jueves, septiembre 04, 2008

German Yanke, La reforma laboral

jueves 4 de septiembre de 2008

La reforma laboral

Germán Yanke
Parece que eso que se denomina “diálogo social” pasa de las fotos a los papeles. El presidente del Gobierno, con cierto descaro y bastante sentido de la oportunidad, había organizado antes del verano unos encuentros de los “agentes sociales” que no dieron más de sí que promesas de tomarse el asunto en serio y calendarios ambiguos. Pero consiguió las fotos. Ahora, con el ministro Corbacho entrando en materia, unos y otros se encuentran no ya con perspectivas negativas sino con el aumento real y vertiginoso del paro.
Se trata, en este primer episodio con algún tema concreto, de reformar las “políticas de empleo”, al parecer de forma “intensa”: los servicios públicos de empleo, los programas de formación, etc. No está mal que se mejoren, naturalmente, aunque tampoco son la panacea para resolver el problema del desempleo —que sólo se resuelve con crecimiento— y, a veces, son una trampa ocultando estadísticamente a quienes han perdido o no han conseguido un puesto de trabajo en programas de formación de dudoso éxito. De ningún éxito, ciertamente, si la situación económica general no mejora.

Hay un tema maldito, pero que debe ser abordado antes o después y en el que se ha insistido, por no citar a interesados, desde instancias europeas y del BCE: la flexibilización del mercado laboral. Plantearlo, para algunos, es colar en medio de la crisis un sistema para que el empresario (que según el tópico que sostiene la tesis es una persona con malas ideas y artes) despida más fácilmente al trabajador (que, por bueno, queda exento de la obligación de colaborar en la creación de empleo). Pero esa visión infantil no responde a la realidad. Aunque se ha avanzado, tenemos un sistema más rígido que el del común de los países europeos de nuestro entorno. Y acercarnos a procedimientos más flexibles no pretende dar carta de naturaleza a arbitrariedades ni injusticias sino adecuar el sistema a la realidad y buscar el modo con el que se anime a contrataciones no precarias. Ante las rigideces y la proliferación de modalidades de contratos sería conveniente unificarlos y rebajar las indemnizaciones por la resolución de los mismos. “Me pagarán menos si me despiden”, dirá el escéptico. “Me contratarán de modo estable”, puede responderle el que no tiene trabajo ahora o lo tiene precario por el efecto rechazo de las rigideces y complejidades del sistema.

Los partidarios de los sistemas máximos de “protección social” deberían reflexionar sobre las perniciosas consecuencias que tiene a veces la buena voluntad. Cuando la protección atraviesa la frontera y se coloca fuera del territorio razonable en el que se incentiva el empleo resulta un fracaso, y bastante fracaso padece el español, que se coloca en cabeza del desempleo europeo. Lo que disimulaba la general bonanza económica aparece en los momentos de vacas flacas. La realidad, por citar otro ejemplo, no se acomoda a ficticias negociaciones sectoriales, que deben dar paso a las de las empresas, en las que se tengan en cuenta las situaciones concretas y el acuerdo laboral para aumentar la competitividad y la viabilidad de las mismas.

No suena todo esto a “políticamente correcto”, pero son asuntos que antes o después, a poca visión de futuro que se tenga, han de ser abordados. Y la necesidad no se oculta con la reforma del Inem.

http://www.estrelladigital.es/diario/articulo.asp?sec=opi&fech=04/09/2008&name=german

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