domingo, septiembre 14, 2008

Ignacio Camacho, La escuela vacia

La escuela vacía

IGNACIO CAMACHO

Lunes, 15-09-08
LA mayor parte de los alumnos que han comenzado el nuevo curso tendrán que terminar mal que bien sus estudios por falta de ofertas de trabajo para abandonarlos. La crisis aliviará las mortecinas estadísticas del Ministerio de Educación al tiempo que ensombrece las de Economía, Industria o Trabajo; en esto debe consistir el efecto taumatúrgico de la recesión según Solbes, que ve en el frenazo socioeconómico propiedades depurativas. Algo así como el pragmático y despiadado «no hay mal que por bien no venga» pronunciado por Franco tras el asesinato de Carrero. Los escolares que años atrás abandonaron la enseñanza por empleos de coyuntura son hoy parados sin cualificación para buscar desempeños de mejor fortuna, carne de la tropa forestal de jardineros con que el Gobierno pretende disfrazar el subsidio. El desistimiento del aprendizaje deja una juventud vulnerable, sin capacidad para competir; los que piensan que la formación es cara deberían analizar los costes de la ignorancia.
Con la crisis, España va a ampliar, al menos numéricamente, su base educativa, severamente zarandeada por los exámenes de la OCDE. Mientras no haya dónde colocar a los jóvenes, la escuela los estabulará a la espera de que se despeje el horizonte. Otra cosa es si lo que aprendan allí vale para algo; los informes PISA siguen revelando graves carencias en matemáticas y comprensión escrita y oral del lenguaje. Lástima que esos modelos comparativos no midan en sus estándares de calidad materias como la geografía autonómica o la historia (tergiversada) de las aldeas y tribus, en las que nuestra chavalería es susceptible de sacar medias matrícula de honor.
El verdadero problema de la educación española no está tanto en sus índices estadísticos como en el aspecto cualitativo, cuya exigencia se ha rebajado hasta los límites de un cierto analfabetismo funcional pero, eso sí, políticamente hipercorrecto. La polémica sobre la asignatura de Ciudadanía desenfoca la cuestión de fondo al centrar la discusión en el dogmatismo de una materia que nunca dejará de ser una «maría». Lo que los padres tendrían que objetar no es el adoctrinamiento cívico con que la progresía en el poder trata de sustituir la influencia de la religión, sino la ausencia de contenidos solventes en los programas y de un clima de seriedad en los métodos; eso es lo que realmente importa para la formación de una cultura competitiva. La manipulación de las humanidades (mucho mayor y más peligrosa que la de Ciudadanía, porque está camuflada), la falta de rigor en la ciencia y la disipación de los valores del esfuerzo y el estudio han convertido la enseñanza en un sistema hueco donde da igual que haya muchas escuelas y muchos títulos, porque unas y otros están vacíos del espíritu de superación intelectual que debe caracterizar una instrucción pública. Devolver la dignidad a los profesores y la calidad a los estudios exigiría una prioridad política de primer nivel, pero para la enseñanza no hay pactos de Estado; nuestros partidos sólo se pondrían de acuerdo al respecto si pudiesen repartirse el profesorado como se reparten la judicatura.

http://www.abc.es/20080915/opinion-firmas/escuela-vacia-20080915.html

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