miércoles, septiembre 17, 2008

Ignacio Camacho, El domínó

El dominó

IGNACIO CAMACHO

Miércoles, 17-09-08
NO será la crisis del 29, pero tiene una pinta espantosa. Estamos viendo hundirse a los amos del universo, los magos del dinero fácil, esos rutilantes financieros neoyorkinos que parecen escapados de una novela de Tom Wolfe, y el Gobierno pretende que nos quedemos tranquilos como si en la economía globalizada las tormentas que vienen de América se disipasen en el anticiclón de las Azores. Cada mensaje de sosiego suena a una especie de no corráis que es peor. Los bancos no tienen -o no dan-crédito, pero las autoridades no tienen credibilidad. Lo que empezó como una desaceleración se convirtió bien pronto en un frenazo, luego en una crisis, y ahora está pasando muy rápidamente de la recesión al crack. La depresión, ese vacío en el que las empresas se precipitan de repente sin apenas síntomas previos, un agujero negro que se traga bancos, aseguradoras, ahorros y esperanzas ante el estupor inerme de una clientela que no entiende lo que está sucediendo. Y si lo entiende da igual, porque saberlo sólo añade más zozobra.
Hay un aire sombrío que sopla en la atmósfera de la vida cotidiana. En las oficinas la gente hace su trabajo mirándose de reojo entre sí, como calculando interiormente quién resistirá el presentido expediente de regulación. Las rebajas de los comercios hace tiempo que terminaron, pero en muchos escaparates continúan los letreros que anuncian la liquidación del género. Mientras más grande sea el cartel y más aparatoso el descuento, más prisa tiene el dueño por echar el cierre antes de que le venza el último alquiler del local. En los edificios a medio construir han sido desmontadas las grúas. Los bancos cierran por la noche los cajeros para evitar que duerman los mendigos, pero de día reciben procesiones de desesperados a los que les empieza a llegar al cuello el agua de la deuda. Sí, se trata en su mayoría de personas que vivían por encima de sus posibilidades, subidos en la ola alegre y confiada de la prosperidad, pero no necesitan saber que en Nueva York están quebrando las firmas de brokers para darse cuenta de que la espuma de su antigua bonanza ha roto en los acantilados del miedo.
La mayor crisis es la de la confianza. En ese lago de recelo se hunde cualquier mensaje de estabilidad porque nadie se fía de nadie. El sistema financiero español es sólido y resistirá, dicen las autoridades, aunque hasta ahora nadie lo había puesto a prueba de este modo; un sistema es sólido... hasta que deja de serlo. El pánico colectivo no va a ayudar a sostenerlo, desde luego, pero cuando empiezan a desplomarse las fichas del dominó nadie alcanza a adivinar cuál será la que aguante de pie. El Gobierno pide serenidad y «pedagogía»; podría empezar por enseñar a no mentir. Después de haber negado la evidencia carece de autoridad para afrontarla. Quizá lo único cierto que ha dicho en estos meses es que la situación le sobrepasa. Estamos a la deriva: hay un huracán financiero en el Atlántico y lo único que podemos hacer es esperar, sin nadie al timón, que nuestro barco sea por su propia naturaleza lo bastante fuerte para no irse a pique.

http://www.abc.es/20080917/opinion-firmas/domino-20080917.html

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