miércoles, septiembre 10, 2008

German Yanke, Más retórica, más confusión

miercoles 10 de septiembre de 2008
Más retórica, más confusión

Germán Yanke
Es imposible que el presidente Rodríguez Zapatero presente un plan coherente y profundo para paliar, ya que no resolver, la crisis económica. No lo es, ciertamente, porque en su equipo o en el PSOE no haya quienes, aun con todos los condicionamientos, sean capaces de establecer un programa serio e incluso consensuarlos con los distintos sectores afectados para que, mientras se lleva a cabo, se logre una cierta confianza en su desarrollo y objetivos. Pero ni los más sabios y eficientes de entre sus colaboradores y compañeros políticos pueden trabajar con el peso político de empeñarse en ocultar el diagnóstico real de lo que ocurre.
Parece que el presidente considera que los ciudadanos viven aislados y que, en consecuencia, se puede transferir el optimismo que le anima, convencerle de que las dificultades son pasajeras y llevaderas (por nuestra “fortaleza”) y, así, generar confianza mediante la ocupación permanente de las tribunas y las páginas de los periódicos. Volver al Congreso hoy para hablar de nuevo sin posibilidad ni voluntad de modificar los planteamientos y las medidas es un nuevo empeño de que sólo se oiga una voz. Si aparecen otras, que suelen ser menos optimistas —o claramente alarmantes—, no hay más remedio que tacharlas de antipatrióticas o, al menos, muestras de ausencia de colaboración con un Gobierno paternal que ocupa horas y horas para resolver el asunto.

Nadie vive, sin embargo, aislado. Ni de los análisis ni de la experiencia personal en la que la pérdida del trabajo, de las posibilidades de negocio, del acceso al crédito o de las dificultades con las hipotecas son tan reales como la vida misma. El vicepresidente Solbes trata de salir de los apuros reconociendo de algún mudo los problemas —como posibilidades— aunque añadiendo que no se barajan esas eventualidades. Esta suerte de slalom dialéctico produce desazón más que tranquilidad ya que, después de tanto tiempo marrando en las previsiones, el escéptico en que se va convirtiendo cada contribuyente se teme que, cuando se presenten los peores escenarios, el Gobierno, además, no trabajaba con esas hipótesis.

En medio del desconcierto se han venido sucediendo, además, declaraciones contradictorias como las del ministro Corbacho (apoyado de algún modo por su colega Sebastián) y las de la vicepresidenta Fernández de la Vega, convertida en guardián de las esencias. Súmese a ello la coincidencia de la crisis con una negociación de la financiación autonómica que, termine como termine, todo el mundo sabe que aumentará el gasto público. Se diría que, en la doctrina oficial, esto no importa, seguimos —como en la precedente sensación de bonanza— pudiendo permitirnos los excesos, y de ahí la subida de las pensiones y el incremento de las partidas de cooperación internacional. Pero nadie entiende que, en este escenario, las restricciones estén en la financiación local, sobre todo teniendo en cuenta el alto número de servicios que dependen de los ayuntamientos. Los pretendidos enredadores, antipatriotas o enemigos de la justa colaboración le van saliendo al PSOE en sus propias filas.

Los ministros de Economía del Reino Unido y de Italia acaban de presentar un panorama desolador. A pesar del declinar de los laboristas y del entusiasmo inicial de los conservadores italianos, el Gobierno de Londres aparece, ante la crisis, más serio que los amigos de Berlusconi, más cercanos a las trampas que a la coherencia. Pero, paradójicamente, las declaraciones más que sombrías han servido para presentar a ambos ante la opinión pública como dirigentes realistas y lógicamente preocupados. En España, el Gobierno se queja de que la percepción sea peor que la realidad, pero debe reflexionar sobre el efecto del silencio y la simulación. No hace otra cosa que crear desconfianza y alejamiento crítico de los gobernantes.

http://www.estrelladigital.es/diario/articulo.asp?sec=opi&fech=10/09/2008&name=german

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