dando impulso a las fuerzas islamistas extremistas.

Es cierto que el caso de las caricaturas de Mahoma sirvió a los islamistas para hacerse notar. Pero es del todo equivocado y muy peligroso concluir que hay que evitar utilizar la libertad de expresión si puede provocar esta clase de reacciones.

Es decisivo mantenerse firme

No hay que retroceder por miedo cuando los círculos islamistas reaccionan de modo violento ante declaraciones que se adecuan plenamente a la tradición de libertad de expresión (...) Hay que mantenerse firmes en esta práctica que permite la sátira sobre temas religiosos y sobre el papel de la religión en la sociedad. Hay cuatro razones importantes para ello.

En primer lugar, la sátira de la religión forma parte del pensamiento crítico que ha hecho avanzar a la sociedad danesa (y europea) hacia progresos humanos y el desarrollo económico. Debemos respetar aquello que nos ha sido, y sigue siendo, de utilidad.

Tampoco debemos aceptar hacer concesiones sobre la libertad de expresión cuando no se trate de temas esenciales: "Viendo cómo reaccionan los islamistas y los Gobiernos musulmanes no pasa nada si cedemos en algunos casos". Actuar de esta forma sería como decirles que aceptamos (...) que traten de extender la influencia de la sharia en Europa.

Efectivamente, hay situaciones en las que hay que decir: no es el momento ni la ocasión de librar una gran lucha por un caso de tan poca trascendencia. Pero es importante que el miedo no nos haga mover el listón de lo que se cree por una bagatela. Decidir que un periódico danés tiene derecho a publicar una crítica o una sátira religiosa, admitir que una cómica de origen musulmán como Shabana Rehman pueda burlarse del islam y sus imanes, no son bagatelas superficiales sino cuestiones de principio, la ocasión de afirmar que la sharia no puede dictar las normas de nuestra libertad de expresión.

En segundo lugar, ceder sobre los límites de la libertad de expresión sería defraudar enormemente a los musulmanes que no desean seguir la senda islamista. Sería como señalar que no nos tomamos nuestros valores de libertad muy en serio. ¿Cómo podemos pretender, entonces, que personas de origen musulmán luchen por hacer el islam más libre, poniendo así en juego sus vidas?

Naturalmente, nuestra solidaridad con los musulmanes liberales no sólo ha prevalecido entre aquellos que defendieron las caricaturas de Mahoma como un uso totalmente legítimo de la libertad de expresión. La lucha por conciliar el islam con la libertad se juega en muchos frentes y de muchas maneras, desde las relaciones con las sociedades musulmanas hasta las relaciones dentro de cada familia. Una parte de los musulmanes que participan en esta lucha se distanciaron, por varias razones, de las caricaturas de Mahoma, pero sería absurdo considerarlos opositores por esta razón. Se trata de personas interesadas en mantener un diálogo sobre la libertad y debemos tener este diálogo amigablemente, pero subrayando claramente la importancia de mantenerse firmes en la libertad, incluido el caso de las caricaturas de Mahoma. Debemos explicar y mostrar qué significa para nosotros en la práctica la tradición de John Stuart Mill. Si cedemos en esta tradición entregaremos la victoria a los adversarios de los musulmanes liberales.

En tercer lugar, en atención a las sociedades musulmanas, sobre todo las de Oriente Medio, es importante mantenerse firmes en la libertad de expresión. Dicho en palabras muy esquemáticas: estas sociedades no avanzarán si no adoptan el pensamiento crítico. Sin ello no experimentarán jamás un verdadero progreso político, económico, científico y tecnológico. La debilidad de esta tradición facilita que los islamistas y los Gobiernos musulmanes provoquen indignación entre los musulmanes cuando alguien aplica este tipo de pensamiento al islam y a las verdades reveladas. Pero dado que este pensamiento es inevitable, las sociedades musulmanas tendrán que acostumbrarse a la crítica y a la autocrítica. Evidentemente esto también significa que dichas sociedades estarán obligadas a aceptar que países con tradiciones completamente distintas puedan debatir sobre las normas islamistas ortodoxas. Es un proceso que hay que llevar a cabo y que no será pacífico. Pero es la única forma de evitar que gran parte de los musulmanes se conviertan en los que algunos llaman "los parias de la globalización".

Se ha repetido demasiado el argumento que dice que insistir mucho en la libertad despierta a las fuerzas reaccionarias (no sólo en contextos relacionados con el islam). Muchos de los movimientos que lucharon por una mayor libertad fueron acusados al principio de no respetar nada, levantando violentas pasiones. La lucha por la igualdad de la mujer se tuvo que enfrentar a reacciones de este tipo que pretendían evitar la provocación, contentarse al principio con demandas modestas, no quererlo todo de golpe. A veces estas reacciones provenían de entre las propias filas de los militantes. Esta lógica le es familiar a Ayaan Hirsi Ali, defensora de la libertad, que describe así su lucha contra un islam falocrático:
Sabía lo que hacía, toda acción implica una reacción. Las reacciones negativas no me sorprenden. Es un tema conflictivo. También cuando continúe con mi lucha –y continuaré– debo esperar reacciones violentas. Entiendo esa ira. Todos los grupos que luchan por un cambio se encuentran con ella. Mi estrategia es seguir molestando hasta que pase el temporal. Algún día podré decir las cosas que digo ahora sin despertar reacciones violentas.
Esperemos que el futuro le dé la razón. En todo caso la tiene cuando afirma que hay que persistir, aunque se provoque la ira y se ofrezca a los detractores de la libertad la posibilidad de servirse de la indignación.

En cuarto lugar, constituye una grave equivocación pensar que ceder ante los islamistas en un determinado asunto nos permitirá evitar el conflicto. Es una equivocación clásica sobre las fuerzas totalitarias. Este tipo de política fue llamada de appeasement, de apaciguamiento, en relación con la amenaza totalitaria del nazismo, y está simbolizada por el primer ministro británico buenista Arthur Neville Chamberlain, que al volver tras las negociaciones de Múnich se enorgulleció de su acuerdo con Hitler y habló de "paz en nuestro tiempo".

El appeasement, la indulgencia con las exigencias islamistas, no resolverá nada sino que sonará como una invitación tácita a reclamar siempre más compromisos. Como dice un informe del Vaticano sobre la persecución de los cristianos en Oriente Medio: "Sabemos perfectamente que el islam radical aprovecha todo aquello que interpreta como señal de debilidad". El informe Obin acerca de la situación existente en las escuelas francesas llamaba la atención sobre esto mismo: las escuelas en las que la dirección había cedido y llegado a un compromiso con los islamistas presentaban hoy los conflictos más profundos.

El conflicto de las caricaturas de Mahoma fue un excelente ejemplo del mismo mecanismo: cuando los islamistas comprobaron que fuerzas considerables de Dinamarca y de la Unión Europea parecían sensibles a sus presiones, incrementaron sus exigencias. Comenzaron a exigir modificaciones en la legislación de los países europeos, y durante la "conferencia de diálogo" organizada por el Ministerio de Asuntos Exteriores danés en el mes de marzo hasta exigieron censurar los libros de texto escolares y los programas de televisión daneses.

Si se hacen concesiones a los islamistas, rápidamente hallarán nuevas exigencias. Su concepción de la libertad es tan radicalmente distinta de la concepción europea que no les costará encontrar nuevas demandas. Así, tras varios años de presión, en el Reino Unido estuvieron cerca de lograr un endurecimiento considerable de la legislación sobre la blasfemia que hubiera supuesto un grave ataque a la libertad de expresión. No es difícil imaginar nuevas campañas islamistas por algo similar, dirigidas contra otros países europeos como Dinamarca y apoyadas por Gobiernos musulmanes. En tal caso los buenistas daneses se verían obligados a volver a recomendar una libertad de expresión "delicada", "prudente" y "educada".


NOTA: Este texto está tomado del capítulo 6 del libro ISLAMISTAS Y BUENISTAS (Gota a Gota), de KAREN JESPERSEN, ministra danesa de Bienestar e Igualdad, y RALF PITTELKOW, periodista del Jyllands Posten, el diario de las viñetas.

http://findesemana.libertaddigital.com/la-lucha-de-valores-1276235370.html

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