miércoles, septiembre 10, 2008

Juan Urrutia, El homenaje

jueves 11 de septiembre de 2008

El homenaje

Juan Urrutia

E XISTEN muchas clases de homenajes. Uno dice aquello de “me voy a dar un homenaje” cuando piensa cenar un frugal cerdo asado en su totalidad manifiesta. Por otra parte encontramos los homenajes póstumos, que son aquellos con que se agasaja a los malos actores tras su muerte profesional y poco antes de que fallezcan del todo. Finalmente, el más común y respetable de todos los tributos rendidos a uno o más seres humanos: el recordatorio de un gran legado para nuestra sociedad. Es éste el caso de aquellos homenajes que dedicamos a escritores, científicos o futbolistas.

Queda aclarado pues el significado de esta palabra tan interesante de nuestro idioma. Fíjense si es interesante que se ha traducido a todos los del mundo, de manera que cada país tiene su forma particular de denominar homenaje en su propia lengua.

Sepan ustedes que estoy enfadadísimo, soporto de poco a muy escasamente la perversión de mi bella lengua materna. Dicho esto comprenderán que, al leer en los periódicos la noticia sobre el “homenaje” a Otegi, se me emponzoñe la sangre. Me explicaré con mayor claridad, no porque sea necesario, pues no lo es, sino porque estas últimas semanas los artículos me están saliendo muy cortos y llevan camino de convertirse en simples reseñas; prosigo con la explicación: según la Real Academia Española (RAE) la palabra homenaje significa, y cito textualmente, en su tercera y validísima acepción:

“Juramento solemne de fidelidad hecho a un rey o señor, y que a veces se hacía también a un igual para obligarse al cumplimiento de cualquier pacto.”

Lo que me turba, miren ustedes, es que, al no ser Otegi ni un rey ni un señor, el acto celebrado en su honor no puede bajo ningún concepto ser un homenaje. Sí podría ser, sin embargo, un chocarrero conciliábulo; vuelvo a citar a la RAE con amarga exactitud:

“Concilio no convocado por autoridad legítima.”

Así es, los convocantes de este alegre evento estival, no son legítimamente otra cosa que proterroristas y, manda células reproductoras de gallinacea, el Gobierno Vasco aún tuvo la indecencia de alegar que permitía el acto siempre que no se hiciera en él “apología del terrorismo”. Por el amor del sumo hacedor, pero si Arnaldo Otegi acaba de salir de la cárcel por terrorista y aún tiene causas pendientes como dirigente de organización criminal y nauseabunda. ¿Significa esto que los altos bolcheviques del PNV consideran a don Arnaldo como una persona digna y respetable? Me temo que sí. Perdón, me he pasado, he dicho “bolcheviques” refiriéndome a la facción más importante del nacionalismo vasco y no es correcto: ellos no son de izquierdas, he de aclarar este punto, sólo amigos del pensamiento único y pasivos ante las “ejecuciones” por motivos de ideología disidente.

El constitucionalismo vasco, por otra parte, calla, calla como amante febril escondido en ropero de mujer casada (este papel lo interpretaba soberbiamente Jean Paul Belmondo, por cierto). Salvo tímidos balbuceos apagados por noticias más interesantes, como la importancia para la economía española de los implantes capilares de José Bono o las descacharrantes aventuras de nuestro presidente en la montaña Asturiana (no se pierdan el siguiente capítulo, creo que luchará contra un oso con las manos desnudas), nada, ni una mísera protesta contra tal insulto a las víctimas del terrorismo, las únicas que han emitido un comunicado serio ante esta flagrante agresión hacia los valores democráticos. Los actos en honor de presos de ETA o asesinos fallecidos en “acto de servicio” son cosa común y de sobra conocida en los pueblos vascos. El problema es que se permiten, se ven como una parte más del folclore regional como puedan ser el levantamiento de piedras, colgarse de un ganso (hasta hace no mucho vivo) con objeto de decapitarlo o las tradicionalísimas bombas-lapa.

El motivo por el que cada vez más gente tira la toalla y se marcha de Vasconia o bien acata las órdenes de estos liliputienses de pacotilla, no es otro que la desesperanza. Cuando el Gobierno, el de verdad, el de España, no frena los abusos de las minorías fanáticas y las permite crecer a base de hacer del sufrimiento ajeno un buen negocio, la sensación de indefensión por parte del ciudadano es inmensa y, si no puede marcharse porque su sustento se halle aquí, calla y obedece pues no siente que tenga fuerza para derrotar a la bestia él solo. ¿Acaso, durante la primera parte del franquismo, alguien se atrevió a presentar una reclamación escrita y entregada en mano en El Pardo por el fusilamiento de su abuelo? Tras la derrota del fascismo europeo los aliados se olvidaron de España de la misma forma en que hoy, todo se aprende, ésta abandona a los vascos, los deja a merced de un Gobierno regional cómplice de la mafia que es ETA.

Queridos lectores y lectoras, en fechas próximas (les mantendré informados del lugar y momento exacto) convocaré un homenaje en honor de Idi Amin Dada, el cual espero sea subvencionado por el Gobierno vasco, canapés incluidos, faltaría más. Están todos invitados.

http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=4817

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