miércoles, septiembre 17, 2008

Felix Arbolí, Redondo y Camacho ‘Doctores Honoris Causa’

jueves 18 de septiembre de 2008
Redondo y Camacho ‘Doctores Honoris Causa’

Félix Arbolí

H AY veces que las noticias, extravagancias y bichos raros que pululan por ahí, se ponen de acuerdo y saltan juntas a la palestra, atosigándonos y sorprendiéndonos ante tanto desastre y desvarío en revuelta actualidad. Semanas perdidas tontamente porque sólo podemos leer las habituales idioteces de políticos y de alguna gente estúpida, entre las que incluyo a la llamada machaconamente “gente guapa”, porque las reporteras que le regalan ese calificativo deben ser o considerarse adefesios al estimarlas con unas cualidades de las que la mayoría de sus protagonistas adolecen. Yo las llamo engendros de la silicona, porque si empezamos a eliminarles implantes y reducciones, en algunas sólo quedarían los zapatos y sus mini vestidos. El resto de sus pertenencias, regresaría a los quirófanos más o menos elegantes. Pero dejemos a estas protagonistas del papel cuché rosa o verde, según apreciaciones y vayamos a la actualidad de estos últimos días, en la que veo que viene marcada por el intento de unos cuantos despistados empeñados en que la vaca en lugar de dar leche dé vino tinto peleón.

Mi sorpresa llega una vez más de mi entrañable tierra gaditana. El lunes 22, si Dios no lo remedia, (aquí no se puede decir como en las corridas taurinas “con permiso de la autoridad y si el tiempo no lo impide”), don Nicolás Redondo y don Marcelino Camacho, serán investidos Doctores “Honoris Causa “en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Cádiz, por 134 votos a favor y 23 en contra y a propuesta de la Facultad de Ciencias del Trabajo. De momento y sin pasar a mayores, desconocía que el trabajo fuera una ciencia. En mis tiempos, que recuerde, significaba hincar el codo, el pico o la pala, según profesiones, sin ayuda científica alguna, solo a base de tesón, necesidad y ganas de ganarse unas pesetillas que nunca venían mal. Hoy como todo está tan sofisticado al trabajo se le considera ciencia y a la ciencia una manera de descubrir la manera de vivir sin trabajar tanto. Más o menos.

Regreso al tema. No tengo nada en contra de estos señores y su lucha por la democracia, (así consta en los méritos para esta distinción), pero estimo que si vamos a premiar a todos los que han luchado por la democracia, habrán de darle ese doctorado a todos los españoles que de una u otra manera, pero obrando de buena fe, quisieron forjar una nueva España donde todos cupiéramos y nos entendiéramos como buenos ciudadanos y serían millones los aludidos y distinguidos. ¿Qué han hecho estos señores que no hayan realizado otros muchos que permanecen en el anonimato, sin ni siquiera percibir la suculenta pensión de éstos por su condición de ex - diputados y ex -secretarios generales de unos potentes sindicatos?. Y si no reciben pensiones por estos conceptos que me extrañaría, y no entro en demagogia pues no es mi estilo, sí han tenido muchos años de poder, buen sueldo y enormes bagatelas gracias a estos cargos. Y que no me hablen de los años de cárcel sufridos por el segundo, pues tal circunstancia se dieron en otros miles de españoles sin la ventaja que tuvo el viejo líder de que sus compañeros de trabajo en la Perkins Hispania, creo recordar, aportaran un tanto por ciento de su nómina, para que la familia del sindicalista no tuviera dificultades económicas. Sueldo nada desdeñable que familiares de otros presos políticos y anónimos no percibieron. Nada que objetar a estas aportaciones solidarias voluntarias o comprometidas para el bienestar de la familia del camarada preso, pero que no hagan mártires y superhombres sólo a unos pocos de los muchos que padecieron el infortunio de la política y la lealtad a sus principios. Algo muy respetable y que en España se dieron tantos casos como conejos en un coto de caza.

La distinción de doctor “honoris causa” era en sus orígenes el alto reconocimiento de una universidad determinada a una personalidad que se hubiera destacado más allá de los límites universitarios e incluso nacionales en una hazaña científica o literaria que hubiese supuesto un indudable prestigio, beneficio o ayuda a la Humanidad. Tantos méritos solían tener los nominados, que con su designación prestigiaban a la universidad que se los otorgaba. Con el tiempo se extendió también a los artistas que en sus distintas facetas hubieran honrado el nombre de España o la comunidad donde radicaba esa universidad más allá de nuestras fronteras. Algo muy loable, pero que entiendo no justificaba un “doctorado por causa del honor”, sino una distinción o medalla que premiara su valiosa aportación al engrandecimiento de su lugar de origen a escala internacional. Con las nuevas tendencias de” tirar de la levita” y pasar la mano por el hombro al gobernante, político o potentado que pueda ser útil para incrementar las dotaciones o mejoras al centro, se prodiga esta altísima distinción a políticos y personajes pertenecientes a ámbitos totalmente ajenos al espíritu universitario. Hoy lucen las galas, togas, birretes y diplomas, personalidades e individuos que nada tienen que ver con ese “doctorado” y menos a la “causa del honor”. Y el compadreo político y la exaltación de una lucha hoy recalentada y sublimada, ha hecho que se otorgue y reparta como las estampitas de la Primera Comunión entre amiguetes e invitados que caen mejor entre los anfitriones del evento. El partido político dominante premia a los suyos y luego viene Paco con las rebajas y los que fueron próceres se convierten en represaliados y subversivos y vuelta a hacer y deshacer todo lo hecho.

Con estas extravagancias, los centros del saber se pueden convertir en marionetas de los avatares políticos quitando y poniendo “doctores” según aconsejen las circunstancias del momento. ¿De cuantas era Franco “doctor honoris causa” y en cuantas queda aún vigente su nombramiento?. Algo que no sucedería si la ciencia se dedicara a los científicos, las letras a los docentes y escritores, las artes a los artistas y pare usted de contar. Deben dejar fuera de este honorífico galardón a los políticos y sus compadres de aventuras ajenos a las cuestiones meramente universitarias, para que no tengan que andar en un futuro más o menos próximo a saltos de rana borrando y escribiendo nombres de acuerdo con la situación política que vive el país. Hoy eres todo un “doctor honoris causa” y mañana te pueden considerar un abominable fantasma del pasado.

Conste y vuelvo a repetir que nada tengo personalmente contra estos dos destacados sindicalistas, que supieron estar en sus puestos y desempeñar sus cargos en unos años que era como llevar marcada una diana en pleno pecho en un campo de tiro. ¿ Pero cuántos fueron dianas móviles y hoy viven en el más completo anonimato y sin las necesarias garantías de poder llegar a final de mes?. Lo cortés no quita lo valiente y a cada cual lo suyo. Creo que lo mismo que vería lógico y merecido que se les concediera la Medalla al Mérito en el Trabajo, que es lo suyo, veo fatal y perdonen mi opinión, que se les otorgue ese doctorado universitario por la causa del honor para el que, a mi entender, no han hecho méritos, pues ni siquiera han pisado la universidad. Que no es una deshonra, todo lo contrario, un motivo de orgullo para ellos al llegar tan alto política y socialmente, sin pisar esas venerables aulas. No vengan ahora los habituales plañideros sintiéndose ofendidos por haber escrito lo que sinceramente pienso, sin mediar torcida o aviesa intención. Tampoco podía sentirme indiferente ante un tema que se refiere a mi entrañable “tacita de plata” que entre unos y otros me la van a dejar convertida en un cuenco de madera.

http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=4826

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