martes, septiembre 23, 2008

Juan Bas, Humanidad

Humanidad

24.09.2008

JUAN BAS

E n una reciente columna dije que cuando mi mujer estaba embarazada, si la prueba de la amniocentesis hubiese revelado un nacimiento con síndrome de Down, teníamos decidido el aborto. La razón era no querer traer al mundo a un niño con una lesión que iba a lastrar esencialmente el desarrollo de su vida. A cuenta de esta consideración he recibido críticas -y sobre todo insultos en mi dirección de correo electrónico- como si estuviera pidiendo la eliminación o marginación de las personas con síndrome de Down y las denigrase. Obviamente no es así. Si quiere usted tener un niño con síndrome de Down, adelante y que sea bien tratado por la sociedad en todos los sentidos. Pero si mi falta de humanidad e inteligencia -según enjuiciaba una lectora- me llevan a no querer tenerlo, respételo, como la ley lo hace. A usted no le obligan a abortar, no quiera obligarme usted a no hacerlo.
Respecto a esa columna, sin embargo, ningún detractor ha hecho el mínimo comentario sobre la parte en la que decía que es curioso ser antiabortista y estar a la vez a favor de la pena de muerte, como la reaccionaria Sarah Palin.
Volviendo al aborto y síndrome de Down. Sin tergiversaciones ni interpretaciones de mala fe. Un aborto realizado en plazo legal no es lo mismo que matar a un niño. Ni una paja es una masacre. No es lo mismo evitar el desarrollo futuro de un embrión que un infanticidio.
La misma detractora decía que el mundo sería más pobre humanamente sin personas con síndrome de Down por su candor y ternura. Bien. Que su sentido de la humanidad le haga disfrutarlo. Le aseguro que si hubiese tenido un hijo con síndrome de Down también lo habría querido, con toda mi alma, como quiero a mi hija sin síndrome de Down, y me habría batido por él para hacerle el mejor sitio posible en este duro mundo.
Permítame decirle por qué mi sentido de la humanidad lleva a mi corazón y mi conciencia a la decisión de no querer tener un hijo con ese esencial problema que considero un lastre y por qué la gente como usted no debe abogar por obligarme a lo contrario.
Pudiéndolo evitar a tiempo, no quiero traer a este despiadado mundo que aplasta y explota al débil a una persona menos inteligente y mucho más vulnerable que la media. No quiero vivir con la angustia de qué va a ser de mi inocente y dañable hijo si yo muero. Y, permítame este rasgo de humano egoísmo de padre, de querer evitarme el mayor dolor de la vida: no puedo asumir, voluntariamente, asistir a su muy probable temprana muerte.

http://www.elcorreodigital.com/vizcaya/prensa/20080924/opinion/humanidad-20080924.html

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