jueves, septiembre 18, 2008

Ferrand, Libertad entre parentesis

Libertad entre paréntesis

M. MARTÍN FERRAND

Viernes, 19-09-08
SI, según Stéphane Mallarmé -poeta maldito y pionero de todas las vanguardias del siglo XX-, la obligación de un poeta es «devolver su confusión a las cosas», tenemos a la vista a uno de los grandes de la lengua castellana: Gerardo Díaz Ferrán, presidente de la CEOE por herencia de José María Cuevas y para el bien y la gloria de José Luis Rodríguez Zapatero. Aquí, donde en torpe y falaz acuñación hemos admitido como «agentes sociales» a la patronal y a los sindicatos -epígrafes con cargo al Presupuesto-, Díaz Ferrán no luce en lo que vale; pero, en un ambiente más nítido y riguroso en el que la actividad tuviera que concordar con la ética y la independencia, se organizarían viajes de estudio para verle de cerca y escuchar sus interpretaciones de lo que deben y pueden ser los príncipios en que se sustentan los cimientos de nuestro propio mundo.
Dice Díaz Ferrán que cree en la libertad de mercado. Eso está muy bien, especialmente cuando se vive en y del mercado; pero, para que esté del todo bien, es necesario creérselo y entenderlo como uno de los muchos epígrafes de la libertad que, para serlo de mercado, tiene también que serlo de opinión y de imprenta, de enseñanza, de religión y de cuantos etcéteras componen el largo inventario de la mismísima dignidad del ser humano. Lo original de Díaz Ferrán, lo que le convierte en único, es que su fe es intermitente: «Hay coyunturas, dice el hombre, excepcionales y se puede hacer un paréntesis en la economía de libre mercado».
Cuando Jean Paul Sartre estrenó en La Habana, en 1960, La puta respetuosa -estreno al que asistió Fidel Castro- puso sobre el escenario todo un muestrario de miserias humanas, desde la hipocresía a la marginación social y sexual; pero la puta del argumento era puta durante todo el tiempo de la acción teatral. No hacía, la pobre, ningún paréntesis a su vida de pecado para disfrutar de un instante de virtud. Díaz Ferrán es y quiere ser empresario y, no contento con serlo, representarlos a todos; pero con un paréntesis que actúe cuando las pérdidas asomen su desgradable hocico por las esquinas del balance. Eso ya lo habían descubierto, en pleno franquismo, los más paniaguados empresarios del Régimen, especialmente en Cataluña y en el País Vasco: la nacionalización de las pérdidas y la privatización de los beneficios. Las medidas excepcionales, como son las que requiere la crisis que nos angustia, y desbarata muchos de los supuestos que damos por válidos, tienen su límite: el mínimo respeto a los principios. El socialismo ha muerto y el capitalismo está en crisis; pero no es cosa de instaurar un capitalismo de meses alternos o algún disparate equivalente. Ni tan siquiera tras demostrar el poderío suficiente para pasar por la piedra de los sacrificios al PSOE a Juan Jiménez Aguilar.

http://www.abc.es/20080919/opinion-firmas/libertad-entre-parentesis-20080919.html

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