domingo, septiembre 14, 2008

El PNV no aprende la leccion

El PNV no aprende la lección

Lunes, 15-09-08

TAL y como hoy informa ABC, el PNV está ensayando en la sombra una suerte de «plan C» soberanista con el pretencioso ánimo de sustituir las distintas versiones del fracasado «plan Ibarretxe» por otro proyecto alternativo, aparentemente más legalista en las formas, pero exactamente igual de independentista en el fondo que los intentos anteriores. Sin embargo, el varapalo jurídico que ha infligido el Tribunal Constitucional al lendakari Ibarretxe, desmontando con argumentos muy contundentes su intención de convocar una «consulta popular» -un referéndum ilegal en toda regla- como antesala del inexistente derecho a la autodeterminación no deja ningún resquicio a la duda: el camino emprendido por el PNV, disfrace como disfrace cada uno de sus desafíos al Estado, no tiene más salida que la escrupulosa sumisión al mandato de la Constitución. Sin esa premisa, cualquier iniciativa no sólo será una provocación inane y un fracaso asegurado, sino que contribuirá a prolongar en el tiempo la inútil deriva del nacionalismo vasco, más implicado en destruir que en construir. El hecho es que si el PNV -dé o no a Ibarretxe definitivamente por amortizado- trata en los próximos meses de recalcular una ruta para salir de su deriva, no lo hará como un ejercicio político corrector para rectificar sus graves errores, sino simplemente como un gesto, como un cínico ademán basado en el instinto de supervivencia que garantice a ese partido cuatro años más en el poder. No es una novedad que desde las instituciones el PNV siempre ha utilizado, a conveniencia de parte y bajo estrictros criterios de oportunismo, a ETA y a su brazo político -fueran cuales fueran sus siglas-, a sus socios del tripartito, a los socialistas vascos y, por supuesto, a la propia ciudadanía, y nada invita a sospechar que algo vaya a cambiar. No es el escenario de un País Vasco en paz el que anima al PNV a reflexionar sobre salidas razonadas y legales a los desvaríos independentistas encarnados por Ibarretxe y nunca desautorizados por la dirección de su partido. Muy al contrario, sólo un escenario de división ciudadana en bloques irreconciliables, con ETA asesinando y con la mitad de la sociedad vasca marcada por el dedo nacionalista -cuando no amenazada, chantajeada o vilmente asesinada-, es el que permite al PNV manejarse con mayor desenvoltura para satisfacer sus excluyentes intereses. La hipotética exhibición de un «plan C», como lo fueron los anteriores, sería una trampa.
El PNV es consciente de que afronta las próximas elecciones en una situación de extrema debilidad y de falta de credibilidad ante sus propios electores, debilidad a la que se ha visto voluntariamente arrastrado por el desgaste de Ibarretxe, cuya imagen ha alcanzado un grado de deterioro difícilmente recuperable. Es de suponer que en breve el PNV empezará a adoptar nuevamente una fingida pose de calculada moderación y ambigüedad para impedir un castigo en las urnas mayor del que ahora mismo teme la dirección del PNV. Sin embargo, está por ver en qué medida el PNV rentabilizará en esta ocasión su sempiterno victimismo. Hoy por hoy -su trayectoria le avala- la palabra rectificación no existe en su diccionario. Una simple mirada al pasado demuestra que las apariencias de modulación del mensaje del PNV suelen ser un mero recurso táctico no creíble: con tanta vehemencia se inclina por interesados acercamientos al socialismo vasco como se apoya en los proetarras para retar al Estado con planes inviables y atentatorios contra la soberanía nacional, a los que el Gobierno de Rodríguez Zapatero ha dado carrete de forma tan peligrosa como innecesaria. Sólo en el desafío permanente al Estado de Derecho, a la sociedad española y a las instituciones que la representan, el PNV encuentra el caldo de cultivo idóneo para imponer su modelo de sociedad sojuzgada y manipulada. Atribuir visos de viabilidad a cualquier proyecto independentista, por corregido y disminuido que el PNV aspire a presentarlo en el futuro, incluso en Europa, sólo es una excusa formal para mantener viva una expectativa ficticia y absurda que le ayude a aferrarse al poder.

http://www.abc.es/20080915/opinion-confidencial/aprende-leccion-20080915.html

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