jueves, septiembre 25, 2008

Felix Arbolí, El elitismo en la nulidad eclesiastica

jueves 25 de septiembre de 2008

El elitismo en la nulidad eclesiástica

Félix Arbolí

H AY veces que nos encontramos con noticias que dan motivos para reflexionar en lo divino y humano, en los abusos del poder y el dinero y en lo difícil que es seguir los preceptos evangélicos para los que deberían ser celosos guardianes de su integridad. Me refiero a la posible petición de nulidad canónica matrimonial, creo que aún no ha sido confirmada, entre la Infanta Elena y su todavía marido Jaime de Marichalar, ambos aún duques de Lugo. Desde hace un año habían anunciado la separación aunque no definitiva. Un periodo de pruebas para solventar algunas divergencias o poner en orden sus ideas y sentimientos hacia una ruptura total o posible reconciliación. Esa al menos era la conclusión que se sacaba al leer el escueto parte de la Familia Real anunciando el caso.

Lógicamente, cabe pensar que nuestra Infanta logrará su nulidad eclesiástica al igual que la lograron tantos famosos y potentados conocidos que acudieron a ese enigmático Tribunal de la Rota. La lista si citáramos solamente a españoles sería excesiva para incluirla en un breve artículo. Sin embargo, no es nada frecuente que hayan tenido idéntica oportunidad los económicamente débiles, ni con la misma rapidez y aún con mayores fundamentos. Éstos deben seguir padeciendo un auténtico infierno conyugal sin que nadie lo remedie, como no sea ante un tribunal civil. Dirán que todos somos iguales ante ese alto organismo de nuestra Iglesia, pero me temo que las anulaciones que se consiguen más fácilmente son las presentadas por un prestigioso y costoso bufete de abogados, capaz de buscar y exponer pruebas “convincentes”, aunque incomprensibles para la mayoría, ( aquí se cita al pecador, pero se oculta el pecado), que inclinen la balanza a su favor y se salte el precepto divino de la indisolubilidad matrimonial sin problemas o escrúpulos de conciencia. Y en todos los casos que se ha faltado a la promesa hecha ante Dios y ante los hombres de amor y fidelidad hasta que la muerte les separe, ha sido para poder repetir boda y ceremonia ante el altar con la bendición eclesiástica pertinente y repitiendo esa promesa que para volverla a hacer han tenido que incumplirla anteriormente. . .

Como católico no puedo estar de acuerdo, bajo ningún concepto, -salvo casos muy excepcionales y que encierren manifiesta gravedad-, con que ningún miembro de la iglesia pueda ser capaz de invalidar un precepto ordenado por el propio Cristo a todos sus fieles SIN EXCEPCION. “El hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá con su mujer, y serán los dos uno solo. De manera, que ya no son dos, sino uno sólo. Pues bien, lo que Dios ha unido no lo separe el hombre”. El texto no es mío, está copiado de San Mateo 19,5-6 y es bastante conciso y determinante. No da lugar a distintas interpretaciones y excepciones, pues si existieran, Jesús las hubiera tenido en cuenta al hablar de forma tan tajante. No mencionó en ningún pasaje las causas posibles para alcanzar la nulidad de ese precepto. ¿Es que acaso tienen mayor fuerza y validez las normas dictadas por la Iglesia que las emanadas del propio Cristo?. .

Si uno ha ido a la boda libremente, con plenas facultades mentales, por propia iniciativa y sin posibles interferencias que pudieran haber confundido o coartado a alguno de los contrayentes, ese casamiento por la iglesia es indisoluble. Sólo será posible su interrupción cuando uno de los contrayentes haya desaparecido de este mundo. Esta es la única y acertada realidad del matrimonio católico. Y nada ni nadie podrán justificar y aceptar el incumplimiento de esta ley divina, porque saben que no hay autoridad por encima del que la instituyó capaz de ignorarla o contradecirla. Ningún hombre, aunque se trate de una autoridad dentro de esa Iglesia, puede ir contra los dictados y la doctrina tan explícitamente formulada por su Fundador. Esta es mi opinión y no hay quien me apee del burro. Menos aún cuando se ha consumado ese matrimonio, ha habido hijos y han pasado los años ¿Qué pueden pensar y creer los fieles si su pastor es el primero que incumple los preceptos del Maestro y hace oídos sordos a sus mensajes?.

La indisolubilidad matrimonial costó a la Iglesia Católica la separación de la iglesia de Inglaterra en tiempos de Enrique VIII y Catalina de Aragón, (1534). Clemente VII el Papa reinante entonces, se encontró ante un asunto de extremada responsabilidad y muy lamentables y previsibles consecuencias. Sabía que si permitía la disolución matrimonial del monarca inglés, que había sido declarado incluso “Defensor de la Fe”, no se produciría el Cisma y actualmente esos setenta millones de anglicanos vivirían bajo la iglesia de Roma. No obstante, y a pesar de las enormes presiones de muchos de sus propios cardenales y sabedor de los tremendos efectos que ello ocasionaría, optó por acatar el precepto divino y no declarar nulo el matrimonio. Ello da idea de la importancia de esta indisolubilidad conyugal para la Iglesia que actualmente vemos tan pródigamente infringida, aunque no suponga amenaza o peligro para la institución eclesiástica y sí motivo de desconcierto y decepción entre los fieles.

¿Por qué el pobre ha de continuar unido a una mujer que le ha decepcionado o es ella la que está en esa dura situación, sin que pueda rehacer su vida con otra persona más acorde con sus sentimientos y actitudes sin caer en adulterio o situación de concubinato según las leyes de la iglesia católica y los poderosos encuentran tan fácil la solución de su problema y el cambio de pareja con todas las bendiciones eclesiásticas habidas y por haber?. Y no me vengan con absurdos e incomprensibles latinajos, “considerandos” y demás, en un intento de convencerme de que en todos ésos casos donde sus protagonistas eran famosos o poderosos se daban circunstancias acreedoras a esa anulación eclesiástica, para dejarlos en libertad de elegir nuevas parejas sin incurrir en el pecado. Sus protagonistas son excesivamente conocidos como para no darse cuenta cualquiera que no hubo gato encerrado, engaño premeditado, amenazante gravedad e ilícito proceder. Aducen en algunos casos, que cuando se contrajo ese matrimonio él o ella no tenía suficiente conocimiento del paso que daba. ¿No hay charlas prematrimoniales obligatorias?. ¿Para qué sirven entonces?. Nadie cree hoy día que un hombre o mujer pasados los 18 años sea tan inocente como para no saber que significa el matrimonio. Y si lo es, mayor motivo para impedir ese enlace, por deficiencia mental. Ni tampoco sirve como excusa de invalidez que ese matrimonio no haya sido consumado, ya que los niños no vienen de Paris, ni por obra y gracia de esa Paloma evangélica. ¿Ha cambiado el criterio de la Iglesia en esta cuestión?. ¿Cómo un Papa se mantiene firme, aunque ello provoque un Cisma y otros lo concedan tan fácilmente ante el escándalo y sorpresa del sencillo creyente?. Algo que no comprendo, aunque como católico me sienta obligado a acatar, aunque no lo apruebe.

Estas facilidades no suelen darse a quienes obligados a deshacer su matrimonio por incompetencia y desavenencia total y de común acuerdo ambos, se ven rechazados por la iglesia a frecuentar los sacramentos y a no poder formalizar su unión ante el altar con esa nueva pareja que le está ofreciendo verdadero amor y una placentera convivencia; lo que la primera no supo brindarle. No creo que en los casos conocidos por las páginas rosas de la prensa, se dieran esas circunstancias de separación amistosa y mutuamente consentida, sino la imposición de una ruptura por el cónyuge más poderoso a su sorprendida y perjudicada pareja. Se sabe que esto ha sucedido en más de un caso y ha sido siempre la parte menos culpable la más afectada y perjudicada con esa ruptura. Así de claro.

En los años del pasado los reyes y príncipes que no se entendían en su matrimonio, por una u otra causa más o menos comprensible y razonada, vivían unidos pública y oficialmente, sin buscar esa nulidad tan socorrida y solicitada en la actualidad. Evitaban el mal ejemplo al súbdito o ciudadano y mantenían su unión indisoluble y firme aunque en su vida íntima vivieran separados e indiferentes. A ninguno se le ocurrió solicitar esa anulación eclesiástica, ya que sabían las pegas que iban a encontrar por parte de la Iglesia para conseguir su objetivo y el escándalo que su lamentable decisión iba a causar. Hubo bastardos, como los habrá siempre, - hijos indiscutibles del amor, aunque sea el de una sola noche-, pero no matrimonios disueltos, esposas o esposos repudiados e hijos sin etiquetar. Porque pienso que al quedar anulado el vínculo conyugal de sus padres, “ante Dios y ante los hombres”, no sabrán a qué atenerse, ni como considerarse, ya que no se trata de un divorcio, sino la anulación absoluta y total y el carácter de ilegitimidad de un matrimonio que ha perdido su validez y reconocimiento oficial. En versión de la calle, como si no se hubiera celebrado. ¿O en estos casos sí es conveniente y oportuno esgrimir la legitimidad indisoluble de esa unión?.

Tenemos el caso de Alfonso XIII, -una figura que siempre me ha producido simpatía y solidaridad-, cuando se dio cuenta ya casado de la enfermedad de su esposa Victoria Eugenia, de tan nefastas consecuencias para algunos de sus hijos, incluido el primogénito. Se sabe, así lo he leído, que no hacían vida conyugal y que se toleraban oficialmente de cara a la galería y Corte. La prueba es que él vivió y murió en Roma, tras su exilio, mientras ella lo hacía en Suiza. Creo que tenía un motivo de nulidad mucho más importante y convincente tratándose de un Rey y su descendencia, que el que puedan aducir actualmente tantos famosos, ricachones, infantes y nobles. ¿Tanto ha cambiado la Iglesia actual?. Vuelvo a insistir que aunque me considero miembro de la Iglesia de Cristo, no estoy muy de acuerdo con algunas de las interpretaciones que hacen los que deberían velar por la verdad y rectitud de sus preceptos. . Si se disuelven tan fácilmente los matrimonios de ricos y poderosos, tendrán que ofrecer idénticas oportunidades y urgencias a todos los que lo soliciten y presenten las mismas y aún más serias características de incompatibilidad, pero antes han de cambiar el Evangelio tergiversando las palabras de Cristo para que estén en consonancia con las conveniencias e influencias que demandan las circunstancias.

http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=4836

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