domingo, septiembre 07, 2008

Irene Lozano, Corbacho llora

Corbacho llora

IRENE LOZANO

Lunes, 08-09-08
CELESTINO Corbacho sufre porque lo han regañado. Hay dos millones y medio de parados en España, pero no ha sido por eso. En realidad, él no tiene nada que ver con el empleo, aunque sea ministro de Trabajo. Por tanto, no le quita el sueño que la cola del paro se regenere como la tenia hasta el punto de amenazar con devorar los fondos del Inem. El mercado laboral es precario; se pagan sueldos de miseria, de mileurista, de bracero, pero eso se lo tienen merecido los miserables, los mileuristas y los inmigrantes. Sólo faltaría que culparan al ministro.
El año pasado murieron más de mil personas en accidentes laborales en España, pero debía de ser gente poco importante, pues no se vio al ministro indignado. Tampoco anunció una nueva ley, ni presentó un plan de choque: el asunto se consideró leve incluso por los propagandistas. La gente muere en el tajo, siempre ha ocurrido. Si eres trabajadora, lo mejor que puede ocurrirte es que te mate tu ex marido, porque si te caes de un andamio, Corbacho no te recita una elegía tan sentida como Bibiana Aído. Si eres trabajador y mueres en tu coche in itinere, el papel de plañidero lo asume Pere Navarro a nada que hayas tenido la perspicacia de estrellarte antes del cierre de las estadísticas de la DGT.
Corbacho no llora. No llora por los parados, ni por los malpagados ni por los muertos. Tampoco llora por los fijos discontinuos. No sabía lo que es sufrir hasta el día de la regañina, cuando le embargó la zozobra. Cómo las gasta la vicepresidenta. Todo por anunciar el fin de las contrataciones de inmigrantes en origen y afirmar que deben «aproximarse a cero», pues habiendo españoles en paro, no se contrata a extranjeros. «Los franceses primero» fue el lema fundacional de Le Pen. María Teresa Fernández de la Vega juzgó, con buen criterio, que las palabras de Corbacho -ya de por sí un circunloquio- tornaban demasiado transparente la lepenización de los espíritus reinante en el Gobierno. Y le reconvino: «No hay que decir esa frase». Desde entonces, Corbacho no ha dejado de lamentarse por las esquinas.
No esperan de él que acabe con el paro: suprimir las contrataciones en origen, 200.000 el año pasado, mal puede dar trabajo a dos millones y medio de personas. Sabe que lo contrataron por encarnar el espíritu lepenizado que requieren los tiempos, y cuando se pone a ejercer lealmente su cometido, le hacen el vacío, le dan capones, sufre acoso laboral por parte de sus superiores. Para limar asperezas se ha rectificado a sí mismo, sí bwana, unas catorce veces, y aun así no las tiene todas consigo. Le ha parecido oír, además, que van a congelarle el sueldo y, como su contrato era temporal, se siente vulnerable. Quién sabe si todo esto no acabará con él mismo en la cola del Inem. ¿Acaso no es para llorar?

http://www.abc.es/20080908/opinion-firmas/corbacho-llora-20080908.html

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