jueves, septiembre 25, 2008

Ignacio Camacho, Pechojierro en Manhattan

«Pechojierro» en Manhattan

IGNACIO CAMACHO

Viernes, 26-09-08
HA tenido la cosa un punto aldeano, de pueblerino arrogante fardando de poderío en una suite en el Waldorf Astoria, marcando paquete financiero delante de los escépticos secundarios de la gran banca americana -los jefes prefieren estos días tomar café con Paulson y Bernanke- para venderles el género. Con un autobombo simplista y algo faltón, en una escenografía inadecuada -¿no había mejor salón ni más amplio, ni luces más claras, ni sitio más apto para poner un amplificador de sonido que justo tras la cabeza del presidente del Gobierno de España?-, estrecha, inapropiada para cualquier virreyezuelo autonómico en gira comercial, y ante un auditorio mal seleccionado, casi improvisado, falto de la oportuna movilización diplomática previa. Una comparecencia algo cutre, del todo descompensada con la soberbia triunfalista del alarde sobre nuestra fabulosa competitividad, nuestra imparable productividad, nuestra envidiable renta per cápita y nuestro rocoso sistema financiero. Como si los americanos, por serlo, fuesen tontos y además no leyesen los periódicos.
Porque en esos papeles salmón que a veces hasta entienden los ejecutivos de Wall Street venía hace pocos días el profundo análisis de Zapatero sobre las causas de la crisis: la codicia desatada de los tiburones de la Bolsa neoyorquina, el fracaso de los neoliberales y «neocons» entregados a una orgía salvaje y obscena de beneficios fáciles, la perversidad intrínseca del capitalismo financiero. Justo lo que representan los tipos trajeados que acudieron, por delegación de sus jefes, a la cita del Waldorf, y que ahora andan con el agua al cuello buscando a la desesperada una tabla sobre la que salvarse del naufragio. ZP, ufano y optimista, se la ofreció: invertir en España, ese remoto paraíso económico que está, como todo el mundo sabe, a salvo de los estragos de la voracidad concupiscente de los capitalistas sin escrúpulos.
Por supuesto que un presidente español hace bien -es más, tiene la obligación- en ponderar nuestra economía y vender lo mejor posible el producto nacional en el extranjero. Pero en el país que inventó el marketing hay que saber modular los discursos para afinar la capacidad de convicción, para resultar creíble y sobre todo para que el auditorio no piense que lo toman por imbécil. Zapatero ha ido por Nueva York como un Martínez Soria progre, imbuido de la autosuficiencia pardal de un nuevo rico pretencioso que infla con fatuo engreimiento los pormenores de su dudosa fortuna. Le ha hablado del diluvio a la familia de Noé y encima ha tratado de venderles un arca. Y, al igual que Aznar puso los pies sobre la mesa de Bush, ha sacado pechojierro en la casa de un gigante atribulado. Por poco les dice a los presuntos clientes que se tienen merecido el castigo de sus ambiciones. Igual les excitó la curiosidad y, al volver a sus acristalados despachos sobre el East River, pidieron a alguna secretaria que les trajesen un mapa para ver de qué rincón del planeta ha salido ese sonriente optimista tan jactancioso.

http://www.abc.es/20080926/opinion-firmas/pechojierro-manhattan-20080926.html

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