lunes, septiembre 22, 2008

Felix Arbolí, Mi nostalgia y la de Miguel Martinez

lunes 22 de septiembre de 2008

Mi nostalgia y la de Miguel Martínez

Félix Arbolí

M I querido y admirado amigo y compañero MIGUEL MARTINEZ, colaborador habitual como yo en estas páginas, me sorprende y emociona en su último artículo sobre la “nostalgia”. Es realmente impresionante la facilidad que tiene este buen catalán para encendernos los apagados motores de nuestros recuerdos y avivar hechos y circunstancias que llevamos muy adentro de nuestros sentimientos. Pienso que, afortunadamente para él, se encuentra aún en esa etapa de la vida donde son más fuertes los sueños y proyectos que las nostalgias. Me da la impresión de que aún le faltan años para pasar el Ecuador de su vida. Y a esa edad, mi querido amigo, las nostalgias no tienen razón de ser. Hay demasiados compromisos, sueños y aventuras que cumplir como para dedicarse a pensar en el pasado.

A tus años, querido Miguel, espera un momento que lo recuerde, estaba yo en plena vorágine de mi carrera periodística, cargado de ilusiones y ávido de nuevas experiencias y sensaciones. No pensaba en el mañana, ya que lo veía como algo muy lejano, sino en forzar al presente y aprovechar sus diarias oportunidades de toda índole. Ya entonces tenía tres hijos dándome más satisfacciones que guerras y problemas y una mujer a la que adoraba y adoro que me hacía alcanzar la felicidad en incontables momentos del día, siempre que mi trabajo y la ausencia de mirones me lo permitían. No hay cosa más maravillosa que ser joven y tener al lado a una mujer de lo que uno se siente plenamente enamorado. Y yo sé, porque tuve la suerte de conoceros a los dos, que formáis una pareja de las que no se dan con frecuencia en estos días de egoísmos y falta de sensibilidad. En vosotros me vi reflejado en aquellos mis más felices años, cuando nos encontramos en el Gijón, en unión de nuestro común amigo y director. Te envidié, sana y nostálgica envidia, pero envidia al fin y al cabo, cuando os oía vuestras excursiones, proyectos, ilusiones y satisfacciones compartidas. ¡Cuando daría por poder regresar a esos años que tú estás gozando ahora!. ¡Qué pena que sólo valoremos lo bueno cuando sabemos que lo hemos perdido definitivamente!.

Me doy cuenta que tus recuerdos y añoranzas de chaval se corresponden con mis años de padre y adulto un poco rebasados. Mis recuerdos de infancia están llenos de guerra, tiros, rencores, represalias, abusos y hambre, mucha hambre, casi al estilo de las fotos que nos llegan de países subdesarrollados. Porque España, en los años treinta y cuarenta era un país enfrentado, empobrecido, dividido y no apto para economías medias e inferiores, si no tenía uno la oportunidad de engancharse al carro del estraperlo.

Mis tirachinas eran madera y goma y un trozo de suela de zapato viejo, aunque pocas ganas y energías teníamos entonces para lanzar pedruscos y bolas. Era más oportuno ir a los algarrobos de parques y jardines gaditanos, -¡esa Plaza de Mina!-, para recoger sus frutos y aplacar con ellos el hambre que sentíamos.

Tampoco tuve la suerte de distraer esos años infantiles con los dibujos de la “tele” y personajes populares, como los citados Hermanos Mala Sombra, Chiripitiflaúticos, Pipi Calzas Larga, ni ese niño Marco recorriéndose el mundo para buscar a su mama, que tenía a mis críos emocionados y pendientes de esa caja cuadrada, que aún no conocía el color, ni el cambio posible de cadenas y muchos menos el mando a distancia. Los niños de mi época sólo disponíamos de la radio, un armatoste enorme y horrible que no había sitio donde colocarlo, en el que como máxima diversión y entretenimiento entre “parte” y “parte”, que no eran nada gratos, oíamos cantar a la Piquer, Estrellita Castro, Miguel de Molina, Angelillo y algunos pocos más. Por cierto, este último citado tuvo que exiliarse y murió en Buenos Aires, siendo el primer cantante flamenco que actuó acompañado de orquesta, algo insólito en aquellos años. ¡Cuánto hubiese dado el niño de mi infancia por haber gozado de esos hoy desfasados adelantos!. ¡ Cómo voy a sentir nostalgia de unos años donde hasta el comer a diario era una especie de milagro!.

Dicen que los recuerdos de la niñez no se olvidan jamás y son los que más rápidos acuden a nuestra memoria en horas nostálgicas. Puede que sea así, pero a mi no me causan añoranzas, todo lo contrario. Me da rabia haber perdido el periodo más bonito de nuestra vida sufriendo calamidades, coartado en todo momento y decisiones y sin posibles ilusiones porque nuestro día a día era una continúa y ardua batalla por salir adelante. . .
Tu, mi querido amigo y me alegro por ti, no has conocido nada de eso. Es lógico que puedas sentir nostalgia de un ayer feliz y lleno de alicientes. Es lo que yo he procurado hacer con mis hijos, cuando las circunstancias me lo permitieron, gracias a Dios, desde sus mismos nacimientos. No quise que experimentaran las mismas decepciones, humillaciones e infortunios que tuve que pasar yo en un mundo donde al parecer el corazón sólo servía para ilustrar las postales de enamorados en San Valentín. Yo he sentido el llanto y la rabia contenida cuando me he visto en situaciones difíciles y angustiosas, sin que los que pudieron hicieran nada por evitarlo. Y no me refiero a mi madre, víctima aún más sufridora al verse impotente para vencer a tanto egoísmo y farisaica hipocresía, tan frecuente en aquella época de beatones sin conciencia .y medallones al cuello. ¿Crees de verdad que puedo sentir nostalgia de eso?.

Lo único que me pesa es que me encuentro al borde del abismo y no puedo hacer nada por impedir mi caída. Dicen que no es malo llegar a viejo. Lo sé y lo comprendo; pero es triste. Muy triste al pensar que a esa nieta que ahora tiene tres años no la veré casar y Dios quiera que sea así, porque de lo contrario estaré en un estado deplorable y molesto no solo para mí, sino para todos cuanto me rodeen. Pasados los noventa, que sería mi caso, ya no está uno para jaleos y diversiones, sino para pedirle al de arriba que sea benévolo con nuestras culpas y nos lleve en pleno sueño a ese sitio del que todos hablan y nadie conoce.

No sientas nostalgia, amigo mío. Mira hacia delante y alégrate que la técnica siga evolucionando para hacernos la vida mejor. Mira al pasado como un aprendizaje y contempla las diferencias entre tu infancia y la que han tenido o están teniendo tus hijos. Alégrate de que hayas podido conocer este resurgir en todos los aspectos sin que la máquina se detenga, porque tú si podrás gozar de otros muchos adelantos y mejoras. Aún puedes hacer planes para plazos superiores a treinta y cuarenta años. Yo me siento excluido de ese cálculo de probabilidades. Me doy cuenta cuando lanzan una promoción o una compra aplazada y me indican cortésmente que por mi edad ya no pueden contar conmigo y es mi mujer la que ocupa el lugar del cabeza de familia responsable. Todo lo que exceda de tres años supone un riesgo que nadie quiere correr, aunque a lo mejor pueda duplicarlos e incluso, triplicarlo, si aún se cree en los milagros.

Al considerar esta imposibilidad y circunstancia en las que debo seguir viviendo, sí siento nostalgia de esos mis cuarenta y pico de años donde hasta el amor me venía de cara una y otra vez, sin la menor dificultad y agotamiento. ¿Quién me mandaría a mí cumplir años y agotar mis pilas?. ¡Hay tantas cosas que te vienen a la memoria y echas de menos cuando los años pesan como lozas de mármol.!. Dale gracias a Dios o al destino, ignoro tus creencias, de que aún te asomas al espejo para afeitarte y te dices decidido ¡Vamos Miguel a ver que nuevas hazañas y aventuras nos depara este nuevo día!. ¿Sabes lo que significa eso?. Como amigo, compañero y admirador, yo sí te deseo que Dios te bendiga y a los tuyos para que gocéis plenamente el que estéis unidos y el amor presida vuestras vidas. Un abrazo compañero.

http://www.vistazoalaprensa.com/contraportada.asp?Id=1779

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