miércoles, septiembre 17, 2008

Ferrand, La ambicion no es pecado

La ambición no es pecado

M. MARTÍN FERRAND

Miércoles, 17-09-08
NADIE -amigos, enemigos o Esperanza Aguirre- puede negarle a Alberto Ruiz-Gallardón unas condiciones óptimas para el ejercicio de la política. Le falta, únicamente, capacidad para asumir riesgos y actuar en consecuencia; pero, si estuviera dotado de esa cualidad liberal no sería fiscal de carrera y, lejos de la política, sería hoy una estrella luminosa en el oscuro firmamento de nuestra clase empresarial. Gallardón tiene talento, formación, capacidad para el mando y una gran ambición. Con menos se han hecho grandes líderes capaces de transformar la realidad, para mejorarla, en muchos de los más grandes y democráticos países del mundo. Por eso resulta sorprendente que en «Tengo una pregunta para usted» afirmara con solemne gravedad que «la ambición es sana si no es personal».
El ardiente deseo de conseguir poder, riquezas, dignidades o fama -que así define el DRAE a la ambición- es, por principio, individual. Forma parte del proyecto vital de cada persona y, en su justa medida, sin sobredosis, nos ayuda a todos a ser lo que queremos ser y hacer lo que deseamos. Cierto es que, junto a un Mariano Rajoy instalado en la ambigüedad, receloso por oficio y dubitativo por condición, no debe ser fácil conjugar el verbo ambicionar; pero, especialmente en política, no hay hombres solos. Los anacoretas están en la penitencia y la vida contemplativa, no en la gestión de lo público y, mucho menos todavía, en la conquista del poder.
Ahora Rajoy ha dado instrucciones a sus capitanes en el PP para que vayan preparando las próximas elecciones municipales y autonómicas que serán definitivas para su propio futuro. ¿Por qué no las del Parlamento Europeo que, por ser de circunscripción única para todo el Estado, tendrán el valor de un termómetro de precisión capaz de tomar la temperatura partidista de la Nación? Está claro que el líder del PP, tan dado a retrasar su enfrentamiento con los problemas pendientes, no quiere abordar el problema que supone Jaime Mayor Oreja y, por extensión, la familia democristiana de su formación; pero -nunca mejor dicho- a quien madruga Dios le ayuda. Gallardón es, de cuantos nombres incluye el catálogo de la gaviota, el que más posibilidades ofrece de obtener un resultado espectacular y sentar una notable mayoría que, en parte, podría trasladarse para bien del PP a las próximas legislativas.
Imagino que ni Rajoy ni Gallardón, cómodamente instalados en sus respectivas situaciones actuales, querrán asumir un riesgo como ese; pero el uno debiera entender que, vista la fauna política al uso, es un despilfarro mantener un coloso como el alcalde en vía muerta y el otro admitir que sin ayuda, por sí solo, no conseguirá, ni en el 2012 ni nunca, las llaves de La Moncloa. Se trata de coordinar dos legítimas ambiciones personales. Las colectivas son otra cosa.

http://www.abc.es/20080917/opinion-firmas/ambicion-pecado-20080917.html

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