miércoles, septiembre 10, 2008

Ferrand, La del manojo de rosas

La del manojo de rosas

Jueves, 11-09-08

M. MARTÍN FERRAND

QUE la memoria de Pablo Sorozábal me perdone; pero ayer, cuando José Luis Rodríguez Zapatero -a petición propia- subió a la tribuna del Congreso, tuve la sensación de asistir a una representación cutre y desafinada de La del Manojo de Rosas. Más que un gran líder, el presidente se asemejaba a Joaquín, el mecánico ideado por Francisco Ramos de Castro y Anselmo Carreño, en el trance de decirle a la Ascensión de su alma: «Hace tiempo que vengo al taller y no sé a que vengo...». ¿Lo sabe Zapatero? Lo más notable de su voluntaria intervención parlamentaria, cortafuegos de las reclamadas por la oposición, es que no dijo nada nuevo y, como le preguntó Mariano Rajoy: «¿A qué ha venido usted aquí?».
La crisis que nos sacude, a la que Pedro Solbes ya ve convertida en recesión, oscila entre dos tremendos datos estadísticos: nuestro déficit exterior -el 11 por ciento del PIB- es el más alto de todas las economías desarrolladas del mundo y, según acaba de anunciar el informe anual de la OCDE, España sigue en la cola en lo que respecta al nivel educativo de los ciudadanos en edad laboral. Así, mezclando el salitre de un Gobierno fofo y sin ideas, el azufre de una situación económica grave y el carbón que merece nuestro balance educativo, se obtiene una pólvora que puede llegar a llevarse por delante todas las cotas alcanzadas por la sociedad y la economía españolas. Más todavía si se considera la mecha, ya encendida, que significan los inoportunos movimientos nacionalistas en curso.
Zapatero, escondido en el reducionismo, no quiere ver la realidad total y la reduce a la crisis de las hipotecas en los EE.UU. Confía, en consecuencia, que la solución también venga de fuera. Desgraciadamente no será así. Lo que de específico añade la realidad española al problema global exige determinación en la aplicación de medidas drásticas. No es tiempo para presumir de lo que ha crecido el fondo de reserva de la Seguridad Social y subir un 6 por ciento las pensiones mínimas. Eso hubo que hacerlo antes o habrá que hacerlo después; pero, ante la galerna, no es cosa de lanzar bengalas de colores. Todo lo que no sea prudencia y reducción del gasto público será temerario y frívolo.
El único incremento en el gasto público -nacional, autonómico y local- que España puede, y debe, permitirse hasta el final de la crisis es el que pueda afectar a las mejoras educativas. El primum vivere deinde philosophari -tan sabio, tan clásico- exige invertir sus términos cuando la competitividad marca su ley y nosotros somos el farolillo rojo en el desfile académico de los países de la OCDE. Sólo Portugal y México marchan detrás de nosotros. Un punto de partida muy débil para que cambie la situación, Zapatero averigüe para qué acude al taller y una España menos parcelaria pueda ponerse en el lugar que le corresponde.

http://www.abc.es/20080911/opinion-firmas/manojo-rosas-20080911.html

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