martes, septiembre 23, 2008

Jose Manuel Bujanda, Vergüenza y miseria de la violencia

Vergüenza y miseria de la violencia

24.09.2008

JOSÉ MANUEL BUJANDA ARIZMENDI

JESÚS FERREROE l PNV asume y manifiesta que la desaparición del terrorismo pasa en primer lugar por el rechazo firme del terrorismo y de la violencia; por la deslegitimación social mediante políticas educativas, culturales y de comunicación; por la acción policial; por la aplicación del Estado de Derecho -eso sí, en toda su extensión- y por vaciar de contenido cualquier aporte social que alimente la violencia en la práctica política. Éticamente el PNV va a estar siempre enfrente de ETA y, políticamente, aunque rechazamos otorgarle el estatus natural en tal sentido, no compartimos ni fines, ni medios con ellos». Íñigo Urkullu, presidente del PNV en los Desayunos de Europa Press. Madrid, 24-04-2008
Muy lamentablemente, en la llamada izquierda abertzale, por denominarla de alguna manera, se da un posicionamiento reiterado, que se repite machaconamente cada vez que sucede un acto de violencia, consistente en la apelación-justificación al 'contexto', al 'contencioso' y al 'problema de fondo' para no condenar. Y cuando todas las demás fuerzas políticas le exigen un posicionamiento nítido y claro, contundente y sin matices, de condena al hecho violento siempre tiran de la misma consigna: 'el contexto', el 'problema de fondo' y el 'contencioso'. Y lo que es peor, no hay visos de que esta frustrante conducta varíe. La cantinela es siempre la misma, 'no vale la pena condenar', 'no sirve y no soluciona nada porque no va a la raíz del conflicto', 'es un acto hipócrita, porque víctimas las hay en los dos bandos', y un largo etcétera.
Es decir, nos encontramos ante un problema objetivo en esta sociedad, nos encontramos ante un colectivo de este pueblo que se limita a justificar, excusar, comprender, explicar o entender la transgresión de los derechos humanos, asesinato incluido de los 'otros', fundado en «exponentes de la crudeza de la confrontación del contencioso político». Dicho de otra manera, hay un colectivo humano en Euskadi que admite en su esquema mental que hoy en la Euskadi y en la Europa del siglo XXI se le quite la vida a una persona por motivos políticos. Pero ese mismo colectivo, y con la misma machacona insistencia, es capaz de exigir, sin mayores apuros ni vergüenzas, la mayor de las exquisiteces en cuanto al respeto de los derechos humanos de los 'suyos'. Todo un desatino ético, miseria humana y vergüenza para la sociedad vasca.
Es como si no quisieran ninguna salida, como si se empeñasen en cegar cualquier resquicio que dejase ver un poco de humanidad. Como si, agotadas todas las expectativas de conseguir réditos políticos, les quedase tan sólo la causa del dolor. Parecería como si no pudieran ser capaces de anidar otro discurso ni otra idea. Como si se hubieran resignado a un 'sin-futuro' político alguno que justificara la sangre vertida y todos estos años de asco y miseria. Es duro verbalizarlo, pero parecería como que buscaran su propio suicidio político y que hubieran asumido y decidido que pase lo que pase jamás condenarán a ETA. ¡Pero cómo se puede asistir indiferente ante el asesinato de una persona! Es un auténtico escándalo que en un país europeo, en una Euskadi parangonable a cualquier sociedad civilizada y moderna se toleren, comprendan y se pueda convivir con esas maneras de entender la convivencia. Lo cierto es que extraña que dicho colectivo no entienda que no se puede alentar un modelo sociocultural, unos valores y unas normas de convivencia donde la eliminación de la vida humana tenga el más mínimo espacio de legitimación. Extraña que no entiendan que no se puede supuestamente liberar un territorio-sociedad provocando en primera derivada un despliegue masivo de guardaespaldas y policías en ese mismo territorio-sociedad. Porque negar en la práctica cotidiana que todas las personas somos iguales nos sigue llevando a la encrucijada, a la brutal y cruel contradicción de arrancar la vida y de arrebatar la conciencia de la persona en nombre de la libertad. Pero sobre todo nos arrastra a la incapacidad de descifrar el enigma de lo que significa negar el ser en un acto de estúpida violencia física sin vuelta atrás, acto no rectificable ni modificable, definitivo, de vergüenza y escalofrío.
oy, desde el nacionalismo democrático vasco, tenemos dos retos políticos históricos y una prioridad moral y ética. El reto primero donde los haya es el de conquistar la paz. Y además, el lograr el derecho a decidir y la consecución paulatina de la construcción nacional y social de Euskadi. Pero, sobre todo y ante todo, como prioridad ética y moral total, clave y fundamental, el ser abanderados en la deslegitimación de ETA, del matonismo político y de su mundo de intolerancia. Sin ningún complejo. Es hora de renunciar a descubrir lo que de racional tiene la actuación de una organización terrorista fanática y fuera de la realidad. La violencia es una vergüenza para los vascos, una pesadilla para el progreso de Euskadi y una rémora para su derecho a decidir.
Y como he manifestado más de una vez, mi patria no es la de ellos, mi proyecto de sociedad, mi concepto de la convivencia no es el de ellos. Su fin no es mi fin. Mi Euskadi es la de hombres y mujeres libres. En mi Euskadi nadie mata por pensar diferente. Mi ikurriña nada tiene que ver con el rojo de la sangre vertida por el terrorismo. Porque defender con firmeza el autogobierno para Euskadi, porque defender su reconocimiento y sus derechos como nación y hacerlo condenando y repudiando con absoluta radicalidad la violencia es sencillamente reivindicar solemnemente la transcendencia y el valor de la política, es confiar en la potencialidad de la sociedad vasca, es evocar la inteligencia humana y proclamar la condición ética del ser humano por encima de cualquier ideología o pensamiento político.
El pasado está ya escrito y podemos describirlo, pero ya no podemos cambiarlo. El futuro, en cambio, es el mejor regalo que podemos dar a los que nos sobrevivan. Está por escribir, lo haremos, es nuestra esperanza y nuestro patrimonio intacto. Es cierto que muchas semillas no germinan nunca, pero hay que decir que hay sólo un fruto que nunca se recoge, el de las semillas que no se haya tenido el coraje de plantar. Y con el viento del norte, la lluvia mojando y el olor penetrante a salitre viejo deseo más que nunca que la condición de ser humano se anteponga de una vez por todas en Euskadi a cualquier otra consideración. Yo también creo que hay momentos en la Historia en que los movimientos políticos tienen que establecer sus prioridades. Desde este punto de vista, hoy, en esta coyuntura histórica, la principal tarea del nacionalismo vasco democrático-institucional es la deslegitimación política y social de ETA y su movimiento totalitario. Nuestra herencia es la del compromiso de las generaciones que nos precedieron por la libertad. Amar a Euskadi significa hoy extirpar definitivamente de nuestras entrañas el cáncer del terrorismo que anula cualquier iniciativa legítima de avanzar en la construcción de nuestro futuro. Amar Euskadi es estar dispuestos a liderar sin complejos esta tarea. Quiero demasiado a Euskadi para estar mirando a otro lado.
El primer lehendakari de Euskadi, José Antonio Agirre, también suscribiría este compromiso, un inequívoco compromiso de lealtad del nacionalismo democrático vasco hasta vencer al fascismo, tal y como lo hizo solemnemente en el Congreso de los Diputados en Madrid en pleno 1936. Es hora todavía, porque siempre lo será, y porque la paz también debe ser posible en Euskadi. Termino con una reflexión a leer en 'El Príncipe' de Maquiavelo: «Nunca debe dejarse empeorar un mal por evitar una guerra».

http://www.elcorreodigital.com/vizcaya/prensa/20080924/opinion/verguenza-miseria-violencia-20080924.html

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